SÉPTIMO DÍA (22) – Tema: LA CONFESIÓN

Oración al inicio de la novena cada día según indicación de la Virgen

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el cielo un
rayo de tu luz.

Ven, Padre de los pobres,
ven, dador de los dones,
ven, luz de los corazones.

Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
suave alivio.

Descanso en la fatiga,
brisa en el ardiente estío,
consuelo en el llanto.

¡Oh, luz santísima,
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles!

Sin tu ayuda
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.

Lava lo que está sucio,
riega lo que está seco,
sana lo que está enfermo.

Doblega lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está desviado.

Concede a tus fieles
que en Ti confían,
Tus sagrados dones.

Dales el premio de la virtud,
dales el puerto de la salvación,
dales la felicidad eterna.
Amén. Aleluya, Aleluya.

V. Envía Tu Espíritu Señor
y será una nueva creación.
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos

Oh Dios, que has instruido los corazones de tus fieles con la luz de tu Espíritu Santo, concédenos por este mismo Espíritu, gozar siempre de su consuelo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén

La Confesión es otro de los mensajes principales de La Virgen. Ella ha dicho que los fieles deben acudir a la Santa Confesión cada mes, y siempre que se tenga conciencia de haber pecado gravemente. También ha dicho:

«No os confeséis por rutina para continuar siendo los mismos. No, así no está bien. La Confesión debe daos un nuevo impulso a vuestra vida de fe. Debe estimulaos y acercaos a Jesús. Si para vosotros la Confesión no significa nada, en verdad, difícilmente os convertiréis.» Mensaje de la Virgen 7-11-83

«La Confesión mensual será remedio eficaz para la Iglesia de Occidente. Porciones enteras de la Iglesia podrán sanarse si los fieles se confiesan una vez al mes» Mensaje de la Virgen 12-83

«Cuando acudáis a confesaos, no os preparéis cinco minutos antes, sino durante toda la jornada; aprovechad el momento de la Confesión para pedir del sacerdote un consejo práctico para vuestra vida espiritual.»

El 2 de agosto de 1981, los videntes narran la siguiente anécdota que nos hará reconocer cuán grave es el pecado ante Dios y la necesidad que todos tenemos de confesarnos frecuentemente:

La Virgen se le apareció a la vidente María Pavlovic en su habitación y le dijo: «Id todos juntos a la llanura de Gumno, pues, se está llevando a cabo una gran batalla, una batalla entre mi Hijo y Satanás; la puesta en juego son las almas.» Ese día, siguieron a los videntes unas cuarenta personas a la llanura indicada, unos 200 metros de la casa de Vicka. Antes de que la Virgen apareciera, algunos fieles dijeron a los videntes: «ya que no podemos verla, preguntadle si la podemos tocar.” Cuando la Virgen apareció le remitieron la inquietud y contestó»: «Siempre hay incrédulos. Decidles que me pueden tocar.» Entonces, los muchachos alargaron la mano de cada uno de ellos, hacia el sitio donde veían suspendida la aparición. Cuando ésta terminó la mayoría afirmó: «haber sentido algo extraño al tocar los vestidos de la Virgen». Unos, una especie de corriente, otros, un calor o algo parecido a una tela de vestir.

Los videntes se retiraron mientras María Pavlovic permanecía llorando sentada en una piedra. Cuando le preguntaron: «¿por qué llora?» Respondió: “Porque vosotros habéis manchado el vestido de la Virgen. Mientras poníais las manos sobre sus vestidos, vimos aparecer unas manchas negras. Le preguntamos «¿por qué aparecen esas manchas?» y nos dijo: «Porque me habéis tocado en pecado. Decidles que se confiesen.»

Entonces, todos se fueron a confesar. Algunos llevaban muchos años sin hacerlo. Para la Virgen, era obvio, más importante que tocarla a Ella era la Confesión. La batalla en curso que se libraba era que el demonio hacía ver a muchos que no era necesario confesarse. Sin embargo, Cristo venció valiéndose de la curiosidad humana a través de María.

Recordemos que la Confesión es el sacramento más importante después del Bautismo, el único que anticipa, en cierta manera, el juicio a que será sometido el fiel al fin de su vida terrena. Menciona el Catecismo de la Iglesia Católica: «Porque es ahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta» CIC 1470.

La Virgen dice:

«¡Queridos hijos!: Os invito a abrir la puerta de vuestro corazón a Jesús, como una flor se abre al sol. Jesús desea colmar vuestros corazones de paz y de alegría. No podréis, hijos míos, realizar la paz si no estáis en paz con Jesús. Por eso, os invito a la Confesión, para que Jesús sea vuestra verdad y vuestra paz. Por lo tanto, hijos míos, orad para tener la fuerza de realizar lo que os digo. Yo estoy con vosotros y os amo. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!» Mensaje de la Virgen 25-1-95

PRECES

Oremos, hermanos, al Señor, que ha querido ensalzar a la Virgen María por encima de los coros de los ángeles y de los santos, y pidámosle que escuche nuestra oración:

  • Para que los hijos de la Iglesia, unidos a la gloriosa y santa María, Madre de Dios, proclamen la grandeza del Señor y se alegren en Dios, su salvador. Roguemos al Señor.
  • Para que la misericordia del Señor llegue a sus fieles de generación en generación, y todos los pueblos feliciten a Aquella en la cual Dios ha hecho obras grandes. Roguemos al Señor.
  • Para que el Señor, con las proezas de su brazo, enaltezca a los humildes, colme de bienes a los pobres y auxilie a Israel, como lo había prometido a los antiguos padres. Roguemos al Señor.
  • Para que Cristo, el rey que ha coronado a María Reina de la Paz, cuando entregue la creación al Padre, nos conceda, como a María, la posesión del reino preparado desde la creación del mundo. Roguemos al Señor.

Oración

Dios nuestro, que constituiste a la Madre de tu Hijo Madre y Reina nuestra; escucha nuestra oración y haz que, ayudados por la intercesión de María, participemos un día de la felicidad eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración al fin de la novena cada día según indicación de la Virgen

El Magníficat

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí, su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Lc 1:46-55.

(Gloria al Padre)

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