Fue en vísperas del día de Santa Teresita del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia, que con una vida de humildad, sencillez y abandono, nos convoca al caminito de la infancia espiritual, del cual la santa carmelita nos da elocuente testimonio.

Fue en los brazos de María Santísima, donde el corazón sacerdotal del Padre Alfonso se fue gestando según el Corazón de Cristo, en la configuración sublime de “un hijo predilecto”, como  la Gospa lo dice en Medjugorje, abajándose y no ensalzándose, humillándose y no  engrandeciéndose, haciéndose siervo y no “ídolo de las alabanzas”. Es el misterioso y sobrenatural camino de “hacerse como niño”, en la escuela de santidad y amor materno de la Reina de la Paz.

No tenía miedo el Padre  Alfonso de mostrar siempre su rostro, sus convicciones y sus limitaciones. Su única garantía era el Señor, en quién depósito su existencia, y los brazos maternos de la Guadalupana, de quien se declaraba el más pequeño y fervoroso de sus hijos.

La humilde adhesión a la voluntad de Dios, fue la base de su profundo amor a Dios y a la familia humana, fue  la inspiración y la fuerza en su ministerio sacerdotal, en una época de significativas crisis que afectaban a México y el continente americano. El amor a Dios y a la Iglesia, la atención a la vida y a la dignidad de cada hombre hicieron de él un apóstol de la unidad contra la división, de la concordia ante el enfrentamiento, de la construcción común en las situaciones alegres y dolorosas para la Iglesia y las familias.

Es que la práctica de la sabiduría cristiana no consiste ni en la abundancia de palabras, ni en la habilidad para discutir, sino en la sincera y voluntaria humildad, que el Señor Jesucristo ha escogido y ensenado como verdadera fuerza desde el seno de su Madre hasta el suplicio de la Cruz. Y cuando los discípulos disputaron entre sí,  “quién sería el más grande en el reino de los cielos, Él, llamando a si a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: en verdad os digo, si no os mudáis haciéndoos como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de estos, éste será el más grande en el reino de los cielos” (San Mateo 18, 1-4).

Como dice San Alberto Magno, “el Señor ama la infancia, maestra de humildad, regla de inocencia, modelo de dulzura. Cristo ama la infancia; hacia ella orienta las costumbres de los mayores, hacia ella conduce a la ancianidad. A los que eleva al reino eterno los atrae a su propio ejemplo.”

Cuando en medio de los Retiros, Jornadas o Congresos, se escuchaba el lejano grito del Padre “Poncho”, “ya es la hora…todos al salón”, lejos de ser una actitud arrogante, era acogida como palabras fraternas, de paternidad y de caridad, de quien no temía “como un niño” de transmitir y compartir con todos el momento maravilloso de compartir el testimonio y los mensajes de la Reina de la Paz.  Todos fuimos testigos, de esa actitud de hijo y niño, que le regalo la Gospa, de un modo extraordinario, como gracia del cielo, a nuestro querido Padre, amigo  y hermano, Alfonso.

Particularmente, al tener noticia de su partida, ya pasados los días, la nostalgia no fue de haberle perdido, sino de que se nos haya adelantado. Generalmente llegaba antes que muchos de nosotros a los encuentros.

Gracias Gospa, ya que con tu manto Guadalupano nos has envuelto en la unión de una familia, donde ni las fronteras, ni los idiomas, ni la misma muerte pueden romper los vínculos de Fe, Esperanza y Caridad, que gesta en nuestros corazones el don de Medjugorje.

Gracias Gospa por el regalo de nuestro hermano “Padre Alfonso” y alcanza la indulgencia de tu Divino Hijo,  para quién es parte de nuestro hogar Medjugoriano en América, el descanso y la bienaventuranza eterna. Amén.

Atentamente en Jesús, María y José…Padre Patricio Javier

               REGNUM DEI

            “Cuius regni non erit finis”

                   Padrepatricio.com

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