Rezo del ViaCrucis con escenas de Medjugorje (texto fray Slavko Barbaric)

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

ORACIÓN INTRODUCTORIA:

Jesús, Tu Madre nos ha exhortado a meditar Tu pasión y Tu muerte, para honrar Tu cruz. Estoy dispuesto a seguirte con María, por el camino al Calvario, con el mismo amor con el que Ella Te acompañó. Deseo cargar mi cruz, como Tú lo hiciste con la Tuya. Quiero aprender Contigo, a ayudar a otros a cargar sus cruces y a levantarlos después de cada caída.

María, comienzo ahora a seguir Contigo a Jesús, por el camino al Calvario. Lo hago cargando mi propia cruz, la de mi família, la de la Iglesia y la del mundo entero. Quiero prestar mi hombro para apoyar cada cruz y ayudarlos a todos. Tú has dicho a los miembros de la comunidad parroquial de Medjugorje:

“Todos ustedes, los fieles de esta parroquia, deben cargar una cruz muy grande y pesada. ¡Pero no teman! Mi Hijo Jesús está aquí con ustedes, para ayudarlos a hacerlo”…

Estoy seguro, que también pronunciaste estas palabras, con el fin de alentarme a mí. Gracias Madre mía. Amén.

PRIMERA ESTACIÓN: Jesús, has sido condenado a muerte por Pilatos

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Pilatos convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo y les dijo: “Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho pues, que merezca la muerte”.» (Lc 23, 13-15)

«¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y, el brazo de Yahveh, ¿a quién se le reveló? Creció como un retoño delante de él como raíz de tierra árida. No tenía presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar… ¡Y con todo, eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz y con sus cardenales hemos sido curados.» (Is 57, 1-2; 4-5)

Jesús, aquí estoy yo frente a Ti. No me condenas, no buscas encontrar mi culpa, sino que quieres limpiarme de ella. Gracias Señor. ¡Como lamento en este momento, las veces que yo he condenado a otros; las veces que he hablado mal de mi prójimo; las veces que he permanecido callado ante las injusticias y el daño cometido contra otros!

Concédeme Señor, que de ahora en adelante, Te pertenezca completamente. Te pido también por todos aquellos que caminan Contigo por el camino de la Cruz. ¡Sé misericordioso con cada uno de ellos! Aparta cualquier condenación que pese sobre estos hijos Tuyos, así como las que ellos hayan lanzado sobre los demás. Haz Jesús, que a partir de este momento, todo hombre que esté en frente a otro hombre, sea como un hermano frente a otro hermano. ¡Ya no permitas que más hombres justos perezcan por la culpa de otros! ¡Haz que reine en el mundo el amor y la paz!
María, Tú escuchaste la condenación a muerte que fue dictada contra Jesús. Y sin embargo, Tú no condenaste a Tu vez a Sus victimarios. ¡Quédate junto a mí y junto a todos Tus hijos e hijas que meditan este Viacrucis!

Gracias porque Tú nos has dicho:

“¡Queridos hijos! Esta tarde en particular, os invito a ser perseverantes en las pruebas. Considerad cuánto sufre mi Hijo todavía hoy a causa de vuestros pecados. Por eso, cuando lleguen sufrimientos, ofrecedlos en sacrificio a Dios. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 29 de Marzo de 1984).

(En silencio, ofrece tus cruces y sufrimientos a Dios)

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús, cargas ahora la Cruz sobre Tus hombros

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Tomaron, pues, a Jesús, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,…» (Jn 19,17)

«Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca…» (Is 53, 4-7)

Jesús, cargaste mansamente Tu Cruz, porque en esos momentos, era ésa la voluntad del Padre. Permitiste que Te trataran con rudeza, para que nosotros no lo hiciéramos así con nuestros hermanos. En cambio yo, cuantas veces he querido sacudirme la cruz, buscando el camino más fácil. ¡Como lo lamento, Señor!

Deploro también esas ocasiones en que he evadido la cruz del amor y la paciencia, cargando en su lugar la cruz de la enemistad, del odio, del egoísmo, de la impaciencia. Ahora me doy cuenta que con mis comportamientos, impuse cruces muy penosas sobre los hombros de mi prójimo.

¡Perdóname! De ahora en adelante, quiero aceptar mi cruz como Tú lo hiciste… Perdono en este momento a todos aquellos que con sus pecados, cargaron sobre mí cruces pesadas, muy pesadas. Te pido Señor, por los que me han insultado, por los que no me han amado, por los que no han perdonado mis debilidades y pecados, sino que pagaron mis ofensas con resentimiento y maldad. Yo los perdono. Por favor Señor, ¡perdónalos Tú también!

María, ahora percibo más claramente Tu presencia junto a mí. Con tu oración, alcánzame la gracia de estar siempre dispuesto a aceptar y a cargar con mi cruz. Gracias por haberme exhortado a orar, para poder en todo momento acoger con amor cualquier sufrimiento.

Queridos hijos, en estos días mientras celebráis con alegría la Fiesta de la Santa Cruz, deseo que también su cruz sea una alegría. De modo especial, orad, queridos hijos, para poder aceptar las enfermedades y los sufrimientos con amor, tal como Jesús los aceptó. Sólo así podré daros con alegría las gracias y las curaciones que Jesús me concede. Gracias por haber respondido a mi llamada”. ( Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 11/09/1986).

¡María, nunca Te canses de enseñarme a aceptar y a cargar mi cruz!

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

TERCERA ESTACIÓN: Jesús, caes por primera vez bajo el peso de la Cruz

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles, me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.» (1 Cor 9, 22)

«Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: “El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”.» (Mt 8, 16-17)

Jesús, observo como has caído bajo el peso de la cruz. Sé que aun las cruces que han sido aceptadas por voluntad propia, llegan a ser muy pesadas. No hubieras tenido que caer.

Podrías haber llamado a legiones de ángeles y no habrías caído. Pero escogiste el camino del hombre que sufre. Te hiciste en todo igual a nosotros, excepto en el pecado. ¡Gracias Señor!

Cuando pienso ahora en las caídas de mi amor, de mi fe, de mi esperanza, sólo puedo decir: ¡perdóname Señor! Tantas veces he hecho a un lado mi cruz y me he negado a cargarla, de tal manera que han sido otros los que han caído bajo su peso. Perdóname, porque muy a menudo, mi amor ha sido tan sólo un suspiro. Igualmente mi fe y mi esperanza han sucumbido en muchas ocasiones, dando paso a la desesperación.

Jesús, Te doy las gracias porque no Te rendiste ante Tu caída. Gracias, porque no dijiste al Padre: “¡No puedo más! Te levantaste y continuaste Tu camino. Señor, dame Tu fortaleza para levantarme yo también después de cada caída y ayúdame a no seguir cayendo.

Al mismo tiempo, Te pido por todos aquellos que se han cruzado en mi camino, sin que yo hubiera estado dispuesto a ayudarlos a emerger de sus problemas. ¡Señor, concédeles la gracia de levantarse y enséñame a mí a ayudar a otros, a hacerlo también!

Salvador mío, cuantos en el mundo, al haber meditado esta estación del Viacrucis, habían decidido no volver a caer. Pudiera ser, que ahora se encuentren abrumados por la cruz del sufrimiento, del pecado y el mal. ¡Que Tu misericordia los alcance Señor y que los ayude a ponerse nuevamente de pie!

Jesús, la paz del mundo ha caído bajo el peso del rencor. La justicia y el amor han caído bajo el peso de la obsesión por el dinero y las posesiones materiales. Muchos se encuentran de tal manera atados a sus bienes terrenos, que no piensan siquiera en levantarse. Jesús mío, Tú caíste para que todos ellos pudieran incorporarse. ¡Concédenos a todos la gracia de levantarnos una vez más, para proseguir por el camino de la resurrección!

(Ora por aquella persona que sabes que está viviendo en estos momentos una gran tribulación)

María, con impotencia observaste la caída de Tu Hijo. Sin embargo, Tu presencia y Tu fidelidad seguramente fueron de gran consuelo para El. Gracias por habernos prometido, que también estarías a nuestro lado.

Queridos hijos, vosotros no sois conscientes de las gracias que el Señor os concede. Vosotros no deseáis poneros en movimiento en estos días, en los que el Espíritu Santo está obrando de un modo especial. Vuestros corazones están vueltos hacia los bienes materiales y esos bienes os absorben. Volved vuestros corazones a la oración y pedid que el Espíritu Santo se derrame sobre vosotros. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 9/05/1985).

¡María, muévenos a levantarnos de nuevo para continuar cargando nuestra cruz de cada día y alcánzanos la gracia, de ser sanados por la primera caída de Tu Hijo!

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

CUARTA ESTACIÓN: Jesús, Te encuentras con María, Tu Madre siempre fiel

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta, con el que Yahveh me ha herido el día de su ardiente cólera … me ha dejado desolada, todo el día dolorida.

Por eso lloro yo; mi ojo, mi ojo se va en agua porque está lejos de mí el consolador que reanime mi alma» (Lam 1, 12…16)

María, Te encontraste con Tu Hijo en el camino al Calvario. Lo único que pudiste darle en ese momento, fue una mirada de consuelo. Con toda certeza, lograste ver en sus ojos que El había aceptado esos sufrimientos y cargar con Su Cruz, para salvarnos a todos. ¡María Te doy las gracias, por no haber huido! Tu amor fue más fuerte que la amargura y cuando sus miradas se encontraron, los dos aceptaron nuevamente la voluntad del Padre. Ambos sufrieron y no obstante, cargaron la Cruz con amor y devoción.

¡María, con Tu oración, alcanza para mí una fidelidad igual a la de Jesús y a la Tuya!

Jesús, perdóname porque hasta ahora, he evitado encontrarme verdaderamente Contigo. Cuando he accedido a hacerlo, frecuentemente se ha tratado tan sólo de un encuentro superficial. ¡Concéneme Señor, que nunca más rehuya yo Tu presencia!

Quisiera también, que en adelante mis encuentros con otros estuvieran siempre marcados por el amor, a pesar de mis sufrimientos o los de ellos. Nunca más quiero volver a huir de nadie. Por eso Señor, Te pido también, por aquellos que sufren y no encuentran a alguien dispuesto a ayudarlos. Oro a Ti Señor, en favor de todos los que son rechazados por los demás,…

Jesús, asimismo quiero pedirte por los que rezan con devoción este Viacrucis. ¡Permíteles encontrarse Contigo y, por favor Señor, encuéntralos Tú también! ¡Haz que cambien sus vidas y que puedan siempre ofrecer cualquier sufrimiento, por su propio bien y para glorificar al Padre!

María, muchas personas –atraídas por tihan decidido ascender al monte Krizevac. Acompáñalos en su camino, como lo hiciste con Jesús. Haz que su mirada se encuentre con la de cada peregrino, de tal manera que regresen a casa, confortados por Ti y continúen el curso de sus vidas llenos de esperanza.

Gracias por tu advertencia:

¡Queridos hijos! No, vosotros no sabéis amar y no sabéis escuchar con amor las palabras que Yo os doy. Daos cuenta, mis amados hijos, que Yo soy vuestra Madre y que he venido a la tierra para enseñaros a escuchar por amor, a orar con amor y no obligados a causa de la cruz que lleváis. Con la cruz Dios es glorificado en cada hombre. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 29/11/1984).

María, hoy quiero aprender a cargar mi cruz con amor y a encontrarme también con amor con aquellos que al igual que yo cargan su propia cruz…

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

QUINTA ESTACIÓN: Jesús, Simón de Cirene Te ayuda a llevar Tu Cruz

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Cuando le llevaban echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.» (Lc 23, 26)

«…antes habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo. Bienaventurados vosotros si por el nombre de Cristo sois ultrajados, porque el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.» (1P 4, 14-14)

Jesús mío, aquellos que tenían bajo sus responsabilidades la tarea de torturarte lo más posible y crucificarte lo antes posible, buscaron a alguien que Te ayudara a cargar la cruz. Forzaron a un hombre a hacerlo, a Simón de Cirene, que regresaba de haber estado en el Templo para la Pascua.

Simón, ¿qué sentiste al ayudar a Jesús? No habrás murmurado en tu interior: ¿por qué he de cargar la cruz de otro, que merece este castigo de acuerdo a la ley? He de compartir yo su desgracia? Simón, entiendo tu reticencia y tu murmuración. Pero finalmente ayudaste a cargar la cruz de Aquel, que supo encontrar la manera de agradecértelo. Todos te bendecimos Simón, porque seguramente Jesús te recompensó con la vida eterna. ¡Gracias Señor por haber aceptado esta ayuda!

¡Permíteme reconocerte Señor, en cada hombre que sufre! Permíteme entender, que yo puedo recibir una bendición mayor a la de Simón, porque puedo ayudarte cada día a cargar Tu cruz. Ayúdame a aprovechar cualquier oportunidad, de tal manera que me regocije con la alegría de poseer, ya desde aquí, la vida eterna.

Jesús, Te pido por aquellos a quienes me he rehusado a socorrer en sus problemas. Perdóname a mí y ¡sánalos a ellos de las heridas que yo les causé con mi actitud!

Gracias por los que he aceptado ayudar en Tu nombre y por los que me han ayudado a mí en nombre Tuyo también. Al mismo tiempo Te ruego por los que en estos momentos están dispuestos a socorrer a los demás, y es que ellos Te aman en sus hermanos en desgracia.

Jesús, aquí en el Krizevac, muchos buscan a un Cireneo. ¡Hazles sentir, cuán cerca estéás Tú de ellos y que regresen a sus casas, dispuestos a ayudar igualmente a otros con sus cruces, compartiendo así Tus sufrimientos!

María, gracias por Tu disponibilidad para enseñarme a reconocer y a amar a mis hermanos y hermanas, en cada persona que sufre. Gracias por asegurarme, que aún hoy puedo ayudar a Jesús:

Queridos hijos, os invito a que ayudéis a Jesús con vuestras oraciones para la realización de todos los planes que Él está cumpliendo aquí. Presentad también vuestros sacrificios a Jesús, para que se realice todo lo que Él ha dispuesto y para que satanás no pueda hacer nada. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 9/01/1986).

María, Contigo yo ofrezco a Jesús mis oraciones, mis sacrificios y mi vida por la realización de sus planes de amor y de paz para el mundo.

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

SEXTA ESTACIÓN: Jesús, la Verónica enjuga Tu rostro

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Eres el más hermoso de los hijos de los hombres…» (Sal 45, 3)

«…No hay en él parecer, no hay hermosura para que le miremos, ni apariencia para que en él nos complazcamos. Despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta…» (Is 53, 2-3)

«Escúchame en seguida Señor que me falta el aliento. No me escondas tu rostro. Igual que los que bajan a la fosa…» (Sal 143, 7) “Haz resplandecer Tu rostro sobre Tu siervo…” (Sal 31, 17)

Jesús, también deformaron Tu rostro. La sangre se mezcló con el sudor, quedaste irreconocible. Y sin embargo, Tu corazón fue siempre lo más bello de Ti y es por eso que Tu rostro era hermoso. Tu belleza interior siguió resplandeciendo, aun a la hora de Tu humillación y Tu oprobio.

Fue entonces que una valerosa mujer se acercó a Ti y enjugó Tu rostro desfigurado. Nunca dejaste de ser agradecido y Verónica se dio cuenta, de que Tu faz había quedado impresa en su pañuelo…

Oh Señor, en medio de la hostilidad hacia a Ti, hubo alguien que recordó que habías pasado Tu vida haciendo sólo el bien; enjugando lágrimas de amargura y angustia, lágrimas provocadas por el sufrimiento y el dolor. Gracias Verónica, porque no tuviste miedo de enfrentar insultos y humillaciones, al ayudar a un condenado a muerte.

¡Como lamento Señor, en tantas ocasiones haber desfigurado mi rostro y el de los demás con mis pecados y ofensas! Ya desde entonces Tú te identificaste con nosotros, los pecadores. De hecho, ha sido también mi iniquidad la que ha desfigurado Tu faz divina. Yo sé que Tú hubieses querido que mi rostro y mi vida fuesen un reflejo de Tu propio rostro y Tu propia vida. Lo he olvidado y muy a menudo he impedido que Tu luz resplandeciese en mí, para iluminar a otros. Por favor, Jesús, purifica mi rostro de toda mancha e iniquidad, para que a partir de ahora Tu esplendor pueda brillar a través de mí.

Te pido Señor, por todos aquellos que habiéndose vuelto hacia mí, en busca de amor y comprensión, quedaron paralizados ante la oscuridad que encontraron en mi mirada, llena de egoísmo y soberbia. ¡Permite Jesús, que de ahora en adelante, Tu rostro y Tu luz brille a través de nosotros para iluminar a toda la humanidad!

Gracias por aquellos que en ese día socorren a sus hermanos y hermanas más rechazados y que al hacerlo, Te aman a Ti en ellos.

Jesús, Te pido especialmente que ayudes a que desaparezcan entre mis compatriotas las blasfemias, con las que muchas veces profanamos Tu rostro y tu nombre. Tu honor y Tu gloria. ¡Perdónanos Señor y concédenos nuevas gracias!

María, en Tu corazón agradeciste a Verónica esta pequeña atención a Tu Hijo. Alcánzanos con tu oración, el regalo maravilloso de que el rostro de Jesús se refleje en todos los que meditamos este Viacrucis. Yo sé, que éste ha sido también Tu deseo.

Queridos hijos, hoy os invito a que os decidáis a vivir los mensajes que os estoy dando. Deseo que seáis activos en vivir y comunicar los mensajes. De modo especial, queridos hijos, deseo que todos seáis un reflejo de Jesús que ilumine a este mundo infiel que camina en tinieblas. Deseo que todos seáis luz para los otros y que déis testimonio de la luz. Queridos hijos, vosotros no habéis sido llamados a las tinieblas sino a la luz. Por tanto, vivid la luz con vuestras vidas. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 5/06/1986).

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

SÉPTIMA ESTACIÓN: Jesús, caes por segunda vez bajo el peso de la Cruz

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«… Y yo, gusano que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo, todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza;… Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas. Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; Tú me sumes en el polvo de la muerte…» (Sal 22, 7-9. 15-17)

Jesús después de los encuentros con tu Madre, Simón y Verónica, que Te llenaron de consuelo, caíste nuevamente. Seguramente que esta caída fue más dura y dolorosa que la primera. Te encontrabas en medio del odio y la perversidad de los hombres y mientras más débil Te veían, más se enseñaban Contigo. A pesar de ello, continuaste en silencio Tu penoso camino.

¡Gracias Jesús, por seguir adelante Tu jornada, por Tu caída y por levantarte de nuevo!

¡Perdona mis caídas Señor! Perdóname, porque no persevero en mi decisión de enmienda. Fácilmente olvido el propósito de mi propia jornada y mi destino y quedo inmovilizado, bajo el peso de mis malos hábitos. Jesús, ahora quiero levantarme nuevamente y prometo levantarme cada vez que caiga. ¡Gracias por ser tan paciente conmigo!
En ésta, Tu segunda caída, oro Señor a favor de todos los que –habiendo caído– están decepcionados de sí mismos y ya no confían más en Tu misericordia divina. Ayúdalos a levantarse. No permitas Jesús, que más hombres se queden atrapados bajo el peso de sus pecados y los problemas de esta vida.

¡Haz que todos los corazones fluya el deseo de comenzar una vez más!

Jesús mío. Te pido también por todos aquellos que han decidido comenzar una vida nueva, alentados por la Santísima Virgen María, pero que han vuelto a caer, empujados por la fuerza de las pasiones y los malos hábitos. ¡No dejes que continúen en pecado! Ayúdalos a aceptar con humildad y sencillez su caída. No permitas que nadie sea tentado más allá de sus fuerzas.

Gracias María, por estas apariciones Tuyas, porque a raíz de ellas, muchos se han levantado al sentir Tu amor maternal. Haz que Tus bellas palabras, llenas de aliento y consuelo, resuenen en mi corazón:

Queridos hijos, en este tiempo de preparación al aniversario invito a los fieles de la parroquia a que oren más y a que su oración sea un signo de su abandono a Dios. Queridos hijos, sé que vosotros estáis cansados y es porque no sabéis abandonaros en mí. En estos días abandonaos totalmente a mí. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 13/06/1985).

María, oro a Ti por esta parroquia, por mí mismo y por todos los peregrinos. Que no haya más fatiga, haz que el amor sea más grande que cualquier fatiga, de modo que seamos capaces de comenzar de nuevo, a caminar junto a Ti…

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

OCTAVA ESTACIÓN: Jesús, Consuelas ahora a las mujeres de Jerusalén

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«…En cuanto a aquel a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito. Aquel día será grande la lamentación en Jerusalén, como la lamentación de Hadad Rimmón en la Llanura de Meguiddó. Y se lamentará el país, cada família aparte:…» (Zac 12, 10b-12a)

«Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las Colinas: ¡Cubridnos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco, ¿Qué se hará?”» (Lc 23, 27-30)

¡Oh Jesús, manso y humilde de corazón! Tu pasión no Te hizo ciego ni sordo, viste a las mujeres llorando por Ti y sobre Ti… Nunca Te gustó la palabra que no fuera sincera. Tú, la víctima que sufrió para salvar a toda la humanidad, no quisiste que Tu pasión y Tu cruz inspiraran una compasión vana, sino la determinación profunda de cambiar la vida.

¡Gracias Señor!

¡Jesús, perdóname por buscar el consuelo, en donde no lograría hallarlo! A causa de mi amor propio, demasiadas veces ha pasado por alto la verdad, halagando y mintiendo en su lugar. No he tenido el valor de decirla con amor. Me engaño a mi mismo y a los demás, con palabras de adulación. Perdona mi falta de sinceridad y el miedo que me ha inducido a no defender siempre y con amor la verdad.

Ayúdame Señor, para que en el futuro nunca me deje nuevamente llevar por un consuelo falso; que nunca más lo acepte para mí, ni lo ofrezca yo a otros. Quiero vivir en Tu luz mi verdad con los demás.

¡Perdona Señor, a los padres de familia y a todos aquellos que a menudo enseñan a los niños y a los adolescentes, a cerrar sus ojos a la verdad, de tal manera que nunca aprenden a hablar a otros con sinceridad! ¡Perdona también a toda Tu Iglesia, por haber frecuentemente buscado soluciones superfluas a los problemas del mundo, olvidando que la única perfección se logra a través del amor y el perdón!

María, gracias por Tus palabras, las cuales me vienen a la mente en esta Estación:

Queridos hijos, deseo guiaros pero vosotros no queréis escuchar mis mensajes. Hoy os invito a escuchar los mensajes y así podréis vivir todo lo que Dios me dice que debo transmitiros. Ábríos a Dios y Dios obrará por medio de vosotros y os concederá todo lo que necesitáis. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 25/07/1985).

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

NOVENA ESTACIÓN: Jesús, caes por tercera vez bajo el peso de la Cruz

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«¿En dónde golpearos ya, si seguís contumaces? La cabeza toda esta enferma, toda entraña doliente. De la planta del pie a la cabeza no hay en él cosa sana; golpes, magulladuras y heridas frescas, ni cerradas ni vendadas, ni ablandadas con aceite.» (Is 1, 5-6)

«Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas…» (Is 53, 5)

«La piedra que los constructores desecharon en piedra angular se ha convertido; ésta ha sido la obra de Yahveh,…» ( Sal 118, 22-23ª)

Jesús, ¿qué más puedo decir ante esta nueva caída? Caigo de rodillas y veo con el corazón, lo que Te está sucediendo. Has sido aplastado hasta el final. Aun aquellos que Te conducían al lugar de Tu crucifixión, se estaban volviendo impacientes, a causa de Tus caídas. Porque éstas retrasaban sus planes. Tú, sin embargo, fuiste paciente con ambos: Contigo mismo y con ellos. Los perdonaste Señor y ofreciste al Padre por nosotros Tus heridas y los golpes ocasionados por Tus caídas. ¡Gracias Jesús!

Perdóname Señor, porque frecuentemente he sido impaciente con los pequeños y los débiles, mientras que al mismo tiempo, he sentido temor ante los más poderosos y he dudado en defender la verdad. Jesús, perdóname porque en muchas ocasiones, mi amor ha fallado y no he vendado las heridas de otros ni he evitado sus caídas. Por eso Te pido por todos aquellos, de cuyas caídas y pecados yo soy el responsable. ¡Ayúdalos Tú a ellos ahora, Señor!

Oro a Ti Jesús, a favor de esas familias que han sido aplastadas por los pecados de los padres; por las discusiones y peleas entre los cónyuges; por la discordia entre hijos y padres; por las dudas y la desconfianza; por las blasfemias; por el alcoholismo y por el asesinato de vidas inocentes en el seno materno. ¡Jesús, ayúdalas a levantarse y a comenzar un nuevo camino!

Te ruego también, por los jóvenes que han caído en la adicción a las drogas y al alcohol. Aquí, ante la más difícil de Tus caídas, oro por los adictos más empedernidos y que sin embargo, andan en busca de Tu ayuda.

¡Jesús, sé la piedra angular de todos nosotros! ¡No permitas jamás que Te neguemos, para que nuestra familia sea siempre salva! El día de hoy el mundo Te ha vuelto a rechazar en varios aspectos. A consecuencia de esta obstinación, infinidad de familias se desintegran y muchos países decaen. ¡Oh Jesús, sé nuestra piedra angular, para que a Tu lado, nuestro camino sea siempre recto!

María, Tu también experimentaste esta caída. Una nueva espada de dolor atravesó Tu corazón. Continuaste sufriendo y ofreciendo las caídas, para que todos nosotros lográramos levantarnos. Gracias, oh María, por Tus palabras que ahora recuerdo y me llenan de aliento:

Queridos hijos, hoy os quiero decir que el Señor os enviará pruebas que vosotros podréis superar con la oración. Dios os prueba a través de las ocupaciones cotidianas. Por lo tanto, orad para poder superar cada prueba con paz. A través de cada prueba salid más abiertos a Dios y acercaos a Él con amor. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 22/08/1985).

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

DÉCIMA ESTACIÓN: Jesús, eres despojado de Tus vestidos y Te dan a beber vinagre

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Los soldados, (…), tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado y la túnica.» (Jn 19,23)

« Mortificad vuestros miembros terrenos, la fornicación, la impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una especie de idolatría, por las cuales viene la cólera de Dios sobre los hijos de la rebeldía, y en las que también vosotros anduvisteis en un tiempo, cuando vivíais en ellas. Pero ahora deponed también esas cosas: ira, indignación, maldad, maledicencia y torpe lenguaje. No os engañéis unos a otros; despojaos del hombre viejo con todas sus obras y vestíos del nuevo, que sin cesar se renueva para lograr el perfecto conocimiento, según la imagen de su Creador,…» (Col 3, 5-10)

Jesús, me avergüenzo de lo que hicieron Contigo. Te despojaron de Tus vestimentas y quedaste desnudo, sin ropa alguna. Tú, el Verbo Divino, por quien fueron creadas y espléndidamente ordenadas todas las cosas, fuiste desposeído del todo. Y Tú lo permitiste, con el propósito de arrancar de nosotros la maldición del pecado y la muerte, para revisarnos con la bendición de la vida y la resurrección. ¡Gracias Señor!

¡Jesús, perdóname por haber caído en las pasiones; por haber sido indulgente con los placeres carnales, en detrimento de mi espíritu y mi alma! Perdóname por haber siempre dado mayor importancia a las necesidades del cuerpo que a las del espíritu.

¡Dame la gracia de la conversión! Haz que tu gracia cambie mis viejas vestimentas por otras nuevas, de tal manera que a partir de ahora, viva yo de acuerdo a la ley del espíritu. ¡Ayúdame a desprenderme de cualquier vicio: fornicación, impureza, avaricia, cólera, ira!

Señor, Te pido que concedas esto mismo a los peregrinos que vienen aquí. Haz que regresen a casa renovados. Haz que las leyes del espíritu superen a las de la carne y que podamos ser testigos de esta vida nueva que Tú nos ganaste, con Tu pasión y Tu muerte. ¡Que todos seamos revestidos con vestiduras relucientes de bondad!

¡Perdona a todo individuo que haya pecado de impureza, fornicación y cualquier clase de perversión! ¡Jesús mío, gracias por darme la capacidad de pedir todo esto con una nueva esperanza!

María, ¿cómo Te habrás sentido Tú en esta Estación? No soy capaz de imaginarlo y menos aún de sentirlo siquiera. Te acompaño en Tus sentimientos y deseo que me enseñes a vivir, regido por el espíritu. Gracias por las palabras que pronunciaste:

Queridos hijos, día tras día deseo revestíos de santidad, de bondad, de obediencia y de amor a Dios, a fin de que día a día seáis más hermosos y estéis más dispuestos para el Señor. Queridos hijos, escuchad y vivid mis mensajes. Yo deseo guiaros. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 24/10/1985).

María, gracias por no avergonzarte ante la desnudez de mi pecado y gracias, porque deseas revestirme con tan hermosas vestiduras.

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

UNDÉCIMA ESTACIÓN: Jesús, eres clavado en la Cruz

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Me rodean como perros, me cerca una turba de malvados, han taladrado mis manos y mis pies. …y puedo contar todos mis huesos, Ellos me miran y contemplan. Se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica.» (Sal 22, 17-19)

«…Y vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y en vuestra carne incircuncisa, os vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros delitos. Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en la cruz.» (Col 2, 13-14)

¡Oh Jesús, la cruz que has venido cargando y que ha golpeado duramente Tus hombros, ya muy lastimados, se convierte ahora para Ti en áspero lecho! Los dolores que padeciste, mientras eras clavado en la cruz, nunca nadie podrá ser capaz de describirlos…

Jesús, Tú abriste un nuevo camino de salvación, cuando Te abstuviste de responder a las injurias; cuando no buscaste vengarte de lo que hicieron Contigo. ¡Gracias Varón de dolores! Tus sufrimientos nos redimieron a nosotros los hombres, porque Tú amaste en el sufrimiento y sufriste en el amor.

Perdóname Jesús, porque con mi comportamiento he clavado a otros a la cruz del oprobio; porque con mi ira he provocado en otros el temor y la ansiedad; porque con mi rencor he clavado la puerta de mi corazón, impidiendo a otros la entrada. ¡Redímeme Señor, de mis deseos injustos y de los hábitos perniciosos que me crucifican!

¡Oh Jesús, redime a los pobres que han sido clavados a la cruz de la indigencia, a causa de la explotación y el indigno comportamiento de los poderosos! Redime a todos los hijos que son crucificados por el comportamiento de sus padres. Redime Jesús, cualquier crucifixión y tensión que exista entre los gobiernos y los pueblos.

¡Ayúdanos en cambio, a crucificar toda pasión, toda ira, toda soberbia, para que en su lugar puedan nacer la paz y el amor, la reconciliación y la comprensión!

María, en Tu corazón resonó el eco de cada uno de los golpes del martillo que hundió los clavos en las manos y en los pies de Jesús. Lo soportaste y no Te derrumbaste ¡Gracias por amarme y porque deseas conducirme a la salvación! ¡Madre, ayúdame a destruir todo aquello que me crucifica interiormente y con lo que crucifico a los demás, para que de ahora en adelante sea yo crucificado sólo por el amor hacia los demás!

Gracias por estas palabras Tuyas:

Queridos hijos, hoy también os invito a que os abráis más a Dios para que Él pueda actuar a través de vosotros. En la medida en que os abráis, recogeréis los frutos. Deseo invitaros nuevamente a la oración. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 6/03/1986).

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

DUODÉCIMA ESTACIÓN: Jesús, mueres en la Cruz

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«…Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con El graciosamente todas las cosas?» (Rom 8, 31-32)

«Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas. Él que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; al que al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer no amenazaba, sino que se ponía en manos de Aquel que juzga todo con justicia; el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados a su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la Justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.» (1P 2, 21-25)

«…y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.» (Flp 2,8)

«Junto a la cruz de Jesús estaba su madre…» (Jn 19,25)

Jesús mío, mira hasta donde Te ha llevado el amor por nosotros y la obediencia al Padre.

¿Quién podrá penetrar jamás el misterio de Tu amor? ¡Gracias por habernos tenido un amor tan grande, que ni aun nosotros logramos entender! ¡Permite que Tu corazón traspasado sea nuestra salvación!

Quiero corresponder a Tu amor. Me arrodillo ante Tu Cruz y quiero oír y escuchar con amor Tu palabra… Haz que penetre en mi corazón , como lo hizo en el corazón de Tu Madre, que tuvo la entereza suficiente para permanecer al pie de Tu Cruz.

(Guarda silencio por unos momentos)

¡Padre Celestial, gracias por haber confiado tan grande misión a Tu Hijo Jesucristo! ¡Gracias porque El la cumplió, aun hasta aceptar Su muerte en la Cruz! ¡Gracias por haber escuchado Su oración para que nos perdonaras!

Yo también quiero perdonar a todos los que me han injuriado. Oro asimismo a favor de aquellos, que aún no se deciden a perdonar. Haz que Tu misericordia divina y los sufrimientos de Jesús los muevan a hacerlo,
¡para que así venga a todos los hombres la paz!

María no fue fácil para Ti entender la voluntad del Padre. No obstante, la aceptaste en unión con Tu Hijo. ¡Gracias María, por habernos aceptado como hijos Tuyos! ¡Gracias Juan, por haber aceptado a María en nombre de todos nosotros y por que con esta actitud, expresaste a Ella no sólo Tu gratitud, sino la nuestra también!

Te agradezco María, este llamado Tuyo:

Queridos hijos, en estos días os invito a poner la Cruz en el centro de todo. Orad especialmente ante la Cruz, porque de ella se derraman grandes gracias. En estos días, haced en vuestras casas una consagración especial a la Cruz. Prometed no ofender más a Jesús ni a la Cruz y que no pronunciaréis más blasfemias. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 12/09/1985).

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

DECIMOTERCERA ESTACIÓN: Jesús, eres bajado de la Cruz y recibido en el regazo de Tu Madre

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás: Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el reino de Dios. Se presentó a Pilatos y le pidió el cuerpo de Jesús y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.» (Lc 23, 50-53)

¡Oh Jesús, terminaste Tu vida en este mundo, en medio de terribles sufrimientos! Moriste como un héroe, por el amor y el perdón. Encomendaste Tu Espíritu en las manos del Padre y Te llevaste Contigo al buen ladrón que había sido crucificado junto a Ti, porque Te había pedido que Te acordaras de él. ¡Gracias Jesús, por haber venido a nosotros! ¡Gracias por cada palabra, por cada obra y por cada signo con los que nos mostraste cuanto nos amabas!

María, Tú estuviste al pie de la Cruz. Todo lo viste y lo escuchaste, todo lo sufriste y lo soportaste. Ahora abrazas a Tu Hijo en Tu regazo materno, antes de Su entierro. Con cuánto amor y ternura lo habrás recibido en Tus brazos, una vez que fue desclavado de la cruz. ¿Cómo comprender Tu dolor Madre, cómo poder explicarlo?

María, gracias por tu regazo materno, lleno de calor. Gracias por haber concebido a Jesús en Tu seno y por haberlo llevado en Tus brazos para presentarlo al Templo.

¡Gracias, porque el Hijo de Dios se hizo hombre y se convirtió en Salvador nuestro en Tu seno! ¡Gracias por recibirlo en Tus brazos, una vez que fue asesinado por aquellos que lo clavaron a la Cruz! ¡Gracias por haberlo devuelto a la tierra, llena de fe y esperanza!

Ahora María, por intercesión Tuya, pido perdón a Dios por cada uno de los pecados que he cometido, congelando mi corazón, esparciendo hielo y desaliento por doquier. Gracias por estar dispuesto a tomarme en Tus brazos maternales, para consolarme y llevarme a continuar el camino que me conduce a Jesús.

María, te pido por todos Tus hijos del mundo, especialmente por aquellos cuyo corazón está congelado también por el hielo del pecado. Hace tiempo que éste les dio muerte, de tal manera que se encuentran al borde de la oscuridad eterna. ¡Bájalos de sus cruces y devuélvalos a la vida, alcanzando para ellos del Padre la gracia del arrepentimiento, por el poder del Espíritu Santo!

María, asimismo Te encomiendo de manera particular a los niños abandonados, que no conocen el calor del regazo de una madre. Por favor, ¡sé Tú la madre para ellos y devuélveles el deseo de vivir! María, te ofrezco igualmente mi oración, por aquellas madres, cuyos senos se han convertido en sepulcros para la vida, porque han matado o abandonado a sus hijos. ¡Haz que Jesús restaure en ellas la vida! ¡Ora Madre mía, para que los senos maternos revivan y que nunca más sean sepulcros sino fuentes de vida! María, gracias por estas palabras:

¡Queridos hijos! Ya os he dicho que os he escogido de manera especial, tal como sois. Yo, la Madre, os amo a todos. Y en los momentos difíciles, ¡no tengáis miedo! Porque Yo os amo aún cuando estéis lejos de Mí y de mi Hijo. Os ruego que no permitáis que mi Corazón llore lágrimas de sangre a causa de las almas que se pierden en el pecado. Por eso, queridos hijos, ¡oren, oren, oren! Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 24/05/1984).

María, de ahora en adelante, quiero ofrecerte mis oraciones por la salvación de todos!

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

DECIMOCUARTA ESTACIÓN: Jesús, eres colocado en el sepulcro

Te adoramos, Cristo, y te glorificamos,
R: Porque por Tu Santa Cruz redimiste al mundo!

«…y se puso su sepultura entre los malvados y con los más ricos su tumba, por más que no hizo atropello, ni hubo engaño en su boca.» (Is 53, 9)

«Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan y hasta mi carne en seguro descansa; pues no has de abandonar mi alma al seol ni dejaras a tu amigo ver la fosa. Me enseñarás el camino de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro. A tu derecha, delicias para siempre.» (Sal 16, 9-11)

«Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos…» (Col 2, 12)

«…Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?… ¡Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!» (Cor 15, 54-57)

Jesús, tu aceptaste la cruz, la muerte y el sepulcro porque quisiste hacerte igual a nosotros. Por medio de Tu Cruz consagraste cualquier sufrimiento; por medio de Tu muerte destruiste a la muerte; por medio de Tu sepulcro abriste todos los sepulcros.

¡Gracias Señor! Mientras permanezco ante Tu tumba, pienso también en mi muerte y en mi fin. No conozco ni el día, ni la hora. Pero de nuevo Te entrego mi vida y mi muerte. Te entrego mi miedo a la muerte también. ¡Haz que ese instante sea consagrado por Tu presencia! Dame la gracia de grabar en mi conciencia el pasaje de Tu muerte y de vivir siempre a la luz de él, de tal manera que nada en este mundo, pueda detener ni obstruir mi camino hacia Ti. ¡Concédeme alcanzar el reposo eterno en las manos del Padre!

Oro a Ti Señor, a favor de aquellos que están por morir en estos momentos y que están preparados para ello. Oro también por aquellos, cuyo deceso va a ser inesperado y violento y que mueren por tanto, en medio de la desesperación y amargura. Te pido asimismo por los que asisten a los agonizantes. Haz que su presencia sea de consuelo cuando sobrevenga la muerte. Al mismo tiempo, Te encomiendo a los que están muriendo bajo condiciones inhumanas, ¡quédate junto a ellos Señor y llévalos Contigo al cielo!¡Sálvanos a todos de la oscuridad eterna!¡Condúcenos a la luz que brilló desde Tu sepulcro, a partir del tercer día!

¡María, acompáñame a la hora de mi muerte! Toma mi vida y ponla en Tu regazo materno. Ayúdame Señora, a entender todo lo que me ofreces desde aquí y a vivir gozoso mi responsabilidad Contigo, para que de ahora en adelante, pueda cumplir días tras día, la voluntad del Padre como Tú lo hiciste. ¡Haz que muera en mí todo mal y que triunfen el bien y la vida!

Gracias por este llamado Tuyo:

Queridos hijos, hoy también deseo invitaros a que toméis en serio y viváis los mensajes que os doy. Queridos hijos, es por vosotros que me he quedado aquí tanto tiempo, para ayudaros a poner en práctica todos los mensajes que os doy. Por eso, hijitos, vivid por amor a Mí, todos los mensajes que os doy. Gracias por haber respondido a mi llamada” (Mensaje de la Virgen de Medjugorje del 30/10/1986).

Padrenuestro…

Ave María…

Gloria…

¡Ten misericordia de nosotros, oh Señor!
R: ¡Ten misericordia!

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