«¡Queridos hijos! En este tiempo de gracia los invito a seguirme. Oren por aquellos que no oran, ni desean la paz y la alegría que sólo el Altísimo puede dar. Que sus almas estén unidas en la alegría de la espera, y su corazón será colmado de paz. Estarán convencidos, hijitos, de que todo irá bien y que Dios lo bendecirá todo, porque el bien que hacen volverá a ustedes, y la alegría envolverá su corazón porque están con Dios y en Dios. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»
(Con aprobación eclesiástica)
1- «En este tiempo de gracia los invito a seguirme»
¿Por qué es tiempo de gracia el tiempo en el que vivimos? Porque se nos ha dado como una nueva oportunidad. La Virgen, la madre de Jesús, está con nosotros. Es una gracia maravillosa, dada a nosotros.
¡Qué gracia tuvieron los discípulos de Jesús, pero a menudo no eran conscientes de ello! Por eso Jesús se volvió hacia ellos y les dijo: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!». (Lc 10, 23-24)
Las generaciones futuras después de nosotros probablemente dirán: ¡Felices ellos que vivieron en el tiempo de las apariciones de la Virgen!
El tiempo de Adviento es gracia. Es una oportunidad para preparar el corazón para la Navidad, para despertarnos del sueño, del pecado, de la esclavitud, para que nuestro espíritu se renueve, se refresque, para que nuestros ojos se abran. ¿Cuándo haríamos eso si no existiera ese tiempo especial?
La Virgen nos recuerda que este tiempo es de gracia, porque muchos no son conscientes de ello, porque muchos pierden la oportunidad ofrecida, porque sus corazones están orientados solo a los bienes terrenales.
La Virgen quiere que este tiempo sea una oportunidad para un cambio de rumbo, para abandonar el viejo camino de esclavitud y pecado y seguirla a ella, para escuchar sus mensajes y consejos.
La pregunta que se plantea: ¿A quién sigo? ¿Sigo a la Virgen y sus palabras?
2- «Oren por aquellos que no oran, ni desean la paz y la alegría que sólo el Altísimo puede dar»
Si empezamos a orar por aquellos que no oran y por aquellos que no desean la paz y la alegría, sabremos que seguimos a la Virgen.
La Virgen dice que solo el Altísimo puede dar paz y alegría. Eso significa que debemos distinguir entre la paz y la alegría que vienen de las personas y la paz y la alegría que Dios da.
La paz y la alegría que vienen de las personas no son estables, dependen de muchos factores y podemos perderlas fácilmente, mientras que la paz y la alegría que Dios da permanecen y viven en nosotros incluso cuando la situación de la vida es inestable y difícil.
3- «Que sus almas estén unidas en la alegría de la espera, y su corazón será colmado de paz»
La Virgen nos muestra el modo de encontrar la paz de Dios: cuando nuestras almas están unidas en la alegría de la espera.
¿A qué espera se refiere la Virgen?
Probablemente a la espera de la Navidad, a la espera de Jesús, al deseo de la cercanía de Jesús, del amor de Dios y de la paz. Las almas de los hijos de la Virgen estarán unidas si existe en ellas esa espera. Estarán unidas si viven en familia, en comunidad o aunque estén a kilómetros de distancia.
Esperar la Navidad con alegría, con amor, desear conocer y recibir a Jesús en el propio corazón: ese es el camino hacia la verdadera paz en nosotros y entre nosotros.
4- «Estarán convencidos, hijitos, de que todo irá bien y que Dios lo bendecirá todo, porque el bien que hacen volverá a ustedes, y la alegría envolverá su corazón porque están con Dios y en Dios»
Personas así, que esperan la Navidad de esa manera, no saben qué sucederá en el futuro, pero están convencidas de que todo estará bien y de que Dios lo bendecirá todo. Esa convicción es fe, seguridad interior que las sostiene incluso cuando todo parece diferente. Tales personas no piensan tanto en los resultados de su trabajo, en los desenlaces, en los frutos. Ellas simplemente trabajan, pero no trabajan solas, sino que todo es con Dios y en Dios. Empiezan el día en el nombre de Jesús y lo terminan dando gracias a Dios. Todo lo que hacen, lo hacen en la fe, con la seguridad de que todo estará bien, de que Dios lo bendecirá todo. Al final, todo resulta bien e incluso mejor de lo que jamás pudieron imaginar.
