En el mensaje del pasado 25 de abril la Virgen nos invita a dar testimonio de nuestra fe de dos formas: con esperanza y valentía. Hace más de un año que estamos transitando tiempos difíciles con la pandemia, donde muchos han perdido la esperanza a raíz de las distintas situaciones que nos tocan vivir. La escuela maternal de la Virgen nos ayuda a entender que el dolor o el sufrimiento que ocasionan estas situaciones no lo podemos suprimir ni evadir porque no nos ayuda. El intento por aceptar y encontrarle un sentido a las tribulaciones por las que atravesamos hace que no perdamos la esperanza. El Papa Benedicto XVI habló en algunas oportunidades acerca de que la esperanza se relaciona con la virtud de la paciencia. Por momentos esa falta de esperanza nos lleva a perder la paciencia, nos quita la paz y nos gana el malhumor, de esta forma empezamos a ver las situaciones con cierta negatividad y nos dejamos absorber por los problemas. Recordemos que nuestra Madre viene a traernos esperanza, nos viene a decir en sus mensajes que si nos acercamos al amor de su Hijo Jesús no tenemos que tener miedo, que podemos dar batalla a todas las situaciones adversas que se nos presentan, porque con su amor maternal y con el amor de su Hijo podemos salir victoriosos ante las distintas situaciones a las que nos enfrentamos.

También nos habla de dar testimonio de nuestra fe con valentía, es decir, que tengamos una buena determinación para enfrentarnos a las distintas situaciones difíciles con las que nos toca vivir. Esa valentía se pone a prueba en nuestros hogares, donde algunos de los miembros de nuestra familia nos miran con ojo crítico a causa de nuestra fe. Recordemos que la invitación no es a dar testimonio solamente en los lugares de fe: parroquias, grupos de oración, etc; sino a dar testimonio con valentía en muchos lugares hostiles, donde hay personas que no creen y ponen a prueba nuestra fe.

Nuestra Madre nos pide que sea una fe de esperanza y valentía y que, además, no vacile ante ninguna situación. Ella sabe que muchos de nosotros pasamos momentos de zozobra en nuestras casas, en nuestros trabajos, con nuestros amigos. Sabe que se ríen de nosotros a causa de nuestra fe, que nos hacen bromas porque vamos a Misa, y muchas situaciones más por las que nos toca atravesar. Es por esto que nos pide que tengamos una fe de esperanza y valentía y que no vacile, porque sabe que muchas veces nuestra fe se va a poner a prueba y van a intentar alejarnos de este camino que tanto bien le hace a nuestro corazón, a nuestra vida y que tanta paz nos trae al corazón.

“Vayan valientemente…” nos dice nuestra Madre. No nos envía a cualquier lado, sino que nos invita a que juntemos fuerza para ir hacia la meta definitiva: el Cielo. Ella, como buena Madre que es, nos da ánimo y nos ayuda en el camino a la santidad durante nuestro peregrinar por esta tierra hacia la meta definitiva que es estar en la eternidad junto a su Hijo Jesús en el Cielo.

No nos olvidemos que ella nunca nos deja solos, sino que siempre está junto a nosotros y nos acompaña en este camino. Al final del mensaje nos dice: “los acompaño por este camino de santidad y los pongo a todos en mi Corazón Inmaculado”. Ella no solo nos acompaña, sino que nos pone en su Corazón Inmaculado.

Cuando estés desanimado, triste o pasando por momentos de dificultad acordate que la Virgen te lleva en su corazón y está intercediendo por vos día y noche ante su Hijo.

La Virgen nos envía valientemente a dar testimonio de nuestra fe pero no nos deja solos, sino que nos toma de la mano y camina junto a nosotros acompañándonos en el camino hacia la santidad.

¡María Reina de la Paz, ruega por nosotros y por la paz del mundo entero!

Padre Marcelo

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