¡Queridos amigos!

El tema común de las Retiros Espirituales Internacionales de este año está tomado del Evangelio de Mateo. Para comprender mejor esta frase de Jesús, es necesario leer todo el pasaje del Evangelio, por eso lo haremos al comienzo.

Del Evangelio según Mateo:

Mientras Jesús le hablaba a la multitud, se presentaron su madre y sus hermanos. Se quedaron afuera, y deseaban hablar con él. Alguien le dijo:

—Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren hablar contigo.

—¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? —replicó Jesús.

Señalando a sus discípulos, añadió:

—Estos son mi madre y mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

(Mt 12, 46-50)

En este breve pasaje que habla de los verdaderos parientes de Jesús, María nuevamente nos brinda un ejemplo de seguir a Cristo y hacer la voluntad de Dios. Aunque en una primera lectura podría entenderse que María, como la madre de Jesús, está aquí en una posición poco envidiable, pero leyendo aún más y meditando la palabra de Dios, nos queda claro que María es realmente la verdadera pariente de Jesús en el sentido en que Jesús lo dice.

Es decir, María podría haber servido al Señor solo como una mujer que daría a luz a Jesús. El Señor podría haber tomado solo su cuerpo, preparar el cuerpo para el nacimiento del Hijo, y así María serviría como la que cooperó con el Señor en un momento determinado. Pero Dios le pide a María aún más. Dios está preparando su corazón para que se convierta en su verdadera madre y su verdadera discípula. Dios no solo tomó el cuerpo de María para darle forma física a su Hijo, sino que preparó el corazón de María, su alma, para que ella pudiera ser una madre también para nosotros.

María fue así inmaculadamente concebida. Ella fue liberada del pecado original. Pero no solo da a luz físicamente al Hijo de Dios, sino que su corazón pertenece completamente a Dios. El corazón que la que está libre de pecado pertenece enteramente a Dios. Incluso nosotros, que no estamos libres de pecado, también sentimos un gran anhelo por el Señor, y ¡cuánta gracia había en María! Por eso el ángel la saluda con las palabras: “¡Alégrate, llena eres de gracia!” El corazón de María está completamente vuelto hacia el Señor. Está empapado en su gracia. Y ella vive completamente sumergida en Su ser. Por eso es tan hermosa y agradable. Por eso es tan dulce y piadosa, porque está completamente en Dios. Como tal, es  también un ejemplo para nosotros, de lo que deberíamos ser, de lo que deberíamos anhelar. Aunque seamos pecadores y débiles, debemos tenerla siempre presente ante nuestros ojos. Ella nos muestra el camino. El camino de la fe. Ella es nuestro modelo a seguir. Ella va delante de nosotros para llevarnos a todos a su Hijo. Aunque en este pasaje evangélico la madre y los hermanos de Jesús no son descritos como nosotros lo esperaríamos, no hay que pensar que fueron excluidos de la misión de Jesús o que él los rechazó. Los evangelistas no se molestan en describirnos una situación de tal manera que sepamos todos los detalles. Dejan mucho fuera para centrarse en lo importante. Es importante transmitir el mensaje de salvación de Jesús a los lectores. ¿Y qué nos quiere decir Jesús con estas palabras? Jesús quiere decirnos quiénes son sus verdaderos parientes. Quiere decirnos que los lazos de parentesco espiritual son más grandes que los lazos de parentesco físico. Nuestra conexión con Dios debe estar por encima de todo, incluso por encima de los lazos familiares. Los hermanos de Jesús se mencionan aquí. Es decir, es una expresión utilizada para denotar una relación familiar más amplia, como parientes. Pero de nada les sirve estar relacionados con Jesús si no eligen a Dios en sus vidas. Y están llamados a hacer la voluntad de Dios, a vivir según la palabra de Dios, según los mandamientos de Dios, independientemente de que sean parientes de Jesús. Jesús señala claramente que sus verdaderos hermanos son los que hacen la voluntad de su Padre.

Debemos aferrarnos a eso, queridos hermanos y hermanas. Aquí, nos llamamos hermanos y hermanas. Nos convertimos en eso por el bautismo. Somos hermanos y hermanas en Cristo. Estamos unidos en Él si tratamos de vivir de acuerdo con su palabra. Podemos decir libremente, si el hecho de que ellos estén relacionados por la sangre no significa nada para sus parientes, el hecho de que hayamos sido bautizados y que nos llamemos suyos -cristianos- no significará nada para nosotros, si no nos comprometemos con él en nuestra vida diaria y decidimos hacer la voluntad de Dios. Esa es nuestra llamada. ¡Hacer  la voluntad de Dios todos los días! ¿Y como hacer eso? A veces la voluntad de Dios nos parece tan misteriosa y escondida que nos cuesta descubrirla y verla con claridad. Jesús no nos dejó solos, para sufrir en este mundo. Se quedó con nosotros. Él nos ayuda. Se quedó con nosotros en su palabra, en la Biblia, se quedó con nosotros en los sacramentos, en la Iglesia. Por eso estamos llamados a participar en la vida de la Iglesia. Ser cristianos no solo en el papel, no solo en las palabras, sino con el corazón y el alma, anhelando al Señor y sus palabras con todo su ser. Meditando la palabra de Dios, reconoceremos más fácilmente la voluntad de Dios y recibiremos de Él la fuerza para poder cumplirla. Jesús nos dio a María como nuestra madre. Y ella es un verdadero modelo de fe para nosotros. En este pasaje, María no se siente herida por las palabras de Jesús. Él no fue grosero con ella. ¿Por qué? Esta pregunta fue brillantemente respondida por los antiguos padres de la iglesia. Dijeron que María primero se convirtió en discípula de Jesús, y luego se convirtió en su madre. ¿Como es eso? Es decir, cuando el ángel vino a María y le explicó el plan de Dios, ella no entendió todo, pero estuvo de acuerdo con la voluntad de Dios. Ella dijo “sí” a Dios y así se convirtió en una verdadera discípula de Jesús. La que hace la voluntad de Dios. Así siguió viviendo toda su vida. Y su presencia en la pasión de Jesús, así como su vida con la primitiva Iglesia después de la resurrección y ascensión de Jesús, dan testimonio de ello. María es una verdadera discípula de Jesús y su verdadera pariente.

Jesús quiere que, como María, nos aferremos a sus palabras, a la voluntad de Dios. Puede que no siempre sea tan claro o fácil para nosotros, pero ciertamente nos mantendrá más cerca de Dios. Seamos como María. Digamos “sí” a Dios, hagamos su voluntad, vivamos según sus mandamientos y así seremos sus verdaderos parientes, hermanos y hermanas de Jesús.

Queridos amigos, en Medjugorje todos estamos en la escuela de María. Aquí, María nos enseña de manera especial cómo convertirnos en verdaderos parientes de Jesús, cómo acercarnos a él, pero también a todos los demás. Está la Eucaristía, hay adoraciones, veneración de la cruz, rezo del rosario, confesión, ayuno, la Biblia… También hay muchos retiros espirituales internacionales y retiros de ayuno, oración y silencio. Todos estos son esfuerzos espirituales que purifican nuestra razón, sentimientos y miradas para que podamos reconocer claramente la voluntad de Dios y vivir de acuerdo con su palabra. Por lo tanto, hay que perseverar en ello. Así como nosotros aquí persistimos  todos los días en esa llamada, en la oración. Participemos y caminemos juntos por el camino de la salvación.

¡Que la intercesión de la Reina de la Paz os acompañe a todos!

¡Paz y bien!

Fray Zvonimir Pavičić - CATEQUESIS - "¡Estos son mi madre y mis hermanos!" (Mt 12,49)

 

 

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