“Queridos hijos, orad y renovad vuestro corazón para que el bien que habéis sembrado dé frutos de alegría y de unión con Dios. La cizaña se ha apoderado de muchos corazones y se han vuelto estériles. Por eso vosotros, hijos míos, sed luz, amor y mis manos extendidas en este mundo que anhela a Dios que es amor. Gracias por haber respondido a mi llamada”.