Queridos hermanos:

¡Reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!

El mensaje de Nuestra Madre del 25 de noviembre nos ayuda disponer nuestros corazones para vivir el tiempo litúrgico de Adviento, como un camino de purificación y crecimiento espiritual.

Cada uno de nosotros a lo largo del año transcurrido seguramente hemos tenido aciertos, y también desaciertos; hemos tenido momentos de crecimiento en la gracia divina y otros momentos en que nuestro corazón se ha oscurecido un poco a causa del pecado.

Este tiempo de espera y de donación que menciona la Reina de la Paz en su mensaje, es un tiempo propicio para echar fuera de nosotros, por medio de la oración del corazón, cualquier forma de sombra que se halla agazapado en algún rincón de nuestra alma, oscureciendo en nosotros la paz, la esperanza, la alegría y la entrega.

Nuestra Señora nos recuerda: “este es un tiempo de gracia y de oración”; por eso me gusta pensar en el período de Adviento, como un tiempo en el cual Dios derrama gracias especiales a quienes reconocen -a través de la oración- que en algunos momentos a lo largo del año el corazón pudo haberse ensombrecido a causa del pecado y de las infidelidades. Esas situaciones de la vida pudieron haber dejado en nuestras almas fragmentos de oscuridad, de las que Jesús luz del mundo quiere ir liberándonos día a día, a través del cambio de mentalidad y ayudándonos a generar nuevos comportamientos.

Por lo tanto, la espera a la cual se refiere Nuestra Madre, no es una espera pasiva, ni tampoco es la inacción de imaginar que Dios tiene que ocuparse de todo y que nosotros no tenemos que hacer nada.

Por eso, nuestra Madre integra los dos términos: espera y donación; pues eso nos habla del compromiso cada vez mayor que debe asumir todo católico en la transformación interior del propio corazón, pero a la vez en la transformación de los diversos ámbitos de la sociedad.

Esta simultaneidad de la espera y de la donación, va en la misma línea pedida por Dios a través de los Obispos de América Latina y el Caribe, donde se nos pide ser simultáneamente discípulos y misioneros de Cristo vivo.

Me parece importante que recordemos los pasos de este proceso, acerca del cual nos hablan nuestros Obispos en el número 278 del documento de Aparecida:

En el proceso de formación de discípulos misioneros destacamos cinco aspectos fundamentales que aparecen de diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí:

  1. a) El Encuentro con Jesucristo. Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los llama: “Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9). Se ha de descubrir el sentido más hondo de la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por eso la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones.

 

  1. b) La Conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida. En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación se actualiza para nosotros la redención de Cristo.

 

  1. c) El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús maestro, profundiza en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso es de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.

 

  1. d) La Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos. Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria. También es acompañado y estimulado por la comunidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu.

 

  1. e) La Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se realice de diversas maneras de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona.

 

A mi entender, estos cinco pasos que Dios nos ofrece a través de nuestros pastores, son fundamentales para el crecimiento y maduración de quienes formamos parte de los Centros de Paz. Pero a la vez nos pueden servir para que en este tiempo de Adviento y de gracia nos examinemos de manera personal y comunitaria, y de este modo podamos proyectarnos para el próximo año.

No quisiera finalizar esta reflexión sin pedir a todos que oremos con fervor y hagamos orar a otras personas por la jornada mundial de la juventud que se realizará en Panamá, también por el María Fest que precederá esas jornadas (https://centromedjugorje.org/tag/festival-mariano-juventud-panama/)  y de manera particular por el IX Congreso Internacional María Reina de la Paz de Iberoamérica y España, para responsables de Centros de Paz, Grupos de Oración, Peregrinaciones y Asociaciones Caritativas vinculadas a Medjugorje, el cual tendrá lugar en Honduras desde el miércoles 6 y finalizará el domingo 10 de marzo de 2019 (https://centromedjugorje.org/congreso/congresos-iberoamericanos/ix-congreso-internacional-iberoamericano-honduras-2019/)

Sin lugar a dudas, serán unas jornadas en las que la Reina de la Paz estará intercediendo para que todos los católicos recibamos una renovada efusión del Espíritu Santo.

 

Padre Gustavo Jamut, omv

www.peregrinosenlafe.com.ar

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