Queridos hermanos, reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María.

Te propongo que hoy continuemos de la mano de Jesús y de María nuestra peregrinación espiritual a través del camino de la meditación y de la oración que hemos comenzado con los dos artículos y reflexiones anteriores, a fin de anhelar desarrollar en nosotros el gozo espiritual y la alegría acerca de los cuales nos habla repetidamente Nuestra Madre en sus mensajes.

Por eso hoy, nos afianzamos en el deseo de la Reina de la Paz, que nos dice: “Deseo guiarlos y mostrarles la alegría a la que Yo deseo conducirlos a cada uno de ustedes” (Mensaje, 11 de diciembre de 1986).

Por lo cual quiero comenzar con un testimonio, pues estando en una oportunidad en la casa de Mirjana Soldo, conversábamos con ella, con su esposo Marco y con el padre Diego González (de la Comunidad Evangelizadora Mensajeros de la Paz), quien hacía apenas un par de meses había sido ordenado sacerdote por el arzobispo de Buenos Aires.

En un momento de la conversación Mirjana -que casi siempre está sonriendo, con una alegría que brota de su corazón-, le dijo al padre Diego con esa autoridad espiritual que es propia de los hijos de Dios: “nunca pierdas la alegría, ni esa sonrisa tan hermosa”.

Como entre nosotros hay confianza y a mí me gusta pelearla un poco, entonces intervine diciendo: “Que conserve la alegría está bien Mirjana, pero que sonría un poco menos”.

Entonces ella no se quedó atrás, y dirigiéndose al padre Diego, agregó: “tú no le hagas caso: sonríe, sonríe siempre”.

Como nos estábamos divirtiendo mucho en ese fluir del amor que hay entre los hijos de María, yo agregué bromeando: “¡Qué bonito… Una vidente alentando a la desobediencia!”. Y entonces los cuatro prorrumpimos en una carcajada de alegría.

¿Por qué te comparto esto? Porque para mí ha sido un hermoso testimonio del poder evangelizador que tiene la alegría y la sonrisa, y no puedo concebir un “Medjugoriano” y un hijo de Dios y de María que viva con el corazón nublado y con cara permanente de pepinillos en vinagre.

Por eso en estas reflexiones, que podrían ser algo semejante a un tratado acerca de la alegría, hoy vamos a ver cuáles son los medios para acrecentarla; y a continuación desarrollaremos tres puntos, para que practicándolos en nuestra vida, nuestro corazón sea liberado de toda opresión, y se desarrolle en nosotros el don de la alegría.

El punto que veremos en esta ocasión será: Algunos medios para conseguir la alegría.

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Medios para conseguir la alegría.

                                                                                     “Jesucristo, siempre nos sorprende con su constante creatividad divina”

(Papa Francisco  “Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium” 11).

 

  1. Pedirla al Señor:

La alegría espiritual es el fruto del Espíritu Santo.  San Juan Berckmans se mostraba siempre alegre, de modo que lo llamaban el santo alegre; sin embargo, en la Santa Misa él siempre pedía crecer en esta virtud.

 

  1. Pensar, sentir y razonar dignamente sobre Dios:

Debemos estar totalmente convencidos de que Dios quiere: perdonarnos, ayudarnos, salvarnos, bendecirnos…

 

  1. Agradecer frecuentemente al Señor:

Por todo lo que nos ha dado a lo largo de la vida, por los grandes bienes espirituales y materiales que poseemos y las gracias que esperamos poseer.

 

  1. Cantar y alabar en voz alta a Dios:

Como lo mandan las Sagradas Escrituras: proclamando tu alabanza en alta voz y narrando tus maravillas” (Sal. 26,7).

Santo Tomás de Aquino incluso aconseja que la alabanza sea, no solo con el pensamiento, sino también con los labios: “la alabanza oral es necesaria, no precisamente por parte de Dios, sino por el bien del que le alaba, cuyos afectos para con Dios así se enardecen, según aquello del salmo 49,23: El sacrificio de alabanza me honrará; servirá de camino para darle a conocer la salvación de Dios. Y cuanto más asciende el hombre por esta escala de la alabanza divina, tanto más se aparta de lo que va contra Dios, según aquel texto de Is 48,49: Te pondré como freno mi alabanza para que no perezcas. También es provechosa la alabanza de nuestros labios para estimular los afectos de los demás hacia Dios. De ahí lo que se nos dice en el salmo 33,2: Su alabanza estará siempre en mi boca. Y a continuación se añade (v.3.4): Que lo oigan los mansos y se alegren; cantad conmigo las grandezas del Señor”

Y además agrega que: “La alabanza con nuestros labios es inútil para quien la hace si no va acompañada de la alabanza del corazón, que habla interiormente a Dios mientras, una y otra vez, medita con afecto sus obras magníficas. Vale, sin embargo, la alabanza externa con palabras para estimular los sentimientos interiores del que ora y para mover a los otros a alabar a Dios. Más no alabamos a Dios para utilidad suya, sino para nuestro bien” [1].

Cuando a la alabanza se une el canto y hasta los instrumentos musicales, se favorece la obra restauradora de Dios en el corazón del creyente: “¡Aclamen con júbilo, justos, a Yahvé, que la alabanza es propia de hombres rectos! ¡Den gracias a Yahvé con la cítara, toque el arpa de diez cuerdas; cántenle un cántico nuevo, acompañen la música con aclamaciones!”[2].

Esto mismo afirma Santo Tomas cuando dice: “la alabanza vocal es necesaria para elevar los afectos del hombre hacia Dios. Por consiguiente, todo lo que puede resultar útil para este fin o bueno será incorporarlo a la alabanza divina. Ahora bien: es evidente que, de acuerdo con la diversidad de melodías, se generan diversas disposiciones en el espíritu humano, como consta por lo que dice el Filósofo en el VIII Polit. y Boecio en el prólogo sobre la Música. Por eso es saludable la práctica establecida de valerse del canto en la alabanza divina, con el fin de estimular más con él la devoción de los espíritus débiles. Tal es el motivo por el que San Agustín dice, en el libro X Confess.: Me siento inclinado a dar por buena la práctica del canto en la iglesia para que por el halago de mis oídos mi alma, demasiado débil, remonte su vuelo hacia afectos de piedad. Y, hablando de sus propios sentimientos, dice en el libro IX Confess. 11: Lloré con tus himnos y cánticos, muy emocionado con las voces de tu Iglesia, por lo suavemente que sonaban”.[3]

Por lo cual no puedo llegar a comprender a aquellos sacerdotes -e incluso laicos- que, en una actitud poco inculturada, no permiten en la liturgia el correcto uso de la guitarra y de otros instrumentos musicales, que como dice Santo Tomas, ayudan a elevar el alma para el encuentro con Dios y disponen a la virtud del gozo.  Tales sacerdotes necesitan que su rebaño los amen intensamente, y que oren por ellos, a fin de que puedan descubrir a Jesús como dador de gozo, de manera que teniendo en sus corazones el júbilo y el buen humor, puedan transmitir alegría a las ovejas del rebaño que más sufren.

Santo Tomás de Aquino subraya que existen especialmente tres medios que nos ayudan a rechazar los asaltos de Satanás.  Estos son: la alegría espiritual, la oración ferviente, el trabajo hecho con espíritu de fe.

 

  1. Obrar el bien con prontitud y simplicidad:

Haciendo las cosas con rectitud de intención y enseguida, sin razonar excesivamente.

También ayuda el obrar con libertad de espíritu, despreciando todo temor no fundado de ofensa a Dios; no esperando a hacer mañana lo que podemos hacer hoy.

Por otro lado, Santo Tomás de Aquino afirmaba: “La alegría espiritual arma al hombre contra Satanás; la alabanza de Dios es una fuerza que contribuye mucho a rechazar al diablo; el trabajo bien hecho elimina el ocio, terreno propicio para la acción de los demonios”.

 

  1. Tener la alegría, como materia del examen particular

Proponerse mostrar la alegría también exteriormente, principalmente tratando con el prójimo.  El jesuita padre Faber, compañero de san Ignacio decía: que era mucho mejor pecar de exceso que de defecto en esta virtud.

Un sacerdote o un laico, cuyo alegría está enraizada en Cristo, obtendrá muchos más frutos en su vida ministerial y no arruinará ni la propia salud, ni la de quienes están a su alrededor.

“¡Queridos hijos! Hoy los invito a todos a regocijarse continuamente por la vida que Dios les concede. Mis queridos hijos, regocíjense en Dios el Creador, porque El los ha creado de manera tan maravillosa. Oren para que sus vidas estén llenas de una gozosa acción de gracias que brote desde su corazón, como un río de alegría”.  Mensaje, 25 de agosto de 1988

Este artículo continuará más adelante, donde reflexionaremos en lo que nos enseñan los santos, y Nuestra Madre, acerca de cómo conservar la alegría en medio de las tribulaciones.

Si conoces a algún joven que necesite discernir su vocación y lo que Dios y la Virgen le piden, puedes ponerlo en contacto con nosotros, escribiendo a: diegoarmandopaz@hotmail.com

 

Padre Gustavo Jamut,

Oblato de la Virgen María

www.mensajerodelapaz.org.ar/

 

 

[1] Suma TeológicaII-IIae (Secunda secundae) q. 91, art. 1.2 y 3

[2] Sal. 33,1-3

[3] Suma TeológicaII-IIae (Secunda secundae) q. 91, art. 2.5.

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