El festival de jóvenes de Medjugorje se llama Mladifest y sus inicios se remontan a los tiempos del Padre Slavko Barbaric, —que en paz descanse—; cuando allá por el año 1990 convocó un par de cantantes, y un par de guitarristas para una centena de jóvenes asistentes. Esta fue la primera semilla del Mladifest, la primera plantada en el corazón de Medjugorje; una semilla que con el pasar de los años ha venido cobrando vigor, y hundiendo sus raíces en la religiosidad popular de la región. No en vano en los últimos años el número de los asistentes registra un alcance extraordinario: una media de unos 50.000 jóvenes y unos 400 sacerdotes de más de medio mundo.
Todo un logro que debemos a un hecho muy sencillo: a la gracia por supuesto, pero también al simple “sí” de un padre franciscano de una pequeña localidad de Citluk. Porque nada más concebir aquella idea en su cabeza, el padre Slavko no se lo pensó dos veces y la puso por obra. Podría haber apartado de su cabeza aquella inspiración pero no lo hizo.
De este modo nos podemos hacer una idea, de la tamaña trascendencia que pueden llegar a tener todos esos pequeños “síes” de nuestras pobres insignificantes vidas. Uno tiende a pensar que estas cosas carecen completamente de importancia. Pero no es así. Renunciar por ejemplo a consumir los métodos anticonceptivos artificiales puede abrir la vida a toda una larga y abundante descendencia familiar.
Carlos Acutis por ejemplo se pasó meses y meses documentando milagros eucarísticos por medio mundo, hablando con unos y con otros, recopilando datos: lugares, fechas, circunstancias, subiendo el contenido a una página web; todo un esfuerzo que, con el tiempo, hubiera pasado completamente desapercibido si no fuera porque su entrega conmovió al Señor y lo elevó a los altares. Ahora todo el mundo conoce su apostolado y la fuerza de su intercesión. Aquel pequeño “sí” ha dado grandes frutos.
O sin ir mas lejos aquello que nos cuenta el evangelio de aquella viuda pobre que se decide a echar en la bolsa del Señor los dos reales que tenía para vivir. Se trata de un hecho que, de no haber conmovido al Señor, se hubiera olvidado en el abismo de la historia. Sin embargo, el Señor rescató este pequeño gran gesto para incluirlo en una de las páginas más hermosas del evangelio. Ahora lo leemos a menudo en los ciclos litúrgicos que ordenan las lecturas de la misa.
Por eso el hecho de abrirse a la vida, el hecho de promover un apostolado como el de documentar milagros eucarísticos, el hecho de entregarse a la caridad, el de ayudar al Señor con dos reales, o el de dar un simple vaso de agua a un pobre de la calle son una muestra de los pequeños síes que pueden cambiar el mundo. Todos tenemos un “sí” pendiente de dar, guardado en el corazón, que espera pronunciarse más pronto que tarde en nuestros labios.
Hace ya más de 30 años que el padre Slavko también le dio su sí al Señor, no solo en lo que respecta a su vocación de hacerse franciscano y ordenarse sacerdote, sino a una más sencilla como la de organizar un encuentro de jóvenes en los primeros tiempos de Medjugorje. Gracias a ello tenemos la Mladifest. ¡Cuántos y cuántos jóvenes se verán abordados por la irresistible llamada del Señor; cuántos se sentirán tocados para siempre, cuántos frutos, cuántas vocaciones saldrán de todo esto, cuántas conversiones, cuántas vidas sanadas, cuántas liberadas del cautiverio del pecado!. Solo Dios sabe.
No sé exactamente cuántos años durará la Mladifest de Medjugorje. No lo sé, la verdad, y poco importa, pero lo que sí se es que aquel día de 1990, quizá sin vislumbrar el horizonte de lo que habría de venirse, el padre Slavko derramó una gran catarata de bendiciones sobre todos nosotros; una gran catarata por la boca de agosto.