4 de abril de 2019

«Medjugorje es el signo de una Iglesia viva». El arzobispo Henryk Hoser, polaco, una vida transcurrida en África, Francia, Holanda, Bélgica, Polonia, desde hace quince meses es el enviado del papa Francisco en la parroquia balcánica conocida en todo el mundo por las presuntas apariciones marianas iniciadas el 24 de junio de 1981 y – según algunos de los seis presuntos videntes implicados – dándose todavía a día de hoy. Acaba de concluir una atestada catequesis para los peregrinos italianos, en la gran “sala amarilla” utilizada también para asistir a las liturgias en videoconferencia, ya que la iglesia, a pesar de ser grande, ha quedado pequeña.

Una “Catedral” surgida inexplicablemente en medio de unos campos deshabitados, con mucha anterioridad respecto a las apariciones… Fue un signo profético. Hoy en día llegan peregrinos de todo el mundo, desde 80 países diferentes. Cada año acogemos a casi tres millones de personas.

¿Cómo define esta realidad? En tres niveles: el primero es local, parroquial; el segundo es internacional, vinculado a la historia de esta tierra, donde encontramos croatas, bosnios, católicos, musulmanes, ortodoxos; luego el tercer nivel, planetario, con llegadas de peregrinos de todos los continentes, en especial de jóvenes.

Con respecto a estos fenómenos, siempre bastante discutidos, ¿tiene una opinión personal?
Medjugorje ya no es un lugar “bajo sospecha”. Fui invitado por el Papa para poner en valor la actividad pastoral de esta parroquia, que tiene un sustrato muy rico, vive una intensa religiosidad popular, constituida por una parte por los ritos tradicionales, como el Rosario, la adoración eucarística, las peregrinaciones, el Vía Crucis; y por otra, por un profundo arraigo de importantes sacramentos como, por ejemplo, la confesión.

¿Qué le sorprende, con respecto a otras experiencias? Un ambiente que se presta al silencio y a la meditación. La oración se convierte en itinerante no solo en el recorrido del Vía Crucis, sino también en el “triángulo” formado por la iglesia de Santiago, la colina de las apariciones (Cruz Azul) y el monte Krizevak, en cuya cima, desde el año 1933, hay una gran cruz blanca, construida para celebrar, medio siglo antes de las apariciones, los 1900 años de la muerte de Jesús. Estos objetivos son los elementos que constituyen la peregrinación a Medjugorje. La mayor parte de los creyentes no acude por las apariciones. Además, el silencio de la oración es dulcificado por una armonía musical que forma parte de esta cultura, sobria, trabajadora pero también rica en ternura. Se utilizan muchas canciones de Taizé. En definitiva, se crea una atmósfera que ayuda a la meditación, al recogimiento, al análisis de la propia vida y, en general, a la conversión. Muchos prefieren los horarios nocturnos para subir a la colina o también al monte Krizevak.

¿Qué relación mantiene con los “videntes”? Los he conocido a todos. En un primer momento, conocí a cuatro de ellos, y luego a los otros dos. Cada uno tiene su historia personal, su familia. En cualquier caso, es importante que estén involucrados en la vida de la parroquia.

¿De qué manera quiere trabajar? Sobre todo en la formación. Obviamente no es fácil hablar de formación a personas que, con tiempos y modalidades distintas, aseguran recibir mensajes de parte de la Virgen desde hace casi 40 años. Somos conscientes de que todos, incluidos los obispos, necesitamos de una formación permanente, sobre todo en un contexto comunitario. Es una dimensión que hay que reforzar, con paciencia.

¿Detecta riesgos en esta acentuación del culto mariano? En ningún caso. Aquí, la pietas popular se centra en la persona de la Virgen, Reina de la Paz, pero sigue siendo un culto cristocéntrico, como también el canon litúrgico es cristocéntrico.

¿Las tensiones con la diócesis de Mostar se han atenuado? Hubo incomprensiones sobre la temática de las apariciones; nosotros hemos centrado las relaciones y, sobre todo, la colaboración en el aspecto pastoral, y desde entonces las relaciones se han ido dando sin reservas.

¿Qué futuro prevé para Medjugorje? No es fácil contestar, ya que depende de muchos factores. Puedo decir qué es lo que hay ahora, y cómo puede mejorar. Una experiencia de la que brotan 700 vocaciones religiosas y sacerdotales es sin duda una consolidación de la identidad cristiana, una identidad vertical en la que el hombre, a través de María, se dirige a Cristo Resucitado. Ofrece, a cualquier persona que quiera confrontarse con ella, la imagen de una Iglesia que está plenamente viva y en particular, es joven.

¿Puede decirnos qué le ha sorprendido más en estos meses? La nuestra es una iglesia pobre, con pocos sacerdotes, que desde el punto de vista espiritual se ha ido enriqueciendo gracias a los muchos sacerdotes que acompañan a los peregrinos. Y no solo esto. Me ha sorprendido un chico australiano, adicto al alcohol y a las drogas, que aquí se convirtió y decidió ser sacerdote. Me sorprenden las confesiones: hay gente que viene expresamente aquí tan solo para confesarse. Me sorprenden las miles y miles de conversiones.

¿El cambio de rumbo podría darse también por un reconocimiento de Medjugorje como delegación pontificia? No lo excluyo. La experiencia del enviado de la Santa Sede fue acogida positivamente, como una señal de apertura con respecto a una experiencia religiosa importante, que se ha convertido en referencia a nivel internacional.

 

Fuente: https://www.avvenire.it/chiesa/pagine/intervista-a-hoser-su-medjugorje

Traducción: Equipo Asociación Amor de Déu

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