Fecha: 17.04.2019.

Mons. Hoser presidió la Santa Misa del Domingo de Ramos y esta fue su homilía completa:

 

“Queridos hermanos y hermanas,

Con el Domingo de Ramos, que con tanto fervor estamos celebrando, comienza la semana más importante del año, pues nos lleva a la Resurrección del Señor.

San Pablo, a propósito de este tema, dijo unas palabras que todos deberíamos aprender de memoria: “Y si no resucitó Cristo, nuestra predicación es vana, y vana también vuestra fe.” (1 Cor 15, 14)

La Semana Santa que comienza debería fortalecer nuestro vínculo con el Resucitado, renovar nuestra conexión con la Iglesia de Cristo y ayudarnos a profundizar en las relaciones con nuestros hermanos y hermanas en Cristo Jesús.

Vivimos la Semana Santa a tiempo real. Esto significa que estamos llamados cada hora, cada día a seguir a Jesús y todo lo que vivió tanto antes de Su Pasión como durante la misma. También estamos llamados a meditar sobre Su muerte en la cruz. Una vez finalizada, seremos testigos de su Resurrección en la inmensa alegría de que vive.

El Jueves Santo, en la Catedral de la diócesis, se celebrará la Misa Crismal en la que los sacerdotes renovarán sus promesas sacerdotales. Por la tarde celebraremos la Santa Misa de la Cena del Señor. Estamos todos invitados a la liturgia del Viernes Santo y a la Veneración de la Santa Cruz. Con la Vigilia Pascual alcanzaremos el culmen de la Semana Santa.

La liturgia de hoy nos prepara para los últimos pasos de la Cuaresma con un contraste muy sorprendente. En primer lugar participamos en la entrada triunfal de Nuestro Señor en Jerusalén. La multitud entusiasmada le grita al Señor “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.” (Lc 19, 38)

Esta misma multitud, tan sólo unos días después, le grita ante Pilato con el corazón lleno de odio: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

¿Nos sorprende este hecho? ¡No! ¿Cuántos cristianos que han sido bautizados y que han recibido los sacramentos han caído en el pecado y se han vuelto ateos, liberales y enemigos de Cristo y de Su Iglesia?: “¡Crucifícalo, prohíbelo, escúpele!”

¿Cuántas veces imponemos cruces a los demás en lugar de ayudarlos a llevarlas? ¿Cuántas veces traicionamos a Dios y a nuestros seres queridos?

Queridos hermanos y hermanas, la Semana Santa nos invita a llorar como San Pedro. Él juró que no conocía a Jesús y cuando recordó las palabras que le había dicho el Señor, salió fuera y rompió a llorar amargamente. Sí, todos necesitamos esas lágrimas. Amén.”

 

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