Hay quienes suelen llamar coincidencia a lo que yo llamo “Diosidencia”. Me estoy refiriendo a la intervención de Dios para que las cosas ocurran según sus designios en el momento oportuno. Y esto es lo que ha sucedido este 25 de marzo -solemnidad de la Anunciación-, cuando el Papa Francisco pronunció la oración de Consagración de la humanidad al Corazón Inmaculado de María, pidiendo especialmente por Rusia y Ucrania, mientras que el mismo día a las 17:40, la Virgen María se ha aparecido en Medjugorje una vez más, para dar su mensaje mensual a la vidente Marija Pavlovic.

Al igual que en su momento lo hizo el Papa San Juan Pablo II, también el Papa Francisco acogió el pedido que la Virgen María había hecho en Fátima.

La invitación de Nuestra Madre a través de ambos Pontífices es un pedido para confiar en el poder espiritual que Dios ha concedido a todos los bautizados, a través de la oración, de manera tal que Dios pueda intervenir protegiendo la humanidad. Es un llamado a la confianza del poder de la oración, que la Virgen María nos recuerda frecuentemente tanto en Fátima como el Medjugorje.

Efectivamente, cuando en el Mensaje de este 25 Ella nos dice: Escucho su clamor y sus oraciones por la paz”, no podemos dejar de pensar en el clamor que se acaba de levantar en toda la tierra, gracias a la docilidad con la que el Santo Padre Francisco acoge el pedido de la Virgen María y llama a todos los creyentes a unirnos en oración.

El Santo Padre -independientemente de quien sea en cada momento de la historia- es, en Palabras de Santa Catalina de Siena:  “El dulce Cristo en la tierra”. Y en el caso de nuestro querido Papa Francisco, vemos como Nuestra Madre en su mensaje también se hace eco de sus palabras, pues en la misma sintonía del Espíritu Santo, ambos nos invitan a regresar a Dios y convertirnos de corazón.

En Argentina y también en otros países, cuando alguien quiere hacer responsable a otros y no asume su parte de responsabilidad, suele decirse que: “echa la pelota (balones) fuera”. Y muchas veces, nosotros también podemos caer en esa tentación, al mirar la paja en el ojo ajeno, y no ver la viga que hay en el propio (Ref. Mateo 7:1-5).

Por lo cual, en esta ocasión, Nuestra Madre en su mensaje y el Santo Padre por medio de su reflexión, ponen la “pelota” -es decir la responsabilidad- en nuestro campo de juego, pues ambos mensajes son un llamado, no para condenar a los demás sino para que nos decidamos a trabajar de verdad y con entusiasmo en la propia conversión; por lo cual la Virgen nos dice: “Los invito a regresar a Dios y a sus Mandamientos”.

Y en consonancia con las Palabras de Nuestra Señora, el Papa afirmó: “Nosotros solos no logramos resolver las contradicciones de la historia, y ni siquiera las de nuestro corazón. Necesitamos la fuerza sabia y apacible de Dios, que es el Espíritu Santo. Necesitamos el Espíritu de amor que disuelve el odio, apaga el rencor, extingue la avidez y nos despierta de la indiferencia”.

Asimismo, el Santo Padre recordó que: “sin amor, no podemos ofrecer nada al mundo, de ahí la importancia de cambiar primero nuestros corazones si verdaderamente queremos cambiar lo demás”.

Si cada uno de nosotros por amor a Dios y al prójimo, pero también por un sano amor a nosotros mismos, se decide diariamente a cambiar aquello que debe ser cambiado en nuestra manera de pensar, hablar, actuar y en el comprometernos con lo que nos pide Dios y la Iglesia, entonces irradiaremos la paz de Dios, y esta inundará nuestras familias, países, parroquias y el mundo entero. Por lo cual necesitamos dejarnos guiar por la mano invisible y silenciosa, pero a su vez insistente y poderosa de la Virgen María.

Ciertamente, el momento de la Consagración fue profundamente emocionante por lo que significa y por todo lo que implica. Pero para mí, en lo personal, fue doblemente significativo, ya que la imagen de Nuestra Señora de Fátima delante de la cual el Papa Francisco guió la Celebración penitencial y el Acto de consagración al Inmaculado Corazón de María, fue la imagen de la Virgen delante de la cual yo a la edad de 23 años -mientras vivía en Roma- hice mis primeros votos religiosos, pues fue llevada del Santuario de Nuestra Señora de Fátima de San Vittorino Romano (Lazio) https://www.santuariosanvittorino.it/ perteneciente a la Congregación Oblatos de la Virgen María, a la cual pertenezco.

Finalmente, y para terminar esta reflexión, me animo a sugerirte que tomes todo el tiempo que necesites para volver a leer y meditar la oración de Consagración que nos regaló el Santo Padre, pues esta encierra una gran riqueza espiritual y teológica que nos ayudará a seguir intercediendo por la paz, no solo entre Ucrania y Rusia, sino también en tantos otros lugares donde hay violencia, y especialmente la paz en nuestros pensamientos y corazones.

Pidamos con confianza a María, Madre de Dios y Madre nuestra, en cuyo Inmaculado Corazón todos tenemos un lugar, por la paz entre Ucrania y Rusia, por la paz entre quienes somos Iglesia y por toda la humanidad.

Padre Gustavo E. Jamut, omv

www.comunidadmensajerosdelapaz.org/

Compartir: