Mensaje de Navidad del Provincial de la Provincia Franciscana de Herzegovina y presidente de la Unión de Provinciales Franciscanos de Europa (UFME) 2020

 

 

A vosotros os llamo amigos

porque todo lo que he oído a mi Padre

os lo he dado a conocer.

(Juan 15,15)

 

¡El Señor os conceda la paz!

 

Estamos llegando al término del año 2020, un año difícil y dramático. El año que nos ha tullido y herido de muchas formas. Una enfermedad repentina e impredecible fue la causa de numerosas y dolorosas salidas prematuras hacia la eternidad, sin despedida de los seres queridos. Lo hemos presenciado, y todavía tenemos miedo al contagio, miedo al encuentro. Y la liturgia y la vida de la Iglesia no recuerdan momentos de limitación como éstos. Misas sin el pueblo o con un número muy reducido. Y todo ello a distancia, con una mascarilla, sin ningún contacto, incluso el gesto más sencillo como es dar la paz durante la celebración de la misa. Los humanos, que hemos aprendido el poder predecirlo todo, especialmente hoy, gracias a todos los inventos, no sabemos cuánto tiempo nos queda por vivir en el miedo a los números que a diario escuchamos.

 

A pesar de todo, ¡¿es necesario recordar quiénes somos y hacia dónde vamos?!

 

En una ocasión, el Santo Papa Juan Pablo II dijo que en las palabras de Jesús “Vosotros sois mis amigos, si hacéis todo lo que os he dicho”, está contenido todo el misterio de amor (mysterium caritatis) de nuestra vocación. De estas palabras brota el jugo que nutre toda vocación. El Señor Jesús quiere ser amigo de todo hombre porque ha dado su vida por todos. En las palabras del Señor mencionadas, encontramos lo más importante, lo más precioso, lo más santo: el amor de Dios Padre, el amor del Hijo de Dios y el amor del Espíritu Santo. En estas palabras están tanto el objetivo como el significado de nuestra vocación y misión. Hemos sido llamados y enviados para ir a dar fruto y para que nuestro fruto permanezca y para que el Padre nos dé todo lo que le pedimos en el nombre de Jesús (cf. Jn 15,16). Por eso, es crucial para nosotros ser y seguir siendo amigos de Jesús – a tiempo y a destiempo, en la alegría y el dolor, en la salud y la enfermedad, en el sufrimiento y con plena salud – ¡siempre! El amor no conoce la tibieza, el compromiso, la demora, la vacilación, el miedo… En el sufrimiento no se rompe, sino que se hace más fuerte. No se vuelve soberbio en la alegría, sino que se regocija con humildad. Es firme en la prueba, no se rinde, no cae.

 

Este año, ya lo mencioné, fuimos visitados por la pandemia Covid-19. Una enfermedad completamente desconocida, impredecible, peligrosa. Podemos entenderlo como una prueba o como una llamada del Señor. Pablo escribe a los Colosenses: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros, y así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia”. (Col 1,24) Ningún sufrimiento es solo sufrimiento. Todo sufrimiento es al mismo tiempo una promesa de salvación y de gozo. Este sufrimiento todavía nos impide encontrarnos, viajar, hacer muchas cosas. Pero leámoslo como una promesa de una mayor alegría en el futuro y una acción futura más rica. Mientras estemos “aislados”, luchemos por una vida interior más intensa, porque este tiempo extraño también se nos presenta como nuestra “plenitud de tiempo”. Invoquemos la intercesión y la ayuda de María en la oración, porque ella es también mujer de dolor y al mismo tiempo de la vigilante espera del misterio que está por realizarse. Entonces, cuando esta pandemia termine y volvamos a nuestra antigua vida cotidiana nuevamente, recordemos cuánto habíamos anhelado lo más sencillo: el encuentro. Que éste se cumpla con el recién nacido Jesús en esta Navidad.

 

¡Feliz Navidad! ¡Feliz y bendito Año Nuevo 2021 en amistad con Jesús!

 

Fray Miljenko Šteko, OFM

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