Jesús, te adoramos. Tú nos has dicho: “Venid todos a Mi, los que estáis cansados, agobiados y Yo os daré descanso“.

Gracias, Oh Señor, por estas palabras, gracias porque nos  llamas a Ti, porque deseas darnos descanso, quitar nuestras cargas, quitarnos nuestros pecados.  Así como Juan Bautista te reconoce y dice: “Este es el Cordero de Dios que quita los pecados”, Tú quieres quitar los yugos, las cargas que hay en nosotros y deseas darnos paz.

Esa es Tu Voluntad, gracias, Oh Señor, por ello.

Nosotros ahora te traemos todo lo que nos oprime, lo que nos inquieta, todo lo que nos cansa,  especialmente en la situación en la que estamos, muchas cosas que nos cansan, que nos oprimen, que nos preocupan y que nos dan miedo, preocupación, preocupación por el futuro.

Por eso te doy las gracias, porque nos llamas a ir a Ti,  y Tú quieres que cuando estemos contigo, te miremos a Ti, conozcamos Tu Corazón y que aprendamos de Ti: “Aprended de Mi, porque soy manso y humilde de corazón“.

Te pedimos, Oh Señor, por el don del Espíritu Santo,  para que Él nos enseñe.  Envíanos a Tu Santo Espíritu, que Él nos abra las mentes, nos ilumine a fin de que abramos el corazón  y conozcamos así Tu Amor, Tu Corazón, Tus Palabras.

Jesús, yo deseo aprender de Ti. Jesús, quiero conocerte, quiero conocer Tu Corazón.

Jesús, lo deseo pero no puedo hacerlo solo, concédeme Tu Santo Espíritu para que me introduzca en la verdad, en la verdad sobre Ti, Oh Jesús.

Sigamos orando por el don del Espíritu Santo, por el don de la verdad.

Jesús, Tú deseas que vayamos a Ti porque quieres quitar  nuestras cargas, y por eso nos  dices: “no tengáis miedo, no os preocupéis angustiosamente por el futuro”. Y nos dices otra cosa importante,  diriges nuestra mirada hacia algo nuevo, algo precioso, cuando nos dices: “buscad primero el Reino de los Cielos”, y con ello,  nuestra  mirada de las preocupaciones y angustias terrenas, las elevas hacia algo nuevo, hacia algo sublime, hacia lo eterno. Nos quitas las preocupaciones.

Señor, concédenos la gracia de descubrir ese tesoro del Cielo, que es el Reino de Dios y el deseo de Tu Reino. Jesús,  haz que lo deseemos.

Y nos dices que todo lo demás nos lo darás por añadidura:  todo lo demás caerá en su lugar cuando busquemos primero el Reino de los Cielos, cuando primero busquemos a Dios.

Todos los problemas,  todas las preocupaciones,  todas las angustias se hacen relativas. Sí,  existen las preocupaciones pero no son como las olas que nos cubren, no nos han sofocado, no son como las piedras que nos han aplastado.

Nosotros vemos los problemas, las dificultades,  pero nuestra mirada está dirigida hacia la eternidad,  hacia Ti, Oh Señor.  Por eso, en medio de los problemas, podemos alegrarnos,  podemos tener paz y alegría en medio de los problemas.

Señor, te pedimos que despiertes en nosotros, el deseo de buscar Tu Reino. Despierta en nosotros el deseo de estar cerca de Ti, el deseo en nosotros de concederte el primer lugar a Ti. Todo lo demás, caerá en su lugar.

Señor, quiero aprender de Ti, quiero conocer Tu Corazón. Tú dijiste: “es dulce mi yugo, ligera mi carga”. Esos son los frutos de un corazón transformado.  Eso es lo que quieres darnos,  que entremos en esa gracia, para que  nuestros corazones también se transformen,  para que nosotros también podamos decir: yo tengo una carga, yo tengo un yugo en la vida. Tal vez tengo preocupaciones, tengo miedos pero mi carga es dulce y mi yugo ligero.

Señor, te pedimos por esa Gracia, transforma nuestros corazones. Haz los corazones semejantes al Tuyo, para que cada uno de nosotros diga, mi yugo se ha vuelto dulce, y la carga, lo que fue difícil, duro para mi, ya no lo es.

Señor,  transforma nuestros corazones,  transforma mi corazón,  los corazones de los demás. Transfórmalos con Tu Amor, transfórmalos en lo bello que Tú has hecho. Que con la aceptación de la Cruz en todos nosotros suceda la transformación del corazón, y que ahora acepte todo lo que es difícil,  todo lo que ha entrado en nuestra vida sin planearlo, sin esperarlo,  que lo acepte ahora y diga: gracias Señor por ello, gracias por  esta situación del coronavirus.

Tú Señor, de todo esto, para mi vida, para mi crecimiento espiritual, para el crecimiento espiritual de los demás,  que de esto, salgamos aún más fuertes, agradecidos.

Transforma nuestros corazones, Oh Señor, para que en mí no quede nada negativo, que no permanezca endurecido.

Concédeme la gracia del perdón,  para que pueda perdonar como Tú has perdonado Señor.

Que no busque a los culpables en los demás, en el mundo, para que no me vea a mí mismo como una víctima,  sino, que cada situación la vea como una oportunidad para convertirme, para crecer, para acercarme a Ti, Oh Jesús.

 

Fra. Marinko  Šakota

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