La Paz de Cristo en la escuela de María

La paz entre los seres humanos es consecuencia de la paz con Dios.  Porque “no puede darse en la sociedad humana si primero no se da en el interior de cada hombre”, decía San Juan XXIII. Es decir, cuando la tormenta al interior del corazón del hombre sea real, y no artificialmente ordenado, es posible alcanzar la paz verdadera, que solo es obra del Espíritu Santo.

San Agustin decía: “Que se someta al que está arriba y vencerá al que está abajo; y se hará la paz en ti; una paz verdadera, cierta, ordenada. ¿Cuál es el orden de esta paz? Dios manda sobre el alma; el alma, sobre la carne.”

La paz verdadera por lo tanto se forja al interior del corazón humano.  Cristo vino a vencer las tormentas del pecado y los impulsos de ira, ambición y soberbia, con la mansedumbre del Cordero Inmolado, clavado en el madero de la Cruz, de cuyo Corazón abierto brotan ríos de gracia, para rescatarnos de las tinieblas y hacernos morada de su Espíritu. Por eso el Señor,  busca continuamente resaltar a su Madre bendita, la Sierva del Señor y llena de gracia, que resplandece por que hace la voluntad del Padre.  Donde vive la gracia de Cristo, vive la paz.

El fruto de la oración es el anhelo de la gracia, y la misma gracia nos impulsa a la oración. En esta búsqueda continua de vivir en la presencia del Señor, el corazón y la mente encuentran su plenitud, que es Dios, único bien que puede saciar el alma.

“Él, mi Hijo, vuestro Hermano- a través de mí os invita a la conversión”, que es el primer paso para la  urgente necesidad de la paz. Y nuestros corazones son convocados por la misericordia Divina -como dice nuestra Madre-, “para daros su paz, sin importar quiénes sois ni lo que sois”.

Responsables del advenimiento del Reino de Paz, de Justicia y Santidad, somos cada uno de nosotros. Y aprendemos a vivir con un corazón pacificado, en la escuela de amor de la Reina de la Paz. “Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar. La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. (Gaudium et spes)

Aquí está la campaña eficaz por la paz: “creed y orad, y vivid en gracia y en la espera de su encuentro personal con Él.”

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