Medjugorje es conocido en el mundo entero como un centro de profunda oración y espiritualidad, que continúa atrayendo a millones de personas alrededor del mundo. Sin embargo, el mensaje espiritual confiado por la Madre de Dios desde 1981 a esta pequeña parroquia de Bosnia-Herzegovina, ofrece no solamente un panorama de vida interior, sino también una dimensión que abarca y enriquece un desarrollo positivo de las relaciones interpersonales. Ya desde el 26 de Junio de 1981, en su primer mensaje en el tercer día de las apariciones, la Virgen María sintetizó en unas cuantas palabras toda la pedagogía espiritual que desarrollaría por más de cuatro décadas: “Paz, paz, y solo paz. La paz debe reinar entre Dios y los hombres y entre los hombres.” Este breve mensaje, dado a la joven vidente Marija Pavlovic, ya mostraba una clara dirección no solamente hacia la interioridad de las personas y su relación con Dios, sino también hacia las relaciones entre los seres humanos, las cuales pueden ser causa de crecimiento y de paz o de destrucción, conflicto, y muerte. Por tanto, el mensaje de Medjugorje constituye un apremiante llamado al hombre de hoy no solo a retomar una profunda vida espiritual, sino también a saber aterrizar su fe mediante el desarrollo de relaciones interpersonales fraternas y constructivas, que se desarrollan en la familia, escuela, trabajo, etc. De igual manera, Medjugorje ofrece una concreta indicación a vivir las obras de misericordia, las cuales son indispensables para la construcción de una sociedad más justa y fraterna, y que indudablemente fomentan la paz. “La espiritualidad de Medjugorje no es individualista,” como afirma la Nota del Dicasterio para la Doctrina de la Fe al respecto, “…en los mensajes se hace presente, junto con la oración, una invitación constante al amor fraterno concreto, que acompaña, da, sirve, perdona y es cercano a los pobres.”[1]Medjugorje, por tanto, no puede entenderse, ni mucho menos vivirse, sin la práctica de la caridad. La propuesta espiritual de los mensajes de la Virgen conduce a todas las personas a retomar los principios básicos cristianos del amor indicados por el Evangelio, tanto por Dios como por el prójimo, los cuales ofrecen la clave para la experiencia de la paz humana, interior y exterior. Todo el mensaje de la Reina de la Paz puede resumirse, entonces, en la misma síntesis de la Ley divina ofrecida por el Evangelio de San Lucas: «Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo…Si haces eso, vivirás” (Lc 10, 25).

La Paz, Fruto de la Caridad

Una sana y equilibrada relación con Dios, cultivada por la oración, el ayuno, la Sagrada Escritura, y los sacramentos, es la base central para construir relaciones personales sólidas y fructíferas cimentadas en el amor. Sin embargo, el amor cristiano no debe entenderse como sentimentalismo, sino como una entrega total de la propia persona (sus dones, talentos, tiempo, recursos materiales, oración) por el bien de los demás. Este es el amor mostrado por Dios a la humanidad, cuya máxima expresión ha sido el mismo Jesucristo, al cual somos llamados a aprender a imitar en nuestra propia vida: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos” (Jn 15, 12-13).

La vida cristiana es una escuela de amor, en la que la persona aprende a amar a Dios por sobre todas las cosas (a través de la fe y la esperanza) y a su prójimo como a sí mismo (a través de la caridad). Esta espiritualidad, vivida con un sincero esfuerzo y dedicación a través de los medios propuestos por la Iglesia y recordados por la Virgen en Medjugorje, abre el corazón humano primero al amor de Dios, garantizándole la paz interior. La paz es aquella plenitud de su existencia para la que fue creado el ser humano y que solo se encuentra en el amor, tanto en recibirlo como en darlo. “La plenitud de la vida cristiana,” decía Fray Slavko Barbaric, OFM, “consiste en el amor que da origen a obras buenas.”[2] El ser humano, por tanto, ha sido creado por Dios, que es amor, para amar y para ser amado. Pero ninguna persona es capaz de dar amor a sus semejantes, venciendo su egoísmo natural, sin antes experimentar personalmente el amor incondicional y misericordioso de Dios. Esta experiencia, sublime y profunda, da sentido a su existencia, y hace a la persona comprender que, para ser plenamente feliz, también necesita amar. Esto lo impulsa, entonces, a comenzar a buscar el bien espiritual, físico, y emocional de otros, viendo en ellos a un hermano que es igualmente amado por Dios. Aquí se encuentra también la paz del corazón, la realización personal, pues el ser humano va desarrollando, por el ejercicio constante de la caridad (la entrega propia a los demás), el propósito existencial para el que fue creado. Pero “esta paz,” como añade la Nota del Dicasterio, “no es un fin en sí misma ni expresa el valor cristiano más alto. Es fruto de la caridad vivida, que es la virtud más grande y más bella. Se trata del amor que se abandona al amor de Dios y se expresa en el amor fraterno que evita los litigios, no juzga y perdona…Esta caridad…nos permite llevar la paz al mundo.”[3] Por tanto, la vivencia del amor es la clave que garantiza la paz, pues hace capaz al ser humano de poner en práctica la regla de oro, tan necesaria para una convivencia comunitaria sana y fecunda: “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes” (Lc 6, 31).

Apertura a Dios y Renovación Interior, Principio Fundamental del Amor Fraterno

“La transformación interior de la persona humana, en su progresiva conformación con Cristo, es el presupuesto esencial de una renovación real de sus relaciones con las demás personas…No es posible amar al prójimo como a sí mismo y perseverar en esta actitud, sin la firme y constante determinación de esforzarse por lograr el bien de todos y de cada uno, porque todos somos verdaderamente responsables de todos.”[4] Esta clara afirmación del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia encuentra un eco en los mensajes de la Virgen en Medjugorje. La Madre de Dios, en sintonía con la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, afirma también en sus mensajes que la apertura a Dios y el desarrollo de la vida espiritual conlleva no solo un crecimiento espiritual personal, sino también un fortalecimiento en las relaciones con los demás. El amor de Dios, vivido en su corazón y alimentado por la oración y los sacramentos, impulsa a todo individuo a crecer en generosidad con sus semejantes, a ejemplo de Jesucristo. Al saberse amado por el Señor, el cristiano encuentra la fuerza y la inspiración para aterrizar su experiencia espiritual al darse a sí mismo a los demás como su Maestro. Así lo afirma la carta de Juan:

“El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano” (1 Jn 4, 20-21).

La Reina de la Paz reafirma esta enseñanza bíblica y la recuerda en sus siguientes palabras:

“Si ustedes no aman primero a Dios, tampoco serán capaces de amar al prójimo ni a quien odian. Por eso, hijitos, oren y a través de la oración descubrirán el amor.” (25/04/95).

“Hoy los invito a cada uno de ustedes a comenzar de nuevo a amar: primero a Dios que ha salvado y redimido a cada uno de ustedes y después a los hermanos y hermanas que les son cercanos. Sin amor, hijitos, no pueden crecer en la santidad y no pueden hacer obras buenas. Por eso, hijitos, oren, oren sin descanso, porque Dios les revelará Su amor.” (25/11/95).

“Hoy los invito de manera especial a abrirse a Dios, el Creador, y a volverse activos. Los invito, hijitos, a que, en este tiempo, vean quién necesita de su ayuda espiritual o material. A través de su ejemplo, hijitos, ustedes serán las manos extendidas de Dios que la humanidad busca. Solo de este modo comprenderán que ustedes están llamados a dar testimonio y a convertirse en portadores gozosos de la palabra de Dios y de Su amor.” (25/02/97).

Es claro, entonces, que el amor a Dios alimenta y fortalece el amor fraterno, por lo cual es difícil (incluso imposible) vivir el amor mutuo en su plenitud sin la gracia y el amor de Dios.

La Oración Nos Mueve a la Acción Misericordiosa (Ora et Labora)

Sería erróneo pensar que la espiritualidad de Medjugorje se limita únicamente a una profunda vida de oración, vivencia sacramental, y devoción mariana. Aunque Medjugorje ciertamente ofrece un precioso itinerario para crecer en intimidad con Dios a través de la oración, penitencia, y los sacramentos, dicha intimidad no tiene como propósito alejarnos de nuestra propia realidad ni de otras personas. Al contrario, la vida espiritual, cuando es vivida con amor y con un sincero deseo de un cambio interior, nos acerca cada vez más a los demás, haciéndonos verdaderamente sus prójimos. Por tanto, la escuela de la Virgen en Medjugorje no solo es un camino para acercarnos más a Dios, sino también a los demás. Si no fuera así, Medjugorje seria reducido a un pietismo barato, y no a una verdadera espiritualidad cristiana, enraizada fuertemente en el Evangelio. Los actos de amor, reconciliación, misericordia, y justicia social, son los frutos más hermosos y elocuentes que pueden y deben surgir de una sincera vivencia del Evangelio, del cual los mensajes de Medjugorje son simplemente un eco. Sin estos frutos, la paz a la que la Virgen nos invita no será posible. Así lo afirma la Virgen misma en sus distintas catequesis dirigidas a la Parroquia de Medjugorje y el mundo:

“Hoy los invito al amor y a la misericordia. Den amor unos a otros como vuestro Dios les da a ustedes. Sean misericordiosos- con el corazón. Hagan buenas obras no tardando demasiado en realizarlas. Cada acto misericordioso que sale del corazón los acerca a Mi Hijo.” (18/03/01).

“Él se manifiesta a ustedes, parte el Pan con ustedes y les da palabras de amor para que las transformen en obras de misericordia y, de este modo, lleguen a ser testigos de la verdad. Por eso, hijos míos, no tengan miedo. Permitan que mi Hijo esté en ustedes; Él se servirá de ustedes para atender a aquellos que están heridos y para convertir a las almas perdidas. Por eso, hijos míos, regresen a la oración del Rosario. Récenlo con sentimientos de bondad, de sacrificio y de misericordia. Oren no solo con las palabras, sino también con obras de misericordia; oren con amor hacia todas las personas.” (02/12/16).

“Él quiere enseñarles a orar con palabras y sentimientos. Desea que siempre sean mejores, que vivan el amor misericordioso que es oración y sacrificio ilimitado por los demás. Hijos míos, denle a mi Hijo amor por el prójimo, denle a su prójimo palabras de consuelo, de compasión y obras de justicia. Todo lo que dan a los demás, apóstoles de mi amor, es acogido por mi Hijo como un regalo…Por eso, hijos míos, ámense los unos a los otros, permanezcan unidos por medio de mi Hijo.” (02/01/20).

“Pongan a Dios, queridos hijos, en el centro de su vivir y los frutos serán el amor hacia el prójimo y la alegría de testimoniar; y la santidad de su vida llegará a ser el testimonio verdadero de la fe.” (25/01/25).

Estos fragmentos de la pedagogía de la Reina de la Paz reflejan claramente lo ya revelado en la Sagrada Escritura, con respecto a la oración convertida en acción misericordiosa por el prójimo. La carta de Santiago es un evidente ejemplo de ello:

“Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero no viene con obras, ¿de qué le sirve? ¿Acaso lo salvará esa fe? Si un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse ni qué comer, y ustedes les dicen: «Que les vaya bien, caliéntense y aliméntense», sin darles lo necesario para el cuerpo; ¿de qué les sirve eso? Lo mismo ocurre con la fe: si no produce obras, muere sola. Y sería fácil decirle a uno: «Tú tienes fe, pero yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mi fe a través de las obras». ¿Tú crees que hay un solo Dios? Pues muy bien, pero eso lo creen también los demonios y tiemblan. ¿Será necesario demostrarte, si no lo sabes todavía, que la fe sin obras no tiene sentido? …Porque así como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe que no produce obras está muerta” (St 2, 14-20, 26).

Misericordia Activa: Obras Sociales Como Fruto de Medjugorje

Uno de los criterios positivos más evidentes sobre Medjugorje (que llevaron a la otorgación del Nihil Obstat por parte del Dicasterio para la Doctrina de la Fe en Septiembre de 2024) son las magníficas obras de caridad y justicia social surgidas en todo el mundo a raíz de este fenómeno. Entre ellas, como subraya la Nota del Dicasterio, “diversas comunidades y asociaciones, especialmente las que se ocupan de huérfanos, drogadictos, alcohólicos, niños con diferentes problemas y discapacitados.”[5] De estas obras sociales destacan la Aldea de la Madre (para niños huérfanos, fundada por el Padre Slavko Barbaric en 1993 durante la Guerra de los Balcanes), Mary’s Meals (las Comidas de María), la Comunidad Cenacolo (para jóvenes adictos al alcohol y drogas), y la asociación de las Manos de María (Marijine Ruke) de la misma Parroquia de Medjugorje, liderada por Jakov Colo, el menor de los seis videntes. Sin embargo, no deben ignorarse tampoco las obras de misericordia realizadas cotidianamente en el completo anonimato, por fieles devotos de la Reina de la Paz. Inspirados por Medjugorje, estos fieles descubrieron su llamado a servir a los demás en sus diferentes comunidades y países, en diversas vocaciones y estados de vida (sacerdocio, vida consagrada, misioneros laicos, etc.). Todos estos frutos de solidaridad y justicia social solo confirman la presencia y acción del Espíritu Santo en el mensaje de Medjugorje, y sus raíces profundamente bíblicas. Son una bella y concreta expresión de la misericordia, núcleo central del Evangelio, que como afirma el cardenal Walter Kasper, “se trata de superar el enfoque en nosotros mismos que nos hace sordos y ciegos a las necesidades físicas y espirituales de los demás. Se trata de romper con la dureza de nuestro corazón ante la llamada de Dios que percibimos al enfrentar la adversidad  de otros.”[6]

Conclusión: Justicia y Amor, la Clave de la Felicidad Humana

El llamado de la Reina de la Paz a actuar según el criterio evangélico basado en la justicia y amor por los demás es tan apremiante como lo fue desde los tiempos bíblicos. Su enseñanza permanece vigente, pues el mensaje del Evangelio no tiene fecha de caducidad, siendo la clave eterna que brinda la felicidad humana. La pedagogía de la Reina de la Paz, hoy en día, se refleja magistralmente en la reciente enseñanza del Papa León XIV: “Cristo es manifestación de un Dios compasivo. Creer en Él y seguirlo como sus discípulos significa dejarse transformar para que también nosotros podamos tener sus mismos sentimientos; un corazón que se conmueve, una mirada que ve y no pasa de largo, dos manos que socorren y alivian las heridas, los hombros fuertes que se hacen cargo de quien tiene necesidad…Si en lo íntimo de nuestra vida descubrimos que Cristo, como buen samaritano, nos ama y se hace cargo de nosotros, también nosotros somos impulsados a amar del mismo modo y seremos compasivos como Él. Sanados y amados por Cristo, nos convertimos también nosotros en signos de su amor y de su compasión en el mundo.”[7] Este es el camino seguro que conduce a la paz.

[1] Dicasterio para la Doctrina de la Fe, “La Reina de la Paz,” Nota Sobre la Experiencia Espiritual Vinculada a Medjugorje, 22, https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20240919_nota-esperienza-medjugorje_sp.html

[2] Padre Slavko Barbaric, OFM, Escuela del Amor (Medjugorje, Bosnia: Informativni Centar MIR Medjugorje, 2022), 63.

[3] Ibid, 7.

[4] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 42-43, https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html

[5] Ibid, 5.

[6] Walter Kasper. Mercy, the Essence of the Gospel and the Key to Christian Life (Mahwah, NJ: Paulist Press, 2013), 143.

[7] Papa León XIV, Homilía, 13 de Julio de 2025, https://www.vatican.va/content/leo-xiv/es/homilies/2025/documents/20250713-omelia-castelgandolfo.html

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