Hermanos y hermanas, en Lourdes, la Virgen María se apareció a Bernardette y se presentó con las palabras: “Soy la Inmaculada Concepción”. En su última aparición en Fátima, dijo: “Yo soy la Reina del Rosario”. En Kibeho, Ruanda, se presentó como la Madre de la Palabra, y aquí en nuestro Medjugorje, se presentó explícitamente como la Reina de la Paz, y cualquier adición de otros nombres es confusa y no es verdad. “Soy la Reina de la Paz”, dice la Virgen, porque es la madre del Rey de la Paz, y ese es Jesucristo. La espiritualidad de Medjugorje es cristocéntrica, por lo que nuestros ojos, nuestros pensamientos y oraciones se dirigen al Señor esta noche mientras oramos por la gente de Brasil, de los Estados Unidos, Rusia, México, Italia, España, Alemania y otros países donde la pandemia del coronavirus todavía está en su apogeo. Pediremos humildemente al Señor, quien es El Shaddai-Dios Todopoderoso, que detenga la pandemia, si esa es su voluntad, y a aquellos que están enfermos que les ayude a cargar su cruz. Al comienzo de esta Santa Misa, entremos en el misterio del amor de Dios, renunciemos a los pecados para celebrar dignamente estos Sagrados Misterios Eucarísticos.

Queridos hermanos y hermanas, estimados parroquianos y devotos de la Santísima Virgen María, el 24 de junio de 1981 fue un miércoles como hoy. Era la Solemnidad de la Natividad de San Juan el Bautista. Seis niños pequeños vieron a una mujer hermosa, bella y  joven, con un niño en los brazos, en un lugar llamado Podbrdo, en el monte Crnica, de la que  inmediatamente pensaron que era la Virgen. A partir de ese momento, fluyó hacia el mundo, primero un riachuelo y luego un río de gracia, que sigue corriendo hasta nuestros días y somos parte de ese gran río. Aquí estamos después de 39 años en el mismo lugar. Muchos de los que vivían entonces ya no están entre nosotros, y los que nacieron entonces ahora son  hombres adultos llenos de fuerza y ​​de vida. Ya no hay pequeñas casas de piedra, fueron reemplazadas por pensiones para la acogida de peregrinos. Muchas cosas han cambiado, pero lo principal se ha mantenido igual. La iglesia sigue, la Colina de las Apariciones y el Križevac también, en los que los pies de los peregrinos han pulido la piedra afilada de Herzegovina. La presencia de la Virgen es igual de fuerte y poderosa como en los primeros días de las apariciones. He preguntado muchas veces a los peregrinos qué es los que les atraía para que volvieran veinte, cincuenta y algunos más de cien veces a Medjugorje. La respuesta siempre fue la misma: “Nos atrae el amor de Dios y la presencia de la Virgen, que sentimos aquí de una manera especial”.

En el bosque de información que recibimos todos los días, el mensaje de paz, traído por la Reina de la Paz, resuena a lo largo de los años a pesar de muchos intentos de sofocarlo, ridiculizarlo o menospreciarlo. La Virgen desde Medjugorje también envía un fuerte mensaje de esperanza al mundo, el mensaje de que Dios tiene la última palabra, y no las guerras, las enfermedades u otros desastres. Millones de personas aquí han sentido y experimentado el amor de Dios y la presencia y cercanía de la Virgen. Esto se evidencia más claramente en los confesionarios siempre llenos, que son una indicación de que el hombre de hoy es un buscador. Es por eso que Medjugorje se llama el confesionario del mundo. La confesión se hace aquí en todos los idiomas del mundo y nadie mira el reloj. Es como si el tiempo se detuviera. Para los fieles es  importante hacer una nueva alianza, una nueva amistad con Dios. Después del encuentro con Dios, se produce una transformación en el hombre, sucede algo completamente nuevo, toda la vida adquiere un nuevo significado y una nueva dirección. Ya nadie puede seguir la antigua vida y eso es una señal de que el Espíritu Santo está obrando aquí.

Durante años, millones de peregrinos de todo el mundo han acudido a este lugar entre montañas, en Medjugorje, entre la Colina de las Apariciones y el Križevac. Durante años, las oraciones y los cantos en diferentes idiomas han resonado en la Colina de las Apariciones y en el Križevac. Todos rezan sus oraciones, cantan sus canciones y nadie molesta al otro. Este lugar entre montañas es un lugar de conversión, de oración, de perdón y del comienzo de una vida nueva. Esta noche, la mayoría de los peregrinos que asisten a la misa aquí vienen de Brotnjo, y de varias partes de Herzegovina, Bosnia y Croacia; estamos reunidos aquí entorno al altar de Cristo y rezamos una oración de intercesión en nombre de todos vosotros que no habéis podido venir a Medjugorje, y nos seguís a través de los medios de comunicación o de cualquier otro medio. Todos veneramos a la misma madre, a María, nuestra Gospa, que se presentó en Medjugorje como la Reina de la Paz y que nos lleva a su Hijo Jesús. Hemos venido  a manifestar nuestra fe, pero también a orar por nuestra propia conversión. La Virgen nunca ha abandonado a ninguno de los que ha recurrido a Ella. Así como no abandonó a Jesús en los momentos más difíciles, ni ella ni su Hijo nos abandonarán a nosotros tampoco.

Contaré una experiencia un poco más larga de un peregrino de Irlanda, Sr. Lehnana sobre cómo Medjugorje cambió por completo su vida. Él dice lo siguiente: “Nací en Irlanda del Norte, en Belfast, en una familia católica que practicaba su fe. El Movimiento de lucha por los Derechos Humanos comenzó en Irlanda del Norte en la década de los 70. Mi familia vivía en la zona habitada principalmente por los protestantes, que nos atacaban constantemente, y un día vinieron, nos echaron de la casa y nos convertimos en refugiados, sin nada. Yo era un adolescente y todo eso dejó una marca profunda en mí, así que decidí luchar contra los británicos. Me uní al Ejército Republicano Irlandés- IRA. Primero aprendí a disparar y empecé a patrullar las calles de Belfast como oficial de policía. Sin embargo, no estaba contento, quería unirme a los miembros mayores, aquellos que tenían armas y bombas. Me dijeron que tenía que estar atento con lo que hacía porque podría ser herido, asesinado o podría terminar en la cárcel. No tuve miedo. Fui al campamento y me convertí en francotirador. Estábamos esperando en una emboscada a la policía y al ejército británicos. A veces podíamos pasar diez días planeando una operación. Había alrededor de 10 hombres y mujeres en mi unidad, teníamos armas pesadas. Mi madre sabía que algo terrible estaba sucediendo, pero no podía detenerme porque yo era muy cabezota, pensaba que tenía libre albedrío y nadie podía hacerme nada. Muchos años después, mi madre me dijo que me había encomendado a la Virgen con las siguientes palabras: “Yo no puedo ayudarle, Virgen, te lo entrego a ti”. A menudo ponía rosarios y estampas de la Virgen en mis bolsillos o bajo mi almohada o cama. Un día emboscamos a la policía británica, disparé y herí a un civil. Fui detenido y sentenciado a 12 años de prisión. Culpé a la Iglesia Católica por todo lo malo en mi vida y dejé de ir a misa. Un día, mientras estaba en prisión, un sacerdote católico vino y nos habló de un lugar llamado Medjugorje. Mientras celebraba la misa, no le escuchábamos, nos pasábamos los cigarrillos, estábamos inquietos. En su sermón, dijo que la Virgen se había aparecido en Medjugorje a seis videntes y que tenía mensajes para nosotros. Eran mensajes de oración, conversión, confesión y paz. Después de la misa, me preguntó si podía traerme un libro sobre Medjugorje. Dije que sí  podía. Lo leí y desde entonces esa intervención de Dios en Medjugorje me atraía cada vez más. Algo sucedía dentro de mí que yo no entendía. En ese momento, todavía no entendía la misericordia y la bondad de Dios. En una misa, leí por primera vez, a escondidas, una hoja de papel que contenía textos de la Biblia. Me reconocí en las parábolas, era ese hombre paralítico al que bajaron por el techo ante Jesús, yo estaba paralizado por el pecado. Estaba muerto, como Lázaro en la tumba, escuché a Jesús decirme: “Sal”. Vi a Jesús en la cruz herido, golpeado y ensangrentado. Me di cuenta de que yo era el soldado debajo de la cruz que atravesó el corazón de Jesús con aquella lanza. Ese fui yo. Las palabras de Jesús, “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”, me tocaron tanto que comencé a cambiar. Después de muchos años me confesé y me liberé de todos esos largos años de oscuridad y tristeza. Cuando llegué a Medjugorje, por primera vez pensé que iba a morir e ir directamente al cielo. Aquí en Medjugorje, se ve la alegría en los rostros de las personas, las personas parecen haber resucitado. Mientras estaba en Medjugorje, alguien me dijo que un hombre quería hablar conmigo. Fue allí al lado de la iglesia parroquial de Santiago Apóstol. Me encontré con ese hombre y me dijo que hace muchos años era soldado británico. Era un soldado destinado en Belfast al mismo tiempo que yo era miembro del IRA. Estaba en la misma zona en la que yo luchaba. También tuvo la experiencia de la conversión. Yo, un ex miembro de la IRA y él un ex soldado británico, aquí al lado de la iglesia de Santiago Apóstol nos abrazamos y reconciliamos. Desde hace varios años trabajo como profesor de religión y estoy tratando de transmitir algo de mi experiencia de Medjugorje a los niños. Les digo que Dios los ama y que son hijos e hijas del Dios Altísimo, que Jesús les ama inmensamente. Él es el Dios de la promesa, el Dios de las bendiciones y el Dios del amor. Este es el Dios que yo conocí a través de la Virgen, aquí, en Medjugorje”.

Hermanos, la Virgen nos pone el arma más poderosa en nuestras manos, y es el rosario. Nos invita a rezar el rosario y leer la Biblia todos los días. Quien reza el rosario progresa en la peregrinación de fe, en el seguimiento de Jesús y va por el camino que María ya había recorrido. El rosario es un antídoto para la mentalidad del mundo en que vivimos. Un mundo que ha cambiado más en los últimos veinte años que en los doscientos años anteriores. Vivimos en un mundo tan conectado a Internet que una información es capaz de recorrer el mundo en cuestión de segundos. Vivimos en un mundo donde es fácil distraerse, donde muchos intentan llamar nuestra atención y lo hacen a través de las redes sociales o los medios de comunicación, Internet, Facebook, Twitter… Las cartas ya no se suelen escribir como antes, se envían mensajes de texto con contenido impersonal. Los jóvenes llevan mucho tiempo hablando no de buenos libros, sino de ropa de marca, nuevos teléfonos móviles y coches. Vivimos en un mundo marcado por la cultura del cuerpo, donde se mide el tamaño de diferentes partes del cuerpo lo que muestra que el tamaño del cerebro no es tan grande. Nuestras iglesias se están quedando vacías, pero los estadios, cines y parques están llenos. Ya no contemplamos la puesta de sol, ni las estrellas en la tarde de primavera. Vivimos demasiado rápida y superficialmente y es por eso que estamos inquietos. “Los funerales se han vuelto más importantes que los fallecidos, las bodas son más importantes que el amor y las apariencias son más importantes que la inteligencia. Vivimos en una cultura de embalaje que desprecia el contenido ”, dice un autor. Este es un mundo donde las pequeñas cosas siguen siendo pequeñas e insignificantes, un mundo donde no hay mucho espacio para aquellos que sueñan. Varios peligros acechan al hombre de hoy, como las tensiones entre países, Europa se ve afectada por la crisis migratoria, los desastres climáticos, los terremotos, las inundaciones, en todos los países existe el temor de una segunda ola del coronavirus. El miedo se ha infiltrado en nosotros porque confiamos demasiado en nuestra fuerza, poder, inteligencia, riqueza y tecnología. Estos son indicadores de cómo nuestro mundo está sobre todo sediento y hambriento de amor, sediento y hambriento de Dios, y de cómo algo debe cambiar. Estar en la escuela de la Virgen significa estar en la escuela más hermosa donde uno aprende a amar a Dios, donde uno aprende a amar a Dios y amar a otras personas. Los videntes, los parroquianos, los sacerdotes, los peregrinos que vienen a Medjugorje de todo el mundo, han estado en esa escuela, la escuela de amor, durante 39 años. Vivir con la Madre, consagrarse a Ella, serle leal y dedicado a Ella y, al mismo tiempo, ser su discípulo es un gran don y gracia. Ella quiere llevar a cada uno de sus hijos con amor hasta la fuente del amor, y ese es Dios mismo. Jesús nos la concedió por Madre con las siguientes palabras: “He aquí a tu hijo”. En este testamento del Hijo moribundo, que termina con esta vida terrenal, están incluidas todas las personas hasta el fin del mundo. Desde ese momento, María siente la responsabilidad de ser madre de cada hijo por el que Jesús derramó su sangre. Los hijos que más le importan a la madre son aquellos que no tienen paz, que están lejos, los hijos que se han ido de casa. Esos hijos somos todos nosotros reunidos aquí esta noche. Cada vez que caemos en el pecado, no rezamos, cuando mentimos o difamamos, somos como ese hijo menor, que dejó la casa de su padre. Medjugorje es un lugar donde a través del sacramento de la confesión, millones regresan a la casa del Padre Celestial, es decir, a la Iglesia, después de varias adicciones.

La llamada más frecuente de María es la llamada a la oración. A veces parece que la razón de su aparición y su permanencia con nosotros durante tanto tiempo es precisamente que ella quiere enseñarnos a rezar y animarnos constantemente a rezar. Según las palabras de la Virgen, ¡solo con la ORACIÓN podemos cambiarlo todo! Y la oración es también la preparación y condición previa más importante para que se derramen nuevas gracias, para que surjan  cambios en la propia vida y en el corazón. Una vez le preguntaron a la Madre Teresa de Calcuta: “¿Cómo rezar mejor?” Ella sonrió y respondió: “¡Reza más!” Es la única receta, no hay otra. Desafortunadamente, muchos encuentran la receta para la oración solo cuando se encuentran en dificultades. La Virgen nos llamó a no buscar a Dios solo cuando lo necesitamos, sino por amor a él. Siempre enfatiza que la oración debe ser oración con el corazón. Y rezar con el corazón significa rezar con amor. En el Sermón de la Montaña, Jesús dice: “Tú, en cambio,  cuando ores, entra a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te lo recompensará” (Mt 6: 6). La oración nunca es una pérdida de tiempo, es todo lo contrario. Solo si tenemos una vida de oración fiel, constante y digna de confianza, Dios mismo nos dará el coraje y la fuerza para vivir feliz y gozosamente, superar las dificultades y dar testimonio con valentía.

(FARISEO Y PUBLICANO) La Solemnidad de la Natividad de San Juan el Bautista es una oportunidad para preguntarnos: ¿Acaso nuestra generación y cada uno de nosotros hemos respondido personalmente a la llamada de la Virgen a la oración y la conversión? Todos pueden responder en persona, ¿sí o no? Cuando miramos nuestros corazones, sabemos lo que debe cambiar, volver a Dios y sus mandamientos, para que el Espíritu Santo pueda cambiar nuestra vida y la faz de esta tierra, que necesita renovación en el Espíritu. Nosotros, y no otros, deberíamos ser la oración por todos aquellos que no oran, deberíamos ser la alegría para todos aquellos que no ven la salida, deberíamos ser portadores de luz en la oscuridad de este turbulento tiempo. Es por eso que esta noche rezamos y pedimos protección a Jesús, a la Virgen, a San Juan y a todos los santos, para que podamos anhelar el cielo y las realidades del Cielo porque la Virgen nos protege y nos bendice con su bendición maternal. Amén. ¡Alabados sean Jesús y María!

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