El Santuario
En 1981, la parroquia de Medjugorje no se llenaba nunca. Era demasiado grande para una población tan pequeña como había entonces. Si algún día se hubiesen reunido allí los cuatrocientos lugareños que habitaban todo el valle, les hubiese sobrado más de la mitad de una iglesia en la que, solamente sentados, cabe por lo menos medio millar de personas.
Hoy, la afluencia de viajeros, peregrinos y curiosos llegados desde los cinco continentes, ya sea llamados por las supuestas apariciones marianas que allí se vendrían dando desde 1981, o llevados por un amigo, o por la curiosidad, o la casualidad, cada año supera al anterior, y ocurre que no hay día del año en el que esa enorme iglesia no se queda pequeña.
Cuentan que cuando el arquitecto encargado de diseñarla mostró los planos del templo, los franciscanos y lugareños de la zona se enfadaron con él por querer hacerla tan grande. Con una capacidad para más de mil fieles en una aldea de apenas cuatrocientos habitantes, no encontraban sentido a gastar tanto dinero y emplear tanto tiempo en la nueva iglesia. Él, en cambio, aseguraba que en sueños había visto cómo se quedaría pequeña en no mucho tiempo. Todo esto ocurría en el interior de un país de mayoría musulmana regido por una dictadura comunista.
Fue en 1969 cuando, ante el asombro de todos y el orgullo de los católicos de la zona, los imponentes torreones de la nueva parroquia lanzaron a los cuatro vientos el sonido de sus campanas, inundando de norte a sur cada recoveco del valle de Medjugorje. Llevaban más de cuarenta años sin iglesia, ya que la vieja se había derrumbado en la década de 1930, y a juzgar por las ruinas que quedan y por los cimientos, era, como mucho, la mitad de grande que la nueva.
Quedaba consagrado el enorme templo, visible desde kilómetros de distancia, al apóstol Santiago, patrón de los peregrinos, sin que nadie en su sano juicio hubiese apostado porque la iglesia se quedase algún día pequeña, cumpliendo el sueño de su arquitecto.
Pasaron poco más de diez años, en una población devota y tranquila, hasta que en octubre de 1980 llegó un nuevo párroco. Su nombre es Jozo Zovko y fue el primer opositor al testimonio de los seis muchachos de la aldea que, diez meses después de su llegada, aseguraron haber visto, en la aldea de una colina llamada Podbrdo, a la Virgen María, quien se habría presentado ante ellos como la Reina de la Paz.
Fray Jozo cambió de parecer al poco tiempo y se convirtió en defensor del testimonio de los chicos, lo que le llevó a ser encarcelado en una prisión comunista durante dieciocho meses.
Así fue como nació un fenómeno que más de veintisiete años después, no sólo no se ha parado, sin que no ha parado de crecer.
Para darle más dosis de curiosidad y misterio, estos acontecimientos que tanto tienen que ver con la fe católica, se vienen dando en el sur de Bosnia y Herzegovina, un país en el que la población católica es minoritaria, superada ampliamente por la población musulmana y por la cristiana ortodoxa.
Al viajar a Medjugorje, hay una serie de lugares que es necesario visitar.
Lo mejor es empezar por la colina donde comenzó el fenómeno, una calurosa tarde de junio de 1981: el Monte Podbrdo.
Situado en la aldea de Bijakovici, a poco más de un kilómetro de la parroquia de Medjugorje, este pequeño cerro lleno de matojos y piedras, es el lugar en el que la tarde del 24 de junio de 1981, seis muchachos de la aldea dijeron haber visto a una mujer de aspecto celestial que, con un bebé en sus brazos, les hacía señas para que se acercaran a ella, y que sin embargo, asustados ante la extraña experiencia, salieron cada uno corriendo hacia un diferente lugar, descalzos y despavoridos.
Durante los primeros días este monte fue el escenario de varios episodios como éste, hasta que menos de dos meses después, el ejército yugoslavo bloqueó y prohibió el acceso al monte, ya que se convirtió en el foco de reunión de más de quince mil personas al día que viajaban allí para rezar, cosa que, en los regímenes comunistas como el que había en Yugoslavia en 1981, no estaba bien visto.
Hoy en día, en el monte Podbrdo existen una serie de esculturas de bronce que representan diferentes escenas de la vida de Jesucristo y de la Virgen María, las que en el devocionario católico son conocidas como los misterios del rosario.
Para los amantes del arte y de la escultura resultan destacables, pero si hay algo que sorprende al peregrino en ese pequeño monte, son las piedras punzantes de los bordes del camino, en contraste con las desgastadas y redondas de la vereda.
Estas últimas parecen haber estado cubiertas por el cauce de un río durante siglos. Y no va desencaminada la cosa, aunque el río no haya sido líquido sino humano, que sin dar tregua a las piedras y a los espinos, ha transcurrido por este monte sin parar desde 1981. Ya hubiese guerra de por medio, ejército o fuerza militar, abrasase el sol de julio y agosto o congelase el hielo y la nieve del invierno, el flujo de gente subiendo y bajando del Podbrdo es incesante.
El punto culminante del monte destaca por una imagen de la Virgen María hecha en mármol blanco. Ésta fue traída desde Corea del Sur, motivo por el que esta imagen es llamada “la Coreana”. En agosto de 2008, la escultura fue profanada, siéndole arrancadas a pedradas una mano y la nariz.
Fue a escasos veinte metros de este lugar donde se produjo la segunda aparición, el 25 de junio de 1981.
El segundo lugar a tener en cuenta es otro monte, en esta ocasión un poco más alto que el anterior. Se trata del Monte Krizevac o Monte de la Cruz, y que como su nombre indica, está coronado por una enorme cruz de hormigón que se ve desde kilómetros de distancia.
Esta cruz fue colocada allí por los habitantes de Medjugorje en el año 1933, en memoria de la muerte de Jesucristo, acaecida 1900 años antes. Según cuentan los lugareños, los mismo aldeanos de aquel tiempo subieron con sus propias manos, en burros o andando, las piedras, el agua, la arena y todo el material que hizo falta para construir el monumento.
Hoy en día, de igual manera que en el monte Podbrdo están esas esculturas de bronce que representan los misterios del Rosario, lo que hay representado en el Krizevac son lo que llaman las estaciones del vía crucis, diferentes episodios de las últimas doce horas de la vida de Jesucristo, o lo que es lo mismo, de su Pasión.
En este monte los videntes han vivido multitud de apariciones de la Virgen, sobre todo al principio, cuando el ejército prohibió el acceso al Podbrdo. Los videntes y testigos de la época cuentan divertidos cómo desde el Krizevac veían durante las noches las linternas de los soldados que vigilaban el otro monte.
La subida a este monte es para valientes, la verdad, pero no resulta extraño ver subir por sus duras pendientes a niños y ancianos, que llegan exhaustos hasta esa enorme cruz que, según dicen, esconde en su interior un pedazo de la verdadera Cruz de Cristo. A diferencia del monte de las apariciones, en éste no hay ninguna imagen o signo que arque el lugar exacto de una aparición concreta. En cierta ocasión preguntada una de las guías de Medjugorje por esta cuestión, respondió con cierta condescendencia: “Hijo, para colocar una imagen en los lugares donde se apareció aquí la Virgen María, habría que arrasar el Krizevac y poblarlo de estatuillas”.
Detalles aparte, la vista desde este monte es espectacular, con todo el valle de Medjugorje abierto ante los ojos del peregrino que ha logrado llegar.
Y la tercera etapa por esta especie de mapa escrito es la Parroquia.
Artísticamente no tienen gran interés, y arquitectónicamente, tampoco es que sea espectacular. Lo que sí llama la atención es su tamaño, teniendo en cuenta lo que es, una parroquia de pueblo, y dónde está. Esto se hace más notorio cuando uno ve las fotografías de 1981, cuando Medjugorje aún era desconocido incluso para la mayoría de yugoslavos. Ante esas fotos viejas uno se pregunta qué hace en medio de ese valle semidesierto, ese pedazo de iglesia. Sus dos torreones se ven imponente ante la ausencia de algún edificio considerable. La blancura de sus muros destaca entre el marrón del suelo y el verde del matorral. Aún hoy no existe en Medjugorje un edificio más alto que la propia iglesia.
Una vez dentro de la parroquia, la sencillez absoluta. Es un templo liberado de ornamentos y adornos, sólo tiene lo elemental. Están los bancos, el altar y un sagrario detrás. No hay retablo, y las dos únicas imágenes que alberga la iglesia son una de Santiago Apóstol, patrón de Medjugorje, además de España y de los peregrinos, y otra de la Virgen de Lourdes, en un lateral.