REFLEXIÓN DEL P. FRANCISCO ÁNGEL VERAR HERNÁNDEZ
El mensaje de este 25 de noviembre se debe asimilar como un mensaje que prepara la celebración de la próxima Navidad. Y es sabido, que la Navidad es una de las fiestas más importantes del año, que no sólo celebra un Día (25 de diciembre,) sino un tiempo litúrgico que se prolonga —en esta ocasión—, hasta el 13 de enero con la Fiesta del Bautismo de Jesús. ¿Que desea la Madre en relación a la próxima Navidad?
Se observan 5 consideraciones significativas:
1. Renovar la oración.
En relación al acontecimiento anual del Nacimiento de Jesús, la oración es siempre lo primero. Porque sin oración no se puede entender, ni asimilar, que Dios se hizo hombre y que nació pobremente en Belén. La Virgen María y San José vivieron en plenitud el misterio de la Navidad porque ambos eran contemplativos. La Madre conservaba cuidadosamente en su Corazón Inmaculado todos los acontecimientos en torno a Jesús y José era el hombre justo (santo) por excelencia. De igual modo, María quiere encontrar en este Adviento mujeres contemplativas y hombres contemplativos como la Sagrada Familia de Nazaret, que sepan apreciar el regalo más grande del amor de Dios a la humanidad: Encarnación, Nacimiento y Pascua de Jesús. Y sin oración nada se entiende. Los días que preceden la Navidad, fundamentalmente, son días de oración. La Madre ha dicho: “renueven la oración”, que quiere decir: “dirijan la mirada hacia Jesús que nace, no dejen que las cosas superficiales los distraigan, vuelquen toda su atención en el misterio del amor de Dios que se ha donado a ustedes en el nacimiento de Jesús”.
Renovar la oración expresa: volver a tomar la corona del santo Rosario en mano y rezar cada día, como mínimo, 15 misterios. También quiere decir: reunirse en familia cada domingo para hacer las oraciones propias del Adviento y celebrar la Novena de Navidad, acudir con fervor a la santa Misa y separar espacios para adorar a Jesús sacramentado y meditar cada día la santa Biblia.
2. Practicar la santa Confesión.
Lo segundo que la Madre ha mencionado en el mensaje es acercarse a la Confesión sacramental. Para muchos puede ser una tarea difícil o imposible, para otros algo habitual, pero para una tercera categoría de fieles involucraría hacer obligadamente un detallado examen de conciencia, porque una gran parte de fieles no sabe confesarse como se debe. Y es probable que esta sea una de las razones del porqué la Virgen haya dicho: “ábranse a la Santa Confesión”. Es decir: “no vayan de cualquier manera, dispongan debidamente el corazón, ábranse con seriedad al hecho que Dios les quiere perdonar sus pecados”. En dicho sentido “abrirse a la Santa Confesión” sería sinónimo de entregar sinceramente el corazón a Dios, que excluye las reservas de intimidades, es derribar los muros de la vergüenza, los complejos y los miedos. En otras palabras es confiar en la misericordia de Dios. De esta manera María quiere que se prepare la Navidad. Y al respecto también se debe recordar que la Santa Sede, en ocasión del Año de la Fe, concede indulgencia plenaria por medio de la Santa Confesión, cuando, con las disposiciones habituales, se participa, como mínimo, en “tres momentos de predicación durante las Sagradas Misiones, o al menos, en tres lecciones sobre los Actos del Concilio Vaticano II y sobre los artículos del Catecismo de la Iglesia en cualquier iglesia o lugar idóneo”. Por consiguiente, se vive un tiempo especial de gracia que no se debe desaprovechar.
3. Abrirse al camino de la conversión y de la santidad.
Si se observa con atención la llamada que la Madre ha hecho sobre la Santa Confesión, es evidente que la asocia a vivir en profundidad la conversión y la santidad. Y al respecto se debe subrayar, que en los últimos años estos han sido los mensajes más recurrentes, toda vez que el propósito de la visita prolongada de la “Gospa” obedece, precisamente, a que sus hijos alcancen la santidad. Por tanto, cuanto la Madre espera de sus hijos se resume en “conversión y santidad”. Dos conceptos distintos pero también afines, porque quien toma en serio la conversión se hace santo, o dicho de otra manera: el único camino posible para alcanzar la santidad es cuando se toma con seriedad la conversión, y el Adviento es tiempo propicio para vivir responsablemente esta llamada. Recuérdese que la Virgen María y san José eran santos, por tanto, la santidad fue necesaria para que Jesús se encarnara y naciera en Belén. Del mismo modo, también hoy Dios Padre necesita otras Marías y otros José para que Jesús nazca espiritualmente en el corazón de los fieles.
4. Conceder tiempo a Dios
Al final del mensaje la Madre hace una llamada específica: “conceder tiempo a Dios para que Él se dé a nosotros y para descubrir el amor y la alegría de vivir.” No se trata de “pensar” siempre en Dios o de “poner a Dios en primer lugar” en las cosas cotidianas. Se trata más que todo de separar espacios y tiempos en cada jornada para Él. Y se dispone de este “tiempo” por medio de la oración, la meditación, la reflexión personal, la participación diaria en la santa Misa, en la adoración al Santísimo, cuando se medita cada día la Palabra de Dios, y también, cuando la fe y prácticas de piedad se patentizan por medio de la caridad hacia los necesitados. Cuando se separa el tiempo para visitar a los enfermos, los encarcelados, cuando se le da de comer a los que pasan hambre y cuando se viste a los desnudos; cuando se escucha con atención los problemas de los demás para aconsejarlos debidamente. Por lo tanto el final del mensaje se debe interpretar en dos direcciones: bien sea para que nosotros encontremos el amor y la alegría en el corazón, pero también para que los demás encuentren la alegría y al amor a través de la ayuda y la atención que les podamos brindar. Y de esta manera, la última parte del mensaje, también se debe comprender como una llamada al apostolado, como una posibilidad concreta de dar testimonio del amor de Jesús que ama a todos los hombres sin distinción.
¡Sean alabados Jesús y María!
P. Francisco Á. Verar