El jueves 24 de noviembre de 2016, los feligreses de la Parroquia de Medjugorje y todos los peregrinos conmemorarán el decimosexto aniversario del fallecimiento del P. Slavko con un Vía Crucis en el Monte de la Cruz a las 2 pm y la celebración de la Santa Misa a las 6 pm en la Iglesia Parroquial. El P. Slavko falleció en el Monte de la Cruz el viernes 24 de noviembre del 2000 a las 3.30 pm, tras haber finalizado el rezo del Via Crucis.

 

El P. Slavko Barbaric nació el 11 de marzo de 1946. Con 19 años ingresó en la Orden Franciscana y fue ordenado sacerdote en 1971. Su tesis doctoral trataba sobre la pedagogía religiosa y obtuvo el título de psicoterapeuta. Desde que finalizó sus estudios en 1982, trabajó sin descanso en Medjugorje junto a los peregrinos. Sus libros se tradujeron a más de veinte idiomas y se publicaron por todo el mundo. Daba charlas a los peregrinos con mucha pasión, dirigió incontables Adoraciones Eucarísticas del Santísimo, oraciones ante la Cruz, dirigió también innumerables ocasiones el Rosario en el Monte de las Apariciones y el Via Crucis en el Monte de la Cruz.

 

El P. Slavko organizó y digirió encuentros internacionales para sacerdotes y jóvenes así como seminarios de ayuno y oración en “Domus Pacis”. También fue quien inició los seminarios para matrimonios. Fundó la “Aldea de la Madre”, institución creada para el cuidado y la educación de los niños que quedaron huérfanos tras la Guerra Civil de Bosnia-Herzegovina. Su formación como psicoterapeuta le sirvió para trabajar con adictos en la Comunidad del Cenáculo fundada por Sor Elvira. El P. Slavko fundó la “Comunidad del Padre Misericordioso”, destinado a jóvenes con adicciones. Con el apoyo económico de benefactores de todo el mundo, destinó ayudas a fundaciones para jóvenes con talento y huérfanos de guerra.

 

El P. Slavko Barbaric viajó por todo el mundo difundiendo los mensajes de paz y reconciliación de la Virgen. Destacaba por sus muchas virtudes: hablaba varios idiomas, tenía una gran experiencia en comunicación, era una persona muy educada y sencilla, siempre atento a los necesitados, de inagotable energía, trabajaba duro y, lo más importante, era un hombre de gran devoción, humildad y amor. Rezó y ayunó sin cesar y amó a la Virgen como un hijo ama a su madre. Su meta en la vida fue llevarle almas a Dios a través de María, Reina de la Paz, con ayuno y oración.

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