¡Queridos amigos reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!

En muchas ocasiones en sus mensajes, la Reina de la paz nos habla acerca del perdón, invitándonos a que examinemos nuestro corazón y a que encarnemos cada día el perdón como lo vivió Ella y su Hijo Jesucristo.

En esta ocasión Ella nos recuerda que la paz, la alegría y la santidad, sólo se alcanzan recorriendo diariamente el camino del perdón.

Si la Virgen María insiste en este tema, es porque Ella sabe cuánto nos cuesta perdonar de corazón.

Cuando alguien te hiere de algún modo; cuando alguien -a causa de la envidia y a través de las calumnias- trata de ensuciar tu buen nombre, y cuando eres agredido de algún modo, sólo a través de la oración puedes llenarte del Espíritu Santo para recibir la gracia del perdón.

Es él quien te concede “un trasplante espiritual” de corazón. Él toma tu corazón herido y lo cambia por el corazón traspasado de nuestro Redentor, corazón “perdonador” y resucitado.

La Reina de la paz nos invita a ser constructores de la nueva civilización del amor en: la familia, en la Iglesia y en todos los ambientes de la sociedad; pero esto sólo podrás lograrlo si en la computadora de tu alma “aprietas” repetidamente la tecla de borrar y cancelar todas las ofensas.

Por el contrario, cuando guardamos las emociones negativas del rencor y del resentimiento, y no las eliminamos “del disco rígido del corazón”, demostramos ser destructores de la verdadera paz, pues estaremos bloqueando el derramamiento de las bendiciones Divinas.

Según León Tolstoi: “Sólo hay una manera de poner término al mal, y es devolviendo bien por mal”. Y es que el odio y el rencor son como un virus cibernético, que se esconde en un rincón del disco rígido de tu computadora y desde allí se va esparciendo y contaminando todos los archivos.

Del mismo modo el rencor, y toda forma de falta de perdón, contamina todas las áreas de tu vida y de tus relaciones.

El rencor es una puerta que dejamos abierta a Satanás para que entre a nuestra vida, para así robarnos todas las bendiciones que legítimamente, el Señor y la Virgen Santísima quieren darnos. Por eso debemos entregar a Dios cada huequito de nuestra historia, donde pueda haber quedado un poco del polvillo del rencor y de la falta de perdón, para que así Dios lo limpie; y ponga en cambio un espíritu perdonador.

Además, la falta de perdón y el resentimiento, nos indican que en nosotros hay heridas que aún no han sido sanadas, y que por lo tanto hasta podemos enfermar físicamente.

Testimonio

En una oportunidad, un hombre que había participado en un retiro que guié durante una peregrinación en Medjugorje, compartió al final del retiro, el testimonio de aquella herida más profunda, que el Señor le había mostrado, que tenía que sanar.

Él le preguntaba a Dios el origen de sus miedos a triunfar. Por qué se veía a sí mismo como si fuese inferior a todos los demás.

La respuesta de parte del Señor, le vino mientras subíamos el Monte de las Apariciones, meditando el Rosario de sanación; y esa respuesta se manifestó en forma de una imagen que surgía desde el arcón de sus recuerdos. Algo que había sucedido, hacía muchos años, cuando estaba en tercer grado en la escuela primaria.

En su escuela le habían entregado el boletín de calificaciones, en el que aparecía una nota insuficiente. Entonces su padre -un hombre demasiado exigente y estricto- lo castigó; no con golpes físicos, sino confeccionándole un gorro con orejas como de burro y obligándolo a que se lo pusiera y que se quedara de pie en la calle, en la puerta de su casa, durante varias horas. Así las personas que lo veían pasar lo miraban con curiosidad. Y él no dejaba de llorar por la humillación y la vergüenza que sentía. Esto hirió profundamente su autoestima.

Durante el retiro, en la oración de sanación que hicimos, a él le costó mucho permitirse ver toda la escena con la crudeza original, pues al hacerlo volvía a sentirse vulnerable. Entonces yo lo animé a que no tuviera miedo, pero que imaginara que Jesús y María, lo tomaban de la mano y lo acercaban hacia ellos con amor, para protegerlo de todas las miradas curiosas con un fuerte y prolongado abrazo. Luego la Virgen María le sacaba el gorro y acariciaba sus cabellos.

Finalmente, el niño perdonaba a su papá por esa humillación y en oración veía que el papá -quien ya había muerto-, también le pedía perdón, pues había actuado por ignorancia.

Este hombre también tuvo que perdonar en esa oración a su maná, por no haber intervenido para protegerlo.

Esto restauró la imagen que él tenía de sí mismo y comenzó a asombrarse reconociendo que era una persona muy inteligente y con talentos dados por Dios.

Entonces, cuando terminó de compartir este testimonio, yo lo abracé y le dije que todos los que estábamos presentes en esa peregrinación dábamos gloria Dios, porque él ya era libre.

Sanación de la memoria

Nuestra Madre nos recuerda que sin perdón no podemos tener paz: “Queridos hijos, sin amor no pueden vivir la paz. El fruto de la paz es el amor y el fruto del amor es el perdón”. (25 de enero de 1996)

Pero para alcanzar este perdón y este nivel de paz, necesitamos orar con el corazón para que el amor maternal de la Virgen Santísima sane nuestra memoria herida.

Las heridas que tú has recibido y que aún no han sido sanadas, pueden ser percibidas, porque se da en la persona un desorden en el sistema evocativo o recordatorio. Este sistema le hace traer desde la memoria, sucesos vividos en el pasado remoto o cercano, y también lo lleva a evocar sensaciones (olores, perfumes, palabras, sabores etc.)

Tal como afirma el padre Degrandis: “La mente, en el nivel subconsciente, es como un pozo sin fondo. Hay incontable número de experiencias que han ocurrido en nuestras vidas y que están enterradas en el fondo de nuestro subconsciente. Podemos tener una nueva experiencia cada segundo, o por lo menos cada minuto… esas experiencias se multiplican por millones y todas son almacenadas desde que estamos en el vientre, a través de la infancia, la adolescencia y la madurez”.

El sistema evocativo de cada persona, está lleno de buenos recuerdos: una fiesta en familia durante la niñez, el nacimiento de un hijo, el encuentro con un amigo, unas vacaciones en un lugar hermoso, etc.

Pero también trae a la luz, las heridas que recibimos y los sucesos dolorosos del pasado, quitándole libertad. Y hay que tener presente que “libre es aquél que no está esclavizado por ninguna torpeza”.

Si las heridas ya han sido sanadas por Dios, al recordar esos acontecimientos, no experimentarás enojo, dolor, ni vergüenza; sino que conservarás la paz en tu corazón.

Pero, ¿qué sucede si el sistema evocativo se mueve en ti a través de un rostro, o de un perfume, produciendo ansiedad, ira, o tristeza?. Pues simplemente que te está advirtiendo que la herida no está sanada y que por lo tanto, debes entrar en la Presencia del Señor y recomenzar un proceso espiritual orando con el corazón, para recibir una gracia de perdón más profunda.

Hay quienes dicen: “yo perdono, pero no olvido”. El problema de esta frase popular es que quien la dice, quiere liberarse de la conciencia de tener rencor, justificándose a sí mismo y ante los demás.

Es cierto que Dios, no nos exige olvidar. Lo que sí nos exige es perdonar de corazón a quienes nos hirieron.

El ser humano -a no ser que sufra de amnesia o reprima los recuerdos-, no tiene la capacidad de borrar el pasado, pero sí tiene el poder de perdonar lo que recuerda.

Esto no quiere decir que, a partir del perdón, tú vas a tener la misma simpatía hacia todos, o que quieras a todos por igual, o que te lleves bien con quien te hizo daño, o que estés de acuerdo con ellos en todo. Lo que sí quiere decir es que, es fundamental que no guardes resentimiento. Porque si no estarás siempre a la defensiva y con actitud de enojo. Y además no podrás profundizar los lazos de amor y amistad con otras personas.

Ciertamente éste es un tema que debemos seguir profundizando, por eso me propongo que en otro momento sigamos reflexionando sobre el perdón como clave de la paz, de la verdadera alegría y de la santidad; mientras tanto no dejemos de orar pidiendo la Reina de la paz que nos traiga aquellos rostros de las personas a quienes debemos pedir la gracia de perdonar, y que Ella interceda para que nuestro corazón sea liberado de todo mal sentimiento.

Finalmente te pido que me lleves en tu oración, que yo en mi oración también te llevo.

Padre Gustavo Jamut, omv
http://www.mensajerodelapaz.org.ar/
http://www.sanroquercc.org.ar/

La próxima Peregrinación que estaré guiándome a Medjugorje, como un camino de escuela de oración y de sanación integral, será a partir del 25 de abril. Si deseas unirte a nosotros viajando directamente de tu país puedes informarte y comunicarte con María Martín http://www.peregrinosenlafe.com.ar/

“¡Queridos hijos! que el Espíritu Santo los llene de su gracia y de su fuerza. Solamente así serán testigos de la paz y del perdón”.
Del Mensaje, 25 de abril de 2004

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