Mensaje de la Reina de la Paz en Medjugorje, el 25 de septiembre de 2024.
“¡Queridos hijos! Por amor hacia ustedes, Dios me ha enviado en medio de ustedes para amarlos y animarlos a la oración y a la conversión, por la paz en ustedes, en sus familias y en el mundo. Hijitos, no olviden que la verdadera paz sólo viene a través de la oración, de Dios que es su paz. Gracias por haber respondido a mi llamado.” (Con aprobación eclesiástica)
1- “Por amor hacia ustedes, Dios me ha enviado en medio de ustedes “
Dios actúa y se revela a sí mismo de varias maneras. A menudo a través de ángeles y personas. Primero, envió al ángel Gabriel a María para revelarle su plan para ella, y en nuestro tiempo envía a María para revelarnos su voluntad.
Dios siempre actúa por amor. Por amor al pueblo de Israel, envía a Moisés para que saque al pueblo de la esclavitud a través de él. También envía profetas para hacer que la gente vuelva del camino equivocado al camino correcto. Por amor a nosotros, los humanos, Él envía a su Hijo Jesús para salvarnos. “Por amor a nosotros” nos envía a su Madre, María.
Dios ama al hombre, pero no porque el hombre lo merezca, sino porque el amor de Dios es así. Jesús dice que el amor de Dios es como el sol que brilla tanto sobre los buenos como sobre los malos. ¿Qué sucede en nosotros, cambia algo cuando escuchamos y sabemos que Dios nos ama incondicionalmente?
2- “Para amarlos y animarlos a la oración y a la conversión, por la paz en ustedes, en sus familias y en el mundo”.
Dios nos envía a su Madre, María, por tres razones: a) Para amarnos; b) Para animarnos a orar; c) Para animarnos a volver a la paz.
a) Para amarnos:
La Virgen siempre nos ama, pero en este tiempo quiere que sintamos y experimentemos su amor por nosotros de una manera especial. El amor de la Virgen es grande, gratuito, semejante al de Dios, porque nos ama incondicionalmente, porque nos ama incluso cuando no somos buenos.
b) Para animarnos a orar:
El animarnos a orar solo puede ser por una razón: porque nos olvidamos de orar. De este modo, la Virgen no nos impone la oración, sino que nos corrige, porque quiere que vivamos plenamente: que trabajemos y oremos, que cuidemos del cuerpo y del alma.
c) Para animarnos a volver a la paz:
Una persona puede tener paz y vivir en pecado, con adicción al alcohol y a las drogas, pero esta es una falsa paz. Sin conversión, no hay verdadera paz.
El camino de la Virgen hacia la paz siempre comienza desde el individuo. La paz debe comenzar primero en nuestros propios corazones, difundirse en la familia, y luego debemos llevarla más lejos, al mundo en el que vivimos.
3- “Hijitos, no olviden que la verdadera paz sólo viene a través de la oración, de Dios que es su paz”.
“¡Hijitos, no lo olviden!” La Virgen nos lo recuerda, porque nos olvidamos de Dios y de la bondad de Dios para con nosotros. Nos olvidamos de la oración, de la Eucaristía, de la Palabra de Dios… Olvidamos que la fuente de la verdadera paz está en Dios y que nos llega solo a través de la oración. El salmista experimentó esto: “Solo en Dios descansa mi alma”. (Sal 62:2) San Agustín experimentó lo mismo. Buscó la paz en todas partes y la encontró en Dios: “… porque tú nos has creado para ti, oh Dios, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
Jesús nos llama: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana”. (Mateo 11:28-30)
No encontraremos la paz si nos enfrentamos constantemente a nuestras dificultades, si pensamos constantemente en nuestras heridas, pecados, inquietudes. Jesús nos ofrece una salida: volver la mirada de nosotros mismos hacia Él, mirar dentro de su corazón, aprender de Él y tomar sobre nosotros su yugo, su amor. Cuando lleguemos a conocer su amor y nos entusiasme seguir su camino, vivir para sus “proyectos”, entonces experimentaremos que su yugo es dulce y su carga es ligera.
Un ejemplo de alguien que vivió de esta manera es el de la Madre Teresa. Un periodista de Nueva York, cuando vio lo que la Madre Teresa estaba haciendo, lo que estaba haciendo por los enfermos y los pobres, dijo: “¡No lo haría ni por un millón de dólares!” La Madre Teresa le dijo: “Yo tampoco”.
Por lo tanto, no debemos buscar frenéticamente la paz y la felicidad para nosotros mismo, sino, como la Madre Teresa, servir para que los demás tengan paz y felicidad, a las personas heridas, pobres, dependientes… Entonces, sin darnos cuenta, sabremos que hemos encontrado la paz y la felicidad.