26 de noviembre de 2001

En el mensaje del mes pasado, la Virgen dijo: “Hijitos, ustedes han sido elegidos para testimoniar paz y alegría”, y hoy nos habla cómo la inquietud está presente en los corazones, y asimismo, el odio en el mundo.

Todo hombre busca la alegría. Todo el mundo desea sentirse feliz y busca la alegría. Todos deseamos sentirnos felices. Los buenos y los malos son similares puesto que ambos desean sentirse felices. Quien es bueno, es bueno para sentirse feliz, quien es malo, no sería malo, si tuviera la esperanza de que con eso podría sentirse feliz. En su libro “Confesiones”, el gran santo Agustín nos decía: Si nosotros amamos la alegría es porque, de una manera secreta, la hemos conocido. Es decir, si no la hubiéramos conocido – si no hubiéramos sido creados para ella – no la amaríamos. El hombre que llama a la puerta de la iglesia – aun cuando lo haga con violencia e ira – lo hace porque busca la alegría. La gente joven busca especialmente la alegría. Y nos damos cuenta de que la mayoría del mundo que nos rodea se siente triste. La tristeza y la paz nos aprietan el cuello y casi nos ahogan. Hay cada vez menos gente feliz y cristianos felices. Ya Nietzche criticaba a los cristianos por sus rostros sombríos y enfadados.

La tristeza y la inquietud circulan por nuestras calles, aldeas y ciudades. La tristeza se ha introducido también en nuestras familias. La tristeza y la inquietud contaminan también a nuestros hijos, a quienes en vez de darles alegría, les damos cosas para comer, juguetes cada vez más grandes y monstruosos para destrozar. La alegría no proviene de las cosas, de los juguetes, de la comida, de las motocicletas, de los automóviles, de la técnica, del dinero ni de los placeres. Nuestro corazón y nuestra alma buscan el verdadero alimento. No puedes engañar el alma con las cosas. Si no la alimentas con Dios y Su Palabra, ella se rebelará y se pondrá en tu contra. El alma te envía señales tales como la vaciedad, el sin sentido, la nerviosidad, la agresividad, el enojo contra todos y contra cada uno. Es necesario reconocer esos signos y empezar de nuevo a aprender a alegrarse con las cosas pequeñas y reconocer que todo nos ha sido dado y que nada nos hemos ganado ni hemos merecido.

La Virgen, nuestra Madre, camina con nosotros desde hace veintiún años. Con este mensaje nos prepara para el tiempo de Adviento que se aproxima, y nos pone ante los ojos del Rey de la Paz. La inquietud y el odio reinan en el mundo, nos dice María en este mensaje, y eso los sabemos y vemos claramente. No solamente en el mundo, sino que se han introducido también en las relaciones interpersonales, en la familia, entre los pueblos. La Virgen nos muestra el camino, pone en nuestras manos un medio poderoso con el cual podemos llegar a la paz, si la deseamos y buscamos. No es suficiente ver y conocer el estado de nuestro corazón y de nuestra alma, el estado que rige en mi familia. No es suficiente saber, como en el caso del hombre con hambre, que no saca nada con saber que el pan es bueno. No nos sirve saber que Dios es amor, que la Virgen está en este lugar porque nos ama. Es necesario seguir sus palabras, decidirse, empezar hoy. Son necesarios el encuentro y la experiencia del amor de Dios. No nos sirve maldecir las tinieblas, sino que a veces es suficiente encender una vela y las tinieblas desaparecen al instante. Es necesario sanar nuestros pensamientos negativos, obscuros y trágicos, y pronunciar palabras puras a fin de que la paz y la salud de Dios puedan llegar a nosotros. No es suficiente decir que en mi familia no se ora, que no nos podemos reunir, que cada uno tiene sus ocupaciones, y que va por su camino. Comienza tú si nadie quiere hacerlo, atrévete a expresar a Dios tu palabra de oración y clamor, para que a través de ti, la luz pueda descender poco a poco sobre todos los que te acompañan.

Hay muchos corazones que siguen los mensajes de la Virgen, mensajes que nos sigue dando aún hoy. La Virgen cuenta con nosotros, con quienes deseamos escuchar sus mensajes que nos dicen que no nos cansemos aun cuando no obtengamos éxitos y frutos inmediatos. Nuestra seguridad es Su presencia, Sus palabras que nos dicen que Ella está con nosotros a pesar de todo. Estemos y permanezcamos nosotros también con Ella. La paz y el bien estén con ustedes

Fra Ljubo Kurtović
Medjugorje, 26. 11. 2001

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