El amor del Inmaculado Corazón de María triunfará. Nos lo ha dicho en los mensajes tantas veces nuestra Gopa, nuestra Reina de la Paz y la Reconciliación. ES LA PROFECÍA PARA EL NIÑO ESCONDIDO EN NUESTRAS VIDAS ¿Qué significan estas palabras de nuestra Madre?
Partamos de un mensaje de nuestra Madre del 25 de septiembre de 1991:
“¡Queridos hijos! Hoy, de una manera especial, los invito a todos ustedes a la oración y a la renuncia. Porque ahora, como nunca antes, Satanás quiere mostrar al mundo su rostro ignominioso con el cual quiere seducir a la mayor cantidad posible de personas y llevarlas por el camino de la muerte y el pecado. Por tanto, queridos hijos, ayuden a mi Corazón Inmaculado a triunfar en este mundo tan pecador. Yo les imploro a todos ustedes que ofrezcan oraciones y sacrificios por mis intenciones, para que Yo pueda presentárselos a Dios por lo que sea más necesario. Olviden sus deseos, queridos hijos, y oren por lo que Dios desea, no por lo que ustedes desean. Gracias por haber respondido a mi llamada.”
Su triunfo es en el nombre de Dios. Ella sabe que muchos de sus hijos están perdiendo la esperanza porque tienen a su lado sufrimiento, celos, dolor, envidia… Pero Ella está en el Reino y está en la tierra, cuando nuestro corazón es un verdadero “Medjugorje”, una tierra cálida que espera el rocío de la misericordia de Dios. María ha venido con su amor de Madre para ayudarnos a seguir sus latidos, para decirnos que su amado Hijo piensa en nosotros como siempre lo ha hecho. Para sentir al Hijo de sus entrañas, Jesús, debemos CREERLE y VIVIRLO. María porta en sus manos a Jesús porque Él es la vida del mundo. Vivir a su Hijo signfica vivir el evangelio. Conlleva amor, sacrificio, compasión, perdón. Triunfa el Corazón inmaculado de María cuando nos abrimos a la oración y al ayuno y empezamos a comprender quiénes somos y a dónde debemos de ir. Debemos convertirnos en amor para todos aquellos que están sin amor. En Medjugorje, la Santísima Virgen María con mucho amor y con mucha paciencia procura hacer que nuestros corazones sean como su Corazón. Ella nos enseña la humildad, la sabiduría, el amor. ELLA NO QUIERE TRIUNFAR SIN NOSOTROS. Ella desea a sus hijos con ella, en la vida eterna. Ella ora a su Hijo, cuando nuestro corazón es un Medjugorje viviente, para que superemos las debilidades humanas. Para que nos conceda corazones puros. Sólo los corazones puros saben como llevar la Cruz y saben cómo sacrificarse por todos los hermanos. Sólo en corazones puros puede Dios obrar. Sólo si Dios es el primero, María puede amarnos como a su Hijo Jesucristo. ESTO ES EL TRIUNFO DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA.
El triunfo de María es la transformación de nuestras voluntades esclavizadas y esclavizantes en la Voluntad de su Hijo, que sólo sabe amar, conocer, discernir y entregarse con todo el Corazón. Cuando hablamos de triunfo hablamos de batalla. TRIUNFAR SIGNIFICA GANAR UNA BATALLA. LA BATALLA DEL MALO QUE JUEGA CON NUESTRA LIERTAD HERIDA TAMBIÉN. La respuesta de María “he aquí la esclava del Señor” es respuesta perfecta al grito del malo: “no serviré”. La respuesta de María a Isabel que es alabanza, humildad, servicio y misericordia… es oposición directa a satanás que busca su gloria propia, su autonomía, porque es orgulloso, egoísta, lleno de odio y de acusación.Por la cooperación perfecta de María al plan salvífico de Dios desde la Anunciación hasta la Cruz, ella con su “fíat”, participa de ese “aplastar la cabeza de Satanás”. Y la descendencia de María, que es Cristo y el talón que son los hijos espirituales de María, aplastan la cabeza de la serpiente, o sea, la raíz del pecado: el orgullo. Por eso, cuanto antes encontremos en nuestro corazón el niño escondido, nunca perdido, antes haremos que nuestra Madre venza.
La raíz de la batalla es el pecado. María, tiene poder sobre el demonio y vence su obra destructora, Ella al haber sido creada Inmaculada en virtud de la futura redención de su Hijo. Ella por ser Inmaculada, no tuvo nunca pecado original ni personal, o sea, Satanás nunca tuvo poder sobre ella, ni su mente, ni corazón, ni acciones. Es por eso, que nuestra Madre, nos llama con urgencia a la conversión auténtica, a la renuncia al pecado, indiferencia, incredulidad y rebeldía que hay en el hombre de hoy…. Ella siempre batalla como buena Madre en esta hora decisiva para la humanidad, hora en que se juega la salvación eterna de tantas y tantas almas, incluso de la nuestra.
El triunfo del Inmaculado Corazón de María, es también el triunfo de la Iglesia. La reconquista espiritual de todo el mundo. O sea, que nuestros corazones regresen a su Hijo, que vuelvan a pertenecerle a El, y su Corazón Inmaculado es el camino seguro y, perfecto para llegar al Corazón de Cristo. Ella, como madre nuestra, quiere hacer todo lo posible, para regresarnos al camino de su Hijo, por llevarnos a Él, por revelarnos al único Salvador y Señor. Ella quiere enseñarnos el camino que hemos perdido: el amor, la fe, la conversión, la vida de los sacramentos, los valores morales, los valores familiares, la obediencia y fidelidad a Dios y a los mandamientos de su Hijo y Dios para nuestra felicidad terrestre y eterna. Y triunfará con los pastores de su Hijo. Qué importante la oración de todos por los pastores. Ellos serán la mano visible y el Corazón ardiente de María. Dice así la Gospa el día 2 de octubre de 2010:
“Queridos hijos, hoy os invito a una humilde, hijos míos, humilde devoción. Vuestros corazones deben ser rectos. Que vuestras cruces sean para vosotros, un medio en lucha contra el pecado de hoy. Que vuestra arma sea la paciencia y un amor sin límites, amor que sabe esperar y que os hará capaces de reconocer los signos de Dios, para que vuestra vida con amor humilde, muestre la verdad a todos aquellos que la buscan en las tiniebla de la mentira. Hijos míos, apóstoles míos, ayudadme a abrir los caminos que conducen a Mi Hijo. Una vez más os invito a la oración por vuestros pastores. Con ellos triunfaré. ¡Os lo agradezco!
La Santísima Virgen María siempre nos exhorta a no separarnos de nuestros pastores. Sólo con ellos su Corazón triunfará. No podemos permitir al mal que nos separe de nuestros pastores.
Siempre debemos pensar en el triunfo de la Santísima Virgen en término de destrucción del pecado, de sus estructuras y de las consecuencias del pecado. Precisamente se trata del triunfo del Corazón Inmaculado, porque la batalla se libra en el corazón de los hombres, que se han endurecido, se han alejado de Dios y han dado cabida a la oscuridad y al pecado, al mundo, la carne y el demonio. Ella, en cuyo Corazón se vive en plenitud el triunfo Redentor de Cristo, nos quiere hacer participes de esa victoria, manifestando a cada uno de nosotros y a las naciones todas, el triunfo de Su Corazón, el triunfo de la gracia sobre el pecado, del amor sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia, de la fe renovada por el Espíritu Santo sobre la incredulidad.
PARA QUE EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA REINE, NUESTRAS VIDAS TIENEN QUE TRANSCURRIR ENTE UNA CONVERSIÓN CONTINUA, UN OFRECIMIENTO DE NUESTRA VIDA CON EL CORAZÓN, LA CONSAGRACIÓN A SU CORAZÓN CON TODO LO QUE SOMOS Y TENEMOS Y UNA REPARACIÓN AMOROSA PURIFICANDO LAS LÁGRIMAS DE NUESTRA MADRE CON AMOR EXPIATORIO Y REDENTOR.
Consagrarnos es entregarnos, confiarnos al Corazón de Nuestra Madre. Dejarnos formar, moldear, guiar y enseñar por Ella. Es llenarnos de sus disposiciones interiores y participar de sus gracias. Es guardarnos dentro de Ella, para ser protegidos en esta ardua lucha que libramos contra las fuerzas del mal.
Es pertenecerle a Nuestra Santísima Madre, es ser reclamados como cosa y posesión suya, lo cual debilita el poder de Satanás sobre nosotros que quiere perdernos, alejarnos de Dios y condenarnos.
Sabemos que las almas que se entregan a Ella completamente y sin reservas llegan a comprender mucho mejor quien es el Señor Jesús y los misterios de Dios. La Madre de Dios no puede llevarnos a ningún lugar excepto a Nuestro Señor, a Su Iglesia y a Su Magisterio. Los apóstoles de estos tiempos, se forman en el Inmaculado Corazón, igual que después de la resurrección, durante esa persecución, los apóstoles estaban con María.
Oremos y ayunemos con el corazón. Seamos ofrenda viva. El amor verdadero también está lleno de dolor. Pero dolor con amor se hace el cielo. Recemos el Rosario, consagrémonos a María, acudamos los primeros sábados de mes a ponernos a bien con el Señor, a acompañar a María, a contemplar sus misterios, a reparar, a amar, ofrecer, dar y sufrir por Ella y por su Hijo.
Queremos estar con Ella. Es volver a casa. Volver a ser besados por Jesús como cuando nos sumergió en su amor por el Bautismo. Eso es ver a Dios y discernir sus cosas en el amor más perfecto. Es estar en todo momento “sentenciados” de amor. Es ganar una batalla, que solos no podemos. Porque el malo es más poderoso que nosotros solos. Pobre. No sabe lo que se le avecina. Alabada sea la Santísima Virgen María y su Hijo, Corazones unidos para sus hijos y hermanos.
¡TRIUNFAR EN MARÍA ES VOLVER A CASA Y TRAER HERMANOS PARA EL VERDADERO AMOR!