A partir de las exhortaciones de Juan el Bautista que trae el Evangelio de este domingo, comprendemos cuáles eran las aspiraciones generales de aquellos que tenían el poder en sus manos, en diversas formas. Ningún grupo de personas está excluido de este camino de conversión para alcanzar la salvación, ni siquiera los publicanos que son considerados pecadores por definición: tampoco están excluidos de la salvación.
Dios no excluye a nadie de la posibilidad de ser salvado. Él -podemos decir- quiere ardientemente mostrar misericordia, mostrarla a todos, y acoger a todos en el tierno abrazo de la reconciliación y del perdón.
Sentimos que nosotros mismos nos hacemos esta pregunta: ¿qué debemos hacer?. La liturgia de hoy nos repite, con las palabras de Juan, que la conversión requiere un cambio de rumbo y un camino de justicia, de solidaridad, de seriedad: estos son valores esenciales de una vida plenamente humana y auténticamente cristiana.
¡Convertir! Este es un resumen del mensaje de Juan el Bautista. La liturgia de este tercer domingo de Adviento también nos ayuda a descubrir una dimensión especial de la conversión: la alegría. Quien se convierte y se acerca al Señor siente alegría. El profeta Sofonías nos dice hoy: “Alégrate, hija de Sión”, dirigiendo esta invitación a Jerusalén (Sof 3,14); y el apóstol Pablo exhortó a los cristianos de Filipos: “Alćegrense siempre en el Señor” (Flp 4, 4).
Hoy se necesita coraje para hablar de alegría, ¡sobre todo se necesita fe! El mundo se enfrenta a muchos problemas, el futuro está cargado de incertidumbres y miedos. Sin embargo, el cristiano es una persona alegre, y su alegría no es algo superficial y fugaz, sino profunda y duradera, porque es un don del Señor que llena la vida. Nuestra alegría proviene de la certeza de que “¡el Señor está cerca!” (cf. Flp 4, 5). Está cerca por su ternura, su misericordia, su perdón y su Amor.
Que la Virgen María nos ayude a fortalecer nuestra fe, a saber acoger al Dios de la alegría, al Dios de la misericordia, que quiere habitar siempre entre sus hijos. Y que nuestra Madre María nos enseñe a compartir las lágrimas de los que lloran, para que nosotros también podamos compartir la risa.
Publicado en “Župni List”, el semanario de la parroquia de Medjugorje, el 15 de diciembre de 2024. Traducido del croata al español por la Fundación Centro Medjugorje.