El mensaje del 25 de julio del 2016, de la Reina de la Paz nos dice:

“¡Queridos hijos! Los miro y los veo perdidos, y no tienen oración ni alegría en el corazón. Hijitos, regresen a la oración y pongan a Dios en el primer lugar y no al hombre. No pierdan la esperanza que les traigo.
Hijitos, que este tiempo sea para ustedes, buscar cada día más a Dios en el silencio de su corazón y oren, oren, oren hasta que la oración se convierta en alegría para ustedes.
¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

Este mensaje, al igual que cada mensaje de Nuestra Amada Madre, comienza con la ternura de sentirnos llamados “Queridos hijos”. Esa expresión. si la meditamos con el corazón, nos llena de amor y ternura al ser tratados con tanta delicadeza por la Reina de los cielos y de la tierra.

Sin embargo, ella como Madre nos corrige a nosotros, sus pequeños hijos. Porque Ella nos está mirando permanentemente y dice: “los veo perdidos”.

¿Qué es estar perdidos? No necesariamente es estar cometiendo pecados graves, sino que puede ser estar desorientado, estar confundido.

Es como quien está en la ciudad correcta pero no da con el domicilio al que tiene que llegar, y quizá le falla el GPS, o ha puesto una dirección equivocada o le han pasado mal la información.

Lo cierto es que necesitamos recalcular para no estar perdidos; y eso lo hace el Espíritu Santo en nosotros a través de la oración hecha con el corazón. Lo hace a través de la sinceridad de corazón, el discernimiento y la búsqueda de la voluntad de Dios en nuestro modo de pensar, hablar, actuar, haciendo todo según el discernimiento que el Espíritu Santo nos inspira.

Un signo de hacer la voluntad de Dios es la alegría del corazón, tal como lo manifiesta la Virgen en este mensaje.

La alegría del corazón no quiere decir que todos los acontecimientos serán de acuerdo a nuestro gusto, ya que en ocasiones tendremos que atravesar por los misterios dolorosos, así como los rezamos en el santo rosario. Sin embargo cuando estamos en sintonía con la voluntad de Dios aun esos misterios dolorosos nos ayudan a cimentar la alegría profunda.

Pienso en lo que sucede en este invierno tan frío, donde por un lado podemos quejarnos de las bajas temperaturas, pero también vemos que cuanto más baja es la temperatura, si bien los arboles que han perdido sus hojas en el invierno, la savia se reconcentra profundamente esperando la llegada de la primavera y el verano, de manera tal que cuando florezca y fructifique lo haga abundantemente y esos frutos estén llenos de dulzura.

Por lo tanto si tienes que pasar por el invierno del alma -especialmente eso inviernos espirituales donde hay aridez, donde hay dificultad, donde sientes el frío de la incomprensión de las dificultades- pero lo atraviesas de la mano de Dios y de María, y orando con el corazón entonces te preparas para que llegue en algún momento, la alegría de la primavera espiritual para tu vida que traerá nueves bendiciones.

Por eso la Reina de la paz dice “Hijitos, regresen a la oración y pongan a Dios en el primer lugar y no al hombre”.

Poner a Dios en el primer lugar debe ser nuestro mayor deseo. Entonces no podemos dejar pasar este mensaje sin que cada uno de nosotros reflexione y se pregunte, y le pregunte al Señor: ¿te estoy poniendo en el primer lugar de mi vida, de este día, de mis actividades, de mis pensamientos, de mi manera de hablar, de las decisiones que voy tomando?

Es significativo que dice “y no al hombre” ¿Por qué? Porque a veces nos dejamos llevar por opiniones superficiales de los demás y no por la verdad de Dios; en ocasiones estamos más pendientes de lo que van a opinar los demás o de lo que quieren los demás, que lo que quiere y nos pide Dios.

Si lo que quieren los demás va en sintonía con la voluntad de Dios, entonces adelante, pero lo que muchas veces te sugieren o te piden no va ir en sintonía con la voluntad del Señor; y en esos momentos no podemos dejarnos llevar por el respeto humano.

Y ¿cómo sabremos a quien o que ponemos primero?

Lo sabremos -como nos dice la Reina de la Paz- a través de la oración. Lo importante es crecer en la esperanza desde la oración.

La Madre nos dice: “No pierdan la esperanza que les traigo”. Cuando pasamos por el invierno del alma, cuando a los mejor las decisiones no son comprendidas, cuando a veces -aun haciendo la voluntad de Dios- somos juzgados y criticados, no perdamos la esperanza, porque también estas pequeñas humillaciones -y a veces no tan pequeñas- preceden una bendición aun mayor. Si de Dios aceptamos el elogio, y las cosas que nos dan gozo y alegría, porque no alegrarse, y recibir también lo que a veces nos preocupa o nos duele.

La Gozpa nos dice: “hijitos que este tiempo sea para ustedes, buscar cada día más a Dios en el silencio de tu corazón”.

¡Qué hermoso cuando empezamos a valorar el silencio!. En dos de mis libros, “Amigo de ti mismo” y “Señor enséñanos a orar”, profundizo este tema de descubrir el silencio, el cual no es un silencio carente de sonido. Es el silencio que procede de bajar los ruidos exteriores y también los ruidos interiores de la cabeza, de la ansiedad del corazón, para escuchar los susurros del Espíritu Santo y las hermosas cosas que Dios tiene para transmitirnos. Y así darnos cuenta que la palabra de conocimiento es un don, no solo para algunos, sino para todos; sobre todo para nosotros mismo.

Hace un par de días durante una jornada, estaba confesando. Entonces se acercó una señora que me dijo: “Vengo a verlo a usted para que me de palabra de conocimiento”. Casi como si estuviese buscando un brujo, vidente, o astrólogo.

Es que a veces no logramos convertir totalmente nuestro pensamiento, para que Cristo sea el centro de nuestras vidas. De acá que la Virgen nos invita al silencio para que escuchemos al Señor y por eso dice “oren” por tres veces seguidas.

Esto es algo muy repetitivo en los mensajes de la Reina de la Paz ¿Por qué dice: ore, oren y ore?

Esta es mi explicación: creo que cada día tenemos que tener un momento -aunque se breve- con cada una de las tres personas de la Santísima Trinidad.

Con el Padre: orar para sentirnos rodeados por su amor y para sentirnos protegidos, recreados por su fuerza.

Al Hijo: para que él vaya sanando las heridas de nuestra alma, y fortaleciendo nuestras debilidades.

Al Espíritu Santo para que nos guié, nos oriente con su sabiduría y sus dones.

De este modo nos dice “oren hasta que la oración se convierta en alegría”.

Nuevamente la alegría, y aquí podemos verlo desde dos perspectivas. Puede ser que la oración nos traiga el don de la alegría sobre todo para quien anda triste, cabizbajo, preocupado, enojado; o puede ser que la misma oración es alegría; sentir la alegría de tener tiempo para orar con el corazón.

Oración:
Madre, nosotros te amamos somos tus pequeños hijos y recurrimos a ti necesitados de tu intercesión.
Hoy te pedimos: enséñanos a orar, porque solos no sabemos, guíanos en el camino de la humildad, de la sencillez, y de la alegría que viene de tu Inmaculado Corazón; y como Reina de la Paz, da tu bendición maternal a todos aquellos hermanos a quien hoy llega este mensaje. Nos transportamos espiritualmente hasta tu casa en Medgujorge y te pedimos Madre tu bendición materna. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

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