Queridos amigos de la Reina de la Paz:

¡Reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!

En esta ocasión, la Reina de la Paz nos llama a extender el Reino de Dios en cada barrio, pueblo y ciudad, y nos invita a hacerlo por medio de tres herramientas esenciales: la oración, el trabajo y el testimonio.

Este mensaje de Nuestra Madre, está en sintonía total con lo que Dios nos dice a través de la Iglesia, especialmente en lo que se refiere a la vocación evangelizadora de los laicos en el Documento de Aparecida (V Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe), cuando recuerda que todos los bautizados estamos llamados a ser: Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.

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Oren”

Nuestra Señora nos dice: oren”.  La oración personal de cada día y la oración comunitaria son esenciales para que Dios pueda transformar los corazones de las personas y las estructuras injustas de la sociedad.

Sin la oración hecha con el corazón, el apostolado y servicio de nuestros grupos se transforman en activismo estéril.

Sin oración -gustada y transformadora-, la actividad apostólica será como querer hacer surcos en el mar.

La oración hecha con la mirada puesta en Dios y confiada plenamente en él, es el camino para darle al Señor la autoridad y el permiso a fin de que pueda realizar milagros en nuestro tiempo.

Por medio de la oración personal y comunitaria, nos unimos y asociamos a la oración de María, de los santos y de toda la Iglesia, agradeciendo en fe y anticipadamente, las bendiciones de Dios que van a llegar.

Cuando hacemos especialmente oración de intercesión, pidiendo con amor y misericordia por las necesidades de cada persona de este mundo, por todos los que formamos parte de la Iglesia, y de cada nivel de la sociedad, le damos a nuestros ángeles la autoridad espiritual para que se muevan a lo largo y a lo ancho de toda la tierra, y lleven adelante este combate espiritual en el cual estamos inmersos todos los creyentes.

Pero recordemos que es por medio de la oración que obtendremos la victoria para que Cristo sea conocido y amado por la mayor cantidad posible de personas.

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Trabajen “

También nuestra Madre nos manda que trabajemos.

Si queremos que el Reino de Dios se extienda por toda la tierra y que su amor penetre en cada corazón, no basta con orar, también es necesario trabajar; es decir: hay que ocuparse, comprometerse, esforzarse, sacrificarse, renunciar incluso a gustos personales, dar prioridad en nuestras vidas a la voluntad de Dios…

Hoy día Satanás trabaja intensamente en algunos católicos a través de la tentación de la pereza; en otros la tentación hace que estén tan ocupados con las cosas laborales y familiares que descuidan el mandato evangélico de la evangelización, y se olvidan de confiar, y poner en las manos de Dios todas las preocupaciones y afanes cotidianos.

También están quienes no disciernen lo que Dios les está pidiendo para cada tiempo y para cada lugar, y no saben adaptarse y renovarse, como -en el Documento de Aparecida- frecuentemente nos pide Dios a través de nuestros pastores; por lo cual muchos de los esfuerzos evangelizadores pierden eficacia.

Hay quienes no saben trabajar en comunidad. A algunos les sucede esto, tal vez a causa de una mentalidad individualista y que busca más el éxito personal que el bien auténtico y duradero en los corazones de las personas.

Incluso, el deseo de protagonismo o el materialismo, puede hacer que algunos cristianos se apeguen demasiado al dinero y pierdan la delicadeza de conciencia que exige administrar con suma honestidad los bienes materiales y todo lo que Dios nos ha dado.

Por lo tanto, vemos como este verbo: en imperativo: “trabajen” -en los labios de Nuestra Señora-, transmite mucho más de lo que en apariencia parece, pues es un llamado al esfuerzo, al sacrificio, en algunas ocasiones a la renuncia, y a la conversión permanente.

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“Testimonien”

De manera natural, derivamos al tercer verbo con el que Nuestra Madre nos impulsa a examinarnos y a desarrollar: el testimonio; es decir el buen ejemplo.

Es fundamental pedir cada día al Espíritu Santo, el don de la coherencia.

La Virgen María, a lo largo de su vida en la tierra, tuvo una conexión plena entre lo que creía y vivía.

Lamentablemente muchas veces los cristianos vamos cayendo paulatinamente -casi sin darnos cuenta- en la tentación de la tibieza, de la mediocridad, y del acomodamiento, y no somos testimonio con nuestras palabras, actitudes y compromiso cotidiano.

Los mandamientos de Dios, los preceptos de la Iglesia, y los mensajes de la Reina de la Paz, no sólo son para ser leídos y conocidos, sino también para ser vividos.

Ciertamente todos somos frágiles y pecadores; caeremos una y mil veces; pero no nos quedemos en el barro, trabajemos diariamente en el cambio de mentalidad, de corazón y de actitudes.

El Papa Francisco nos enseña que la diferencia entre el pecador y el corrupto es que, el primero reconoce su pecado y se propone cambiar, esforzándose y confiando en la ayuda de Dios. Mientras que el segundo -el corrupto-, no quiere asumir su pecado o su error y permanece siempre en la misma actitud. Líbrennos el Señor y su Madre de este cáncer del espíritu.

 

Oración, trabajo y testimonio: son los tres vagones del tren de la evangelización, que serán impulsados por la locomotora de la intercesión de María y por el poder del Espíritu Santo.

 

Y estos tres vagones, podrán liberar a muchísimas personas de las trampas del demonio, y transformar sus vidas, llevando una cantidad enorme de almas al cielo, y especialmente la de aquellos que se decidan a servir en el Reino de Dios con la oración, el trabajo y el testimonio. Que así sea.

 

Padre Gustavo E. Jamut,

Oblato de la Virgen María

 

Para aquellos muchachos de 18 a 30 años que desean hacer un discernimiento vocacional o conocer nuestro seminario, pueden comunicarse con nosotros.

consagradoscemp@gmail.com

 

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