Arzobispo emérito participa de peregrinación a Medjugorje

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El monseñor Edmundo Valenzuela narra cómo vivió su peregrinación a Medjugorje, ciudad de Bosnia-Herzegovina, uno de los rincones de peregrinación católica más importantes de Europa y el mundo, donde se venera a la Virgen María, bajo su advocación como “Reina de la Paz”.

El arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Asunción, el monseñor Edmundo Valenzuela, junto a otros peregrinos en su visita a Medjugorje. Foto: Gentileza.

Con el título de “Medjugorje, lugar de oración misionera y mariana”, el arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Asunción, el monseñor Edmundo Valenzuela, narra lo que vivió durante una peregrinación a la localidad de Medjugorje, pequeña ciudad de Bosnia-Herzegovina, rodeada por el Adriático, en el suroeste de Europa, donde se venera a la Virgen “reina de la paz”, y que lo realizó a mediados de octubre.

Agradezco a Dios por haber conocido y experimentado todo esto. Estuve de peregrinación en Medjugorje, deseoso de conocer el ambiente y las propuestas pastorales del lugar. 

“Acompañé a un grupo de peregrinos italianos del 20 al 23 de octubre. Me ha tocado un excelente grupo de peregrinos de distintas parroquias de Udine (Italia) y alrededores. He compartido con ellos la alegría del evangelio, la riqueza de la palabra y de la eucaristía, y la fraternidad en la sencillez del encuentro y de los hermosos momentos de estar y caminar juntos”, afirmó el prelado en su escrito enviado a Última Hora desde Italia.

“El título ‘Medjugorje, lugar de oración misionera y mariana’, me parece que condensa una experiencia que el pueblo de Dios viene realizando en este hermoso lugar llamado Medjugorje, ciudad de Bosnia-Herzegovina, que recibe desde hace varios años, en medio de sospechas, discernimientos y de afirmaciones por parte de videntes, a un mar de fieles piadosos atraídos por la aparición de Nuestra Madre Santísima, llamada aquí como la reina de la paz”, añade el arzobispo emérito en su reflexión.

Respecto a las apariciones, el religioso salesiano explica que normalmente la Iglesia Católica hace un discernimiento para poder afirmar la veracidad de los hechos de apariciones, “precisamente para salvaguardar la fe cristiana –que no se difunde por creencias o no de apariciones–, sino sólo por la evangelización, desde la persona de Jesucristo, verdadero Hombre y verdadero Dios, muerto y resucitado para salvarnos del pecado y de la muerte eterna”, señala el consagrado, que se desempeñó como sexto arzobispo metropolitano.

Evangelización

En base a lo vivido, Valenzuela considera que Medjurgorje “es un lugar privilegiado de evangelización”.

“En este lugar, la persona de María Santísima es venerada y amada por los miles de peregrinos, quienes se sienten ‘llamados’ a un encuentro. Ella fue la primera misionera a llevar a su prima Isabel la presencia de su Jesús”, expone Monseñor, añadiendo que en este encuentro de dos mujeres, como de María e Isabel, y la de los dos niños, como Jesús y Juan Bautista, “ya se experimenta el cambio de vida, la alegría inefable de la salvación, ya que María es la que promueve y crea el ambiente del encuentro”, sostuvo.

“Para mí, Medjurgorje repite mil veces ese encuentro de amor y de alegría, mediante la ‘reina de la paz’. Es ella (la Virgen) quien, como eterna misionera, sigue ofreciéndonos su hijo Jesús. Aquí todo es gracia, todo es amor, todo es humanamente divino”, remarcó Valenzuela.

El arzobispo emérito afirma que lo que se realiza en este lugar de peregrinación “es exactamente la misma acción del encuentro entre María santísima y su prima Isabel. Hay un lazo tan firme que ya no es de la sangre ni de la carne. Es el lazo de los peregrinos, de la Iglesia que como sacramento de salvación para la humanidad se expresa como pueblo de Dios en camino, en peregrinación a la meta final de la historia”, expone en su escrito.

Experiencias

El religioso afirma que en Medjurgorje se experimenta la vida que viene en búsqueda de paz, con el deseo de abandonar el peso del mal, del desánimo, de la indiferencia, “para recibir gratuitamente la gracia de la conversión gozosa”.

“En este lugar se experimenta cómo María santísima, la ‘reina de la paz’, llama a sus hijos a vivir de diferente; no ya como antes, alejados de la vida cristiana, de la oración personal y en familia, de los sacramentos y en el más doloroso individualismo”, reflexionó monseñor Valenzuela en su texto.

“Es impresionante el vía crucis (o el camino de la cruz) subiendo la colina, en medio de rocas y piedras dispersas y filosas, con la mirada siempre atenta a no resbalar, mientras el corazón reza y escucha la meditación en cada una de las 15 estaciones. Una obra de arte, hecha en metal y en bajo relieve, presenta la escena de cada estación que acompaña al peregrino”, relató el prelado.

Paralelismo

El arzobispo emérito explicó que el “sacrificio” que se hace para llegar a la cima donde está la imagen de la ‘reina de la paz’ viene a ser una parábola de la misma “vida cristiana”.

“El cansancio, los músculos tensos de la pierna, la mirada fija en cada espacio para no caer, el deseo de llegar a la meta; el precioso panorama, visto desde la colina llena de plantas, con sus hojas de todos los colores, de tiempo otoñal europeo, invitan a la superación, a buscar un corazón nuevo, a comprometerse en el seguimiento de Jesucristo en una vida nueva, mediante su pasión, su muerte y su resurrección”, afirmó.

Finalmente, monseñor Valenzuela, comenta que “es impresionante” la multitud de fieles que participa del sacramento de la Reconciliación, en lugares abiertos y amplios de Medjurgorje, donde muchos sacerdotes ofrecen su ministerio por horas y horas.

“Más aún, emociona el pueblo de Dios, que en silencio y en adoración celebra la eucaristía y recibe la sagrada comunión. Una Iglesia peregrina, reunida por la ‘reina de la paz’, siente que su vida queda transformada por el amor de Cristo y por la acción misionera de su madre, María santísima de Medjugorje. Todo lo que se vive aquí, es un regalo inapreciable que María santísima, como buena misionera, sigue ofreciendo al pueblo de Dios, venido de todas partes”, concluyó su escrito el arzobispo emérito.

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