29 de junio de 1998

Saludo a todos los que siguen el mensaje de Nuestra Señora y, con María, quiero darles las gracias por vivir Sus mensajes. Antes de reflexionar en su último mensaje, quisiera recordar el mensaje de Mayo. En ese mensaje, Nuestra Señora nos invitaba a prepararnos para la venida del Espíritu Santo por medio de oración y sacrificios. No debemos olvidar que esta invitación no se refiere tan solo a la Novena del Espíritu Santo, sino a todo este año, el cual el Papa ha consagrado al Espíritu Santo. Espero, pues, que quienes estemos viviendo los mensajes de Nuestra Señora, invocaremos diariamente al Espíritu Santo para que nos renueve y nos ilumine a cada uno de nosotros, a nuestras familias, a la Iglesia entera y al mundo entero. De especial importancia fue su llamado a decidirnos por Dios, el Creador, porque de esta decisión surge la decisión por nuestra propia vida: que la aceptemos como un don de Dios, que la protejamos y la amemos, pero que hagamos lo mismo con la vida de los demás. Cada uno de nosotros ha sido creado por Dios, el Creador; el amor y sólo el amor puede darnos una actitud correcta con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Por medio de María, Dios nos pide que le permitamos cambiarnos y llevarnos hacia el camino de la verdad por medio del Espíritu Santo. Así pues, debemos luchar contra la soberbia y el egoísmo que hay en nosotros puesto que son los obstáculos más grandes para este cambio.

María nos enseña a ser humildes, una humildad que Ella expresó cuando dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Tu palabra". Si le permitimos a Dios que nos cambie, seguramente seremos personas nuevas y recibiremos la fortaleza para luchar contra el mal y las cosas negativas que hay en nosotros y haremos un espacio para que lo nuevo y el bien crezcan en nosotros. Es así como queremos comenzar el 18° año en la Escuela de la Virgen y seguir viviendo, como Ella nos invita, Sus mensajes.

En este tiempo, todos los videntes estuvieron en casa y diariamente, después de la Misa vespertina, rezaron con los peregrinos la Novena, orando con la alabanza de María: "Mi alma glorifica al Señor…", mientras los presentes respondían cantando. Fue muy hermoso ver a Ivan, Marija, Mirjana y Jacov en el altar y orar con ellos; también rezaron el Credo y los siete Padrenuestros con nosotros.

Ivanka tuvo su aparición anual. El 7 de mayo de 1985, ella vio su última aparición diaria junto a los demás videntes. Esa tarde recibió el décimo secreto y Nuestra Señora le dijo que se quedara en casa al día siguiente. La aparición, que tuvo lugar en su casa, duró una hora entera y, al igual que a Mirjana, le fue dicho a que seguiría teniendo la aparición una vez al año, esto es el 25 de junio, día del aniversario. Así que la primera aparición anual a Ivanka se verificó en 1986 y desde entonces, la Virgen se le aparece una vez al año. Este año, Ivanka oró con su familia en casa y la aparición duró de seis a siete minutos. Dice que la Virgen se veía gozosa, ella le encomendó a todas las personas y Nuestra Señora bendijo a todos los presentes. Durante la aparición, la Virgen también le habló a Ivanka acerca de los secretos y nos invitó a todos a orar por nuestras familias durante este tiempo, especialmente por las familias con miembros enfermos. María nos invitó a abrir nuestro corazón y a agradecerle a Su Hijo tan grandes gracias. Finalmente, María agradeció nuestras oraciones y nuestro amor. Por tanto, tenemos la tarea de orar aún más por las familias y en nuestras familias. En nuestras plegarias, no debemos olvidar el orar especialmente por aquellas familias con algún miembro enfermo, especialmente por aquellas con niños enfermos.

Celebramos el 17° aniversario con un gran evento. Vinieron muchos peregrinos durante los nueve días de preparación al día del aniversario. Sería difícil decir cuántas personas estuvieron aquí a lo largo de estos días, pero el día del aniversario, 250 sacerdotes concelebraron la Santa Misa y estimamos que 50,000 personas participaron. Por eso, conscientemente queremos decir: "Gracias Señor, por estos 17 años y por haber llevado de regreso a tantas personas a Ti, por medio de María. Gracias por todos los que se han decidido por la oración y que, en la oración, experimentan la paz y gracias, Señor, por todas las personas que oran, ayunan y hacen sacrificios por la paz. Te pedimos, con María, la gracia de perseverar en el camino con Ella".

Nuestra Señora nos dio un mensaje muy breve. El mensaje más corto que nos había dado hasta ahora fue en Octubre de 1991, cuando la guerra en Croacia se intensificó muchísimo, y Ella dijo: "¡Queridos hijos! ¡Oren, oren, oren!". En ese mensaje, no mencionó las últimas palabras que siempre nos dice: "¡Gracias por haber respondido a mi llamado!"

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En el mensaje de este mes, la Virgen dice…

HOY QUIERO DARLES LAS GRACIAS POR VIVIR MIS MENSAJES

El agradecimiento es un tema fundamental en los mensajes de María. Con una sola excepción, María siempre dice en sus mensajes: "¡Gracias por haber respondido a mi llamado!". Esto es una sorpresa para nosotros, pero también una razón para preguntarnos, a quién realmente agradece María. ¿Quién de nosotros puede realmente decir: Ella está pensando en mí cuando dice "Les doy las gracias"? ¿Quién ha vivido y aceptado verdaderamente los mensajes de la Virgen para que Ella pueda agradecerle? Pero María siempre ve todo lo positivo y las cosas buenas, aún cuando sean pequeñas y por eso nos da las gracias. Esto debe ser una razón para que pensemos en lo siguiente:

Dar gracias es una condición para la paz entre unos y otros y también entre nosotros y Dios. Quien agradece demuestra que ve, primero que nada, las cosas positivas y da gracias por ellas. Cuando somos agradecidos unos con otros en casa por las cosas positivas, tenemos paz. Cuando no vemos las cosas positivas y notamos sólo las negativas, las criticamos y hablamos de ellas, constantemente tendremos conflictos, no habrá paz entre nosotros y tampoco gozo. De igual modo, tampoco habrá paz entre nosotros y Dios. Si alguien no encuentra una razón para dar gracias a Dios, podemos decir que no tiene suficiente fe. Dios lo ha creado todo, El nos ha dado todo lo que tenemos y sólo la soberbia y el egoísmo pueden volvernos ciegos ante estas cosas. Si no encontramos, pues, un motivo para darle gracias, tampoco seremos capaces de orar y así perderemos realmente nuestra fe en Dios y viviremos en la desconfianza. Cuando estamos en dificultades, fácilmente solemos decir: "Dios mío, ¿por qué yo?". Pero cuando todo va bien, fácilmente nos olvidamos agradecerle. Nosotros estamos llamados a ser siempre agradecidos y sólo si somos humildes seremos capaces de dar gracias siempre. Por otro lado, ahí donde termina la gratitud comienza el pecado.

Echemos un vistazo rápido a la situación donde se originó el primer pecado; podemos decir que el pecado comenzó cuando Eva se cegó por aquello que le estaba prohibido y que ella no tenía. Lo mismo sucede en nuestra propia vida; cuando no estamos agradecidos, significa que no vemos las cosas buenas y que estamos abiertos al conflicto y al pecado. Corremos un gran peligro todos nosotros cuando sólo estamos interesados en lo negativo y hablamos únicamente de cosas negativas. Este es un peligro grande, especialmente al educar a los hijos. En cierto modo, todos tenemos una deformación de oficio y nos comportamos como el maestro que imparte la lección a los estudiantes; allí donde él encuentra un error, lo subraya especialmente con tinta roja para que sobresalga. Quizá así deba hacerse en una escuela, pero cuando subrayamos en nuestras vidas tan solo las cosas negativas, la paz no será posible y las personas no serán capaces de desarrollarse bien, particularmente los niños. Sólo quien ve las cosas positivas y da gracias y habla sobre ello, puede educar bien a otros. Los que sólo critican, pierden toda autoridad ante los niños y en la escuela. Creo que esto mismo ocurre entre los sacerdotes y en sus homilías. Cuando el sacerdote sólo critica y nunca habla acerca de las cosas positivas de la parroquia, pierde igualmente toda autoridad para decir cualquier otra cosa.

Lo que nos impide dar gracias es seguramente nuestro sufrimiento y nuestra cruz, cuando surge esta pregunta en nuestro corazón: "¿Cómo puedo dar gracias a Dios por mi sufrimiento y mi cruz? ¿Debo hacerlo del todo?". La respuesta sólo podemos encontrarla a través de la fe y delante de la cruz de Jesús. ¿Qué tan a menudo damos gracias a Jesús por Su sufrimiento y Su cruz? ¿Qué tan a menudo bendecimos y alabamos Su cruz porque, por medio de Su Cruz, El nos redimió a nosotros y al mundo? ¿Creemos que todos nuestros sufrimientos, sea que los hayamos causado nosotros mismos con nuestros pecados o bien los demás con sus pecados, pueden transformarse para bien? ¿No dijo San Pablo que, para aquellos que creen, todo es para bien? Pienso que el examen final de nuestra fe y nuestra relación con nosotros mismos, con Dios y con los demás, consiste en comenzar a creer que cualquier sufrimiento personal se transformará para bien; ¿cuándo y cómo? — eso debemos dejárselo a Dios. Pero la persona que también da gracias a Dios por sus sufrimientos personales y su cruz es liberada del enojo y la desconfianza, del miedo y la depresión, es capaz de vivir con gozo y esperanza.

Dar gracias es también la expresión más profunda y el fruto más hermoso de la fe. María es la sierva agradecida del Señor. Si analizamos brevemente su oración, vemos cómo da gracias. Su alma glorifica al Señor, porque el Señor ha puesto su mirada en Ella, Su humilde esclava. Da gracias por la historia de su pueblo, por todo lo que el Señor ha hecho por sus padres y reconoce que Dios escucha a los pequeños, a los humildes y a los pobres, que El no honra a los grandes y los soberbios, si éstos persisten en su soberbia y egoísmo. María da gracias. Ella reconoce el amor de Dios y Su guía a través de la historia de Israel y lo ve igualmente en su propia vida. Esto es lo que todos nosotros necesitamos en realidad. Una vez hablé con una de las videntes acerca de sus experiencias del Cielo, el Purgatorio y el Infierno. La respuesta que ella me dio en relación al Cielo me gustó muchísimo. Ella me dijo: "En el Cielo daremos gracias continuamente cuando descubramos todas las cosas que Dios ha hecho por nosotros y que nunca descubrimos mientras estábamos en la tierra. Necesitaremos toda la eternidad para [expresar] este agradecimiento."

Por tanto, la gran tarea para cada uno de nosotros en este 18° año de las apariciones es aprender a ser agradecidos, lo cual significa primero que nada abrir nuestros ojos a lo positivo y a todas las cosas buenas que hay en nosotros; que demos gracias y experimentemos así el gozo y la paz. De ese modo nos protegeremos contra actitudes negativas. Pero también estamos llamados a descubrir las cosas buenas y positivas en los demás, a hablar de ellas y demos gracias. Sólo entonces tendremos el valor y la fortaleza para manejar las cosas negativas que hay en nosotros y en los demás. Continuamente debemos dar gracias a Dios por Su gran amor, por Su cuidado paternal; pero especialmente debemos darle gracias por el gran don que nos ha dado en estos tiempos. Cuando vemos en el Evangelio cómo Jesús sanó a 10 leprosos y sólo uno de ellos regresó para darle gracias -los demás no tuvieron tiempo de hacerlo, sólo uno de diez- eso es tan poco. Y si nos preguntamos si nosotros mismos somos agradecidos — quizá resulte que nosotros actuamos de igual modo. Si estamos en la escuela de la Virgen, esto debe cambiar.

María prosigue…

LOS BENDIGO A TODOS CON MI BENDICION MATERNAL

¿Qué significa verdaderamente esta bendición? Incluye todas Sus actividades como Madre en favor nuestro. Así que no se trata únicamente de decir: "Dios los bendiga," que también es importante, sino que es su presencia, sus oraciones por y con nosotros, su intercesión, el llevarnos a Jesús; Ella es nuestra mediadora, es nuestro consuelo, es quien intercede por nosotros y realiza esta peregrinación con nosotros. Todo esto abarca la bendición maternal de María, su comportamiento entero hacia nosotros. En el pasado, Ella ha afirmado también que nos lleva en su regazo maternal, que nos protege bajo su manto maternal; también recordamos que María dijo una vez que nosotros podemos dar su bendición maternal a otros. Debemos ser totalmente conscientes de que podemos y debemos llevar esta bendición a nuestras familias y a todas las personas, pero no sólo como un dicho sino con un comportamiento totalmente nuevo hacia los demás y hacia Dios. La palabra ‘bendecir’ viene del latín ‘benedicere’, que significa ‘hablar bien, defender, no juzgar, estar ahí por la humanidad’ y esto es una bendición.

En este punto, creo que sería apropiado añadir que debemos tener cuidado cuando llevemos objetos benditos con nosotros, esto es, que no caigamos en algún comportamiento o mentalidad mágicos. La magia significa tener una fórmula por medio de la cual una persona pretende imponer su poder y someter a otros; la magia negra es cuando alguien usa una fórmula para someter con su poder a espíritus malos y la magia blanca, cuando alguien cree que por medio de cierta oración o de algún objeto bendito puede someter con su poder a Dios. Los objetos benditos, la bendición de María y las bendiciones en general son ciertamente una protección para nosotros pero más que eso, son una invitación a ser conscientes de nuestro comportamiento. La bendición debe impulsarnos a hacer el bien, a luchar contra el mal y a cambiar nuestra vida. El peligro es que alguien ande en busca de la fórmula de la bendición o de los objetos benditos como algo que los proteja a pesar de que sigan haciendo el mal, de que sigan comportándose negativamente y permanezcan en el pecado. La bendición maternal de María es una gran protección pero más que eso es una invitación a comportarse verdaderamente del modo que corresponde a sus hijos.

Finalmente, María dice…

LOS LLEVO A TODOS ANTE MI HIJO JESUS

Esto es algo que realmente debe alegrarnos: no estamos solos, María nos conoce y Ella nos ama y nos lleva ante Jesús. ¿Qué es lo que dice a Jesús al llevarnos ante El? Seguramente intercede por nosotros, ora por nosotros y le presenta nuestros problemas, nuestras preguntas, nuestras dudas, nuestras enfermedades, nuestras intenciones. Esto debe ser un nuevo impulso para nosotros, para dejarnos llevar ante Jesús por manos de María, que no nos resistamos a ello, ni sigamos en la desobediencia; que persistamos en este camino con Ella a fin de ser capaces también de levar a otros, en nuestras oraciones con María, ante Jesús.

Esperamos, pues, que por medio de sus mensajes, por medio de su presencia y por medio de llevarnos a todos ante Jesús, la Virgen nos ayude a obtener un mundo nuevo. Esta es realmente nuestra esperanza. Pero María nos dijo en otro de sus mensajes: "Sin ustedes, Yo no puedo hacer nada. Cada uno de ustedes es importante para mí". Con su presencia, sus palabras y sus oraciones, Nuestra Señora ha ayudado a muchas personas a lograr una nueva actitud.

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Por Esto Queremos…

Señor, Te damos gracias por seguir enviándonos a María. Te damos gracias por Tu amor y por cada gracia que Tú nos das, por cada palabra que nos regalas por medio de Ella. Te pedimos ahora que nos bendigas para que nuestro corazón esté abierto a su bendición maternal, que nuestras familias, nuestros padres e hijos, nuestros jóvenes y ancianos, los que están sanos y los enfermos, los ricos y los pobres sean bendecidos y que, por medio de esta bendición, se renueven nuestras familias, nuestras comunidades, la Iglesia entera y el mundo. Pedimos Tu bendición para poder luchar contra el mal en nuestra vida y en la vida de los demás. Te pedimos, oh Dios, en nombre de Tu Hijo Jesús, que bendigas a los videntes y a todos aquellos que se han convertido en testigos de la paz durante este tiempo. Te pedimos que fortalezcas a todos los que se han cansado en este camino con María, a todos los que están sin esperanza y sin paz en este tiempo, a todos los que han perdido el significado de la vida.

Especialmente Te presentamos, en nombre de Jesús y con María, todas las relaciones heridas en nuestras familias, en la Iglesia y en el mundo, de las cuales provienen los conflictos y las guerras. Te pedimos que nos sanes a todos a fin de que, con María, nuestra Madre y Reina de la Paz, obtengamos la paz ya desde aquí en la tierra , para que un día seamos capaces de experimentar la paz en el Cielo por Cristo, Nuestro Señor. Amén.

Fra. Slavko, Medjugorje,
Medjugorje, Junio 29 de 1998

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