Queridos amigos “Medjugorianos”: ¡reciban hoy siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!

…Y verdaderamente nuestro corazón debe llenarse de gozo y esperanza al recibir nuevamente la visita de Nuestra Madre, que con su mensaje nos anima a vivir el tiempo Adviento como un proceso de continua conversión, transformación, sanación, renovación y crecimiento.

Ella es enviada por Dios para enseñarnos a orar y también para enseñarnos a amar.  Y es que en el corazón de un cristiano no puede haber autentica oración, si se guardan odios, rencores, enojos y malos sentimientos.

Por eso la Gospa nos invita de manera permanente a dejarnos interpelar para que nuestra oración no sea vacía, sino que sea oración del corazón, intimidad con Dios que nos lleva a regresar a Dios como un camino de conversión en las virtudes del perdonar y pedir perdón, en el colmarnos de su luz, expulsando de nosotros toda forma de oscuridad que pudo haberse agazapado en algún rincón de nuestra mente y de nuestro corazón.

Si cada vez que oramos lo hiciésemos como Nuestra Señora nos enseña a través de la pedagogía de sus mensajes, tendríamos muchas menos enfermedades físicas, pues estaríamos sanos en el nivel espiritual y emocional.

El tiempo litúrgico y espiritual del Adviento es de especial importancia para poder afinar nuestra sintonía espiritual con lo que nos pide Dios y la Reina de la Paz.  Por lo cual permíteme compartir contigo una reflexión sobre el Adviento, que nos ayude a cerrar bien el año que ya va finalizando y preparar nuestro corazón para el nacimiento del Salvador.

Seguramente tú ya lo habrás notado en años anteriores, como durante ese tiempo, se genera un clima que nos invita a la reflexión, a analizar cómo ha ido nuestro año, en qué estado se encuentra nuestra alma, y sobre todo hay una invitación Divina por medio de los textos litúrgicos de la Misa y de los mensajes de Nuestra Señora, que nos impulsan a revisar los vínculos con quienes están cerca nuestro, especialmente los miembros de nuestras familias, vecinos y hermanos de comunidad.

Durante el tiempo de Adviento, y luego durante el tiempo de Navidad, el Cielo derrama gracias particulares: corazones duros se ablandan, se hace más fácil comprender los errores propios y ajenos, algo nos impulsa a pedir perdón y a perdonar a los demás, surgen propósitos de cambio que son inspirados por el amor de Dios.  Éstas, y otras gracias, son lo que algunos llaman “los milagros de Adviento y de la Navidad”.

Sin embargo, con frecuencia también se nota que en tiempos cercanos a las fiestas de Navidad, parecería que en algunas regiones del planeta se entreabren las puertas del infierno, y la furia de Satanás se desata, pues se suscita más violencia personal o social que en otras épocas del año.  La gente parece estar más irritable; en algunas familias se discute por nimiedades, el clima social parece tensarse hasta el máximo, se percibe un clima de inestabilidad y zozobra como pocas veces en el año…

Cierto que uno podría atribuir toda esta tensión, al cansancio que se ha ido acumulando a lo largo del año, al término del ciclo lectivo de los hijos, a la necesidad de responder a un sinfín de exigencias laborales, económicas, familiares y sociales.  Pero ¿será solo esto?

Yo me pregunto, si las situaciones de tensión que en ocasiones atraviesan muchas familias, y sectores de la sociedad no se debe también a un accionar espiritual maligno, similar al que se dio en la época de Jesus, que llevó -por un lado- a que muchos le cerraran las puertas a la Sagrada Familia, hasta tal punto que el Hijo de Dios tiene que nacer en una cueva, pero sobre todo a la furia del rey Herodes, que parece estar poseído por un espíritu diabólico que lo lleva a destruir la vida de un gran número de pequeños niños.

El diablo en su gran soberbia se llena de furia ante uno de los mayores gestos de la humildad de Dios, que lo llevó a hacerse hombre, igual a nosotros en todo, menos en el pecado; y no pudiendo destruir al Hijo de Dios, intenta herirlo lastimando a quienes Dios más ama, que somos cada uno de nosotros, nuestras familias, las comunidades eclesiales, y la gran familia humana.

De hecho, Nuestra Madre nos advierte que ni siquiera nosotros, sacerdotes, religiosas o laicos comprometidos estamos exentos de ser influenciados por el maligno: “oren para que, sin ninguna influencia satánica, ustedes puedan decidirse únicamente por Dios” (25 de noviembre de 1989).

Por eso, yo creo que el pedido de Nuestra Señora es un ruego para que todos los cristianos nos unamos (cada uno desde su hogar o desde su comunidad o movimiento eclesial), en una poderosa oración de liberación y de defensa, para que los ángeles de Dios levanten una barrera de protección sobre las personas individuales, pero también sobre las familias, las instituciones, los pastores, los laicos verdaderamente comprometidos, y sobre los miembros más frágiles de nuestra sociedad.

Satanás sabe que en Navidad el poder de Dios y su deseo de bendecir es muy grande, por lo que se acrecienta su temor y su furia, y entonces intenta confundirnos con el materialismo que lleva a distraernos de lo esencial, haciendo que pensemos más en las comidas, los regalos, las fiestas, que en lo que realmente estamos conmemorando.

Satanás cree y sabe que, durante el tiempo de Adviento, Navidad y fin de año, se nos ofrecen gracias especiales para la conversión de quienes hasta ese momento no habían tenido la experiencia del amor de Dios y que estaban lejos de la casa del Señor, por lo que entonces intenta distraernos con preocupaciones, alimentando sombras y fantasías de rivalidad, y generando angustias.

Satanás cree y sabe que, durante el tiempo de Adviento, Navidad y fin de año, el Espíritu Santo ofrece una especial disposición, que ayuda a que los miembros de las familias y de las comunidades que estaban distanciados o enojados entre sí, para que se perdonen, se reconcilien, y reencuentren la paz; mientras que la Virgen María como Madre no deja de interceder para que nos dispongamos a un cambio de corazón, mentalidad y actitudes.

Satanás cree y sabe, que durante el tiempo de Adviento, Navidad y fin de año -si es que los cristianos oran con el corazón por quienes partieron de esta vida-, es uno de los tiempos en que mayor cantidad de almas del purgatorio se purifican y avanzan hacia el feliz encuentro con Dios en el cielo, y que a partir de allí se acrecienta la intercesión de ellas por nuestras familias.

Satanás cree y sabe, que durante el tiempo de Adviento, Navidad y fin de año,  hay mayor facilidad para recuperar la esperanza y producir cambios que a la larga eleven la calidad de la vida familiar, al igual que en las parroquias y comunidades cristianas, a fin de que se afiancen en el amor y en el fervor misionero; y que en los países, surjan propuestas superadoras desde los gobiernos y otros actores sociales, que puedan llegar a mejorar la calidad de vida de la gente de los pueblos, de las grandes ciudades y de las barriadas más carenciadas. Por eso la Reina de la Paz nos advierte del peligro de dejarnos arrastra por las tentaciones del maligno: “Hijitos, yo estoy con ustedes en estos días en que Satanás lucha por fomentar la guerra y el odio. La división es fuerte y el mal actúa en el hombre como nunca antes” (25 de junio de 2022).

Por eso Satanás hace como el tero,[1] que grita o canta en un lado, y en otro lado hace nido y pone los huevos; y esto lo hace para desorientar.  De manera similar, Satanás hace mucho ruido a nuestro alrededor y en nuestra cabeza con pensamientos perturbadores, para alejarnos de la auténtica oración que nos lleva un cambio real y duradero.

El maligno quiere alejarnos del pesebre, y de un tiempo que debería ser de profunda adoración de Dios, intercesión, evaluación y purificación del año que finaliza, y de planificación del próximo año, para abrirnos a disponer un sinnúmero de bendiciones.

Por eso me parecieron muy significativas unas palabras, de San Juan Pablo II, hechas oración:

“Que el fulgor de tu nacimiento ilumine la noche del mundo. Que la fuerza de tu mensaje de amor destruya las asechanzas arrogantes del maligno. Que el don de tu vida nos haga comprender cada vez más cuánto vale la vida de todo ser humano”.[2]

Satanás cree y sabe, del poder espiritual que conlleva el tiempo de Adviento, Navidad y fin de año, por eso intenta una y otra vez distraer, destruir o distorsionar, todo lo bueno y hermoso que estos tiempos han de traer a los corazones, a los hogares, a las comunidades religiosas, y al mundo entero

Pero nosotros, cristianos: obispos, sacerdotes, religiosas, laicos: ¿verdaderamente conocemos y creemos en las gracias que nosotros y el mundo podemos recibir durante el tiempo de Adviento, Navidad y fin de año?

Permitamos que los Mensajes de Nuestra Madre y todo lo que hagamos nos impulse a tomar mayor conciencia de que en modo particular, el mes de diciembre, ha de ser un mes donde fortalezcamos la coraza de protección, no solo para nosotros de manera individualista, sino para toda la familia sanguínea y para la gran familia humana.

Es un tiempo, para despojarnos del hombre viejo, pidiendo perdón y liberándonos de las secuelas de los pecados y errores cometidos durante el año. Especialmente haciendo un buen examen de conciencia y acerándonos al sacramento de la Reconciliación o confesión, con un corazón colmado de fe en la gracia sanadora este sacramento.

Es un tiempo, para recibir la bendición de esclarecer y ordenar los pensamientos y las prioridades en la vida.

Es un tiempo sagrado, para sembrar bendiciones a través de la oración y de los hechos concretos, que pueden darse en el ámbito de la familia con lazos parentales, pero también en la familia de la propia comunidad eclesial y del tejido social en el cual vivimos a lo largo del año.

¡Que la Virgen María y San José, nos ayuden a preparar el pesebre de nuestros corazones, de nuestras familias, de nuestros grupos y comunidades, y de todos los ámbitos de la sociedad por medio de la oración intercesora de liberación y protección!

¡Que no se tenga que decir de nosotros, que no había lugar en la posada para Jesús, porque estaba ocupada por las preocupaciones, el mal humor, las tensiones, las discusiones, las compras excesivas, y la planificación -de manera obsesiva- de las fiestas!

¡Que el “ranchito” de nuestro corazón reciba al Salvador, y que sea el espacio de bendición donde los pobres pastores -que representan a todos nuestros hermanos-, encuentren a quien es la luz que todos necesitamos!. Que así sea.

 

Padre Gustavo E. Jamut, omv

 

PD Te comparto el link de una enseñanza que he dado en estos días acerca del “Adviento y Como Finalizar Bien el 2022”. Abrazo virtual y Bendiciones.

https://www.youtube.com/watch?v=n8jzGhmQX-o

 

[1] En algunos países se lo menciona también como tetéu, terencho, tiluncho. En Chile se lo conoce como Queltrgua.

[2] San Juan Pablo II 24 de diciembre de 2003, Misa de medianoche

 

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