Reflexión del Mensaje del 25 de enero de 2024
“¡Queridos hijos! Que este tiempo sea un tiempo de oración”
¡Queridos hermanos reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!
Una señora muy “Medjugorjana” de mi comunidad al leer este mensaje me decía con un poco de tristeza: “que breve fue el mensaje de la Reina de la Paz. ¿estará enojada?”; y ella me preguntaba “¿por qué la Virgen no nos dijo algo más?”.
La verdad es que su punto de vista me produjo un poco de gracia, pero también me dio que pensar sobre las interpretaciones erróneas que en ocasiones podemos darle a los mensajes de la Virgen, así como también a otros acontecimientos de la vida cotidiana.
Yo ya había estado meditando precisamente sobre la brevedad del mensaje, por lo cual le respondí con la respuesta que había sentido en mi interior.
En primer lugar -le respondí a esta señora- si viviésemos, aunque fuese sólo este mensaje, entonces todo lo demás se nos daría por añadidura; dado el poder de la oración.
Ya en otras ocasiones, la Virgen nos ha dicho que leemos los mensajes, los compartimos, pero no los vivimos.
Posiblemente si vivimos este llamado a la oración del corazón comprendiendo que este es un tiempo de gracia especial, entonces seríamos testigos que los milagros sí existen y que Dios quiere que formen parte de nuestra vida cotidiana.
Pero lo que a mí más me impactó de este mensaje, ha sido el constatar una vez más como la Virgen María es Madre de la Iglesia, por lo cual su mensaje va en sintonía con lo que nos ha pedido el Papa Francisco para el 2024, de que sea un año dedicado especialmente a la oración en preparación para el Jubileo 2025 y que lleva por lema “Señor, enséñanos a orar”.
De este modo Nuestra Madre con su infinito amor y humildad nos enseña el amor al Santo Padre a la Iglesia y el valor espiritual de la obediencia.
También el mensaje va en sintonía con lo que hemos de vivir en el mes de febrero.
Sé que muchos de ustedes estarán participando -algunos de manera presencial y muchos de manera virtual- en el XIV Congreso Iberoamericano de María Reina de la Paz que se realizará en Colombia del 21 al 25 de febrero.
Sin duda este será -como cada Congreso- un encuentro en que la oración comunitaria y personal estará en concordancia con lo que nos pide la Iglesia y la Reina de la Paz.
Para algunos -especialmente debido a las distancias- la virtualidad sigue siendo un medio privilegiado para poder participar de estos congresos, por lo cual los animo a participar.
Ahora bien, en la reflexión de este mes, dado el mensaje de Nuestra Madre y que será un año dedicado al aprendizaje de la oración en base al lema “Señor, enséñanos a orar”, me pareció que sería adecuado compartir con ustedes una breve enseñanza acerca de la oración, a fin de seguir aprendiendo a orar con el corazón y guiados especialmente por lo que no se enseña el Catecismo de la Iglesia Católica al referirse sobre las diversas formas de oración, así puedes vivir este Año de Oración y prepararte para el Jubileo 2025.
Como lo menciono en mi libro “Rocío de Bendiciones”, las oraciones de petición, intercesión y bendición son una dimensión de la plegaria en la que predomina la confianza en el Amor Providente de Dios, quien quiere darnos todos los bienes que en su Divina Providencia, ha destinado para nosotros sus amados hijos.
La oración de bendición, desde la dimensión intercesora, es también un movimiento ascendente del hombre hacia Dios, a favor de sus hermanos, a fin de que el poder de Dios se mueva de manera descendente hacia el hombre, y así se cumplan las Promesas Bíblicas de Bendiciones que el Señor nos ha dejado.
Así como una esponja puesta bajo una canilla o grifo que gotea continuamente, absorbe gradualmente el agua que cae sobre ella, del mismo modo nosotros estamos llamados a empaparnos cada día de las bendiciones de Dios, para luego ser canales de bendición para los demás.
Cada día tenemos -tanto nosotros como muchas otras personas- necesidades de todo tipo, las cuales pueden ser fácilmente satisfechas por el Señor si colaboramos para que su Bendición habite en nosotros y fluya por nuestro intermedio.
Con frecuencia nos encontramos con personas que se encuentran desalentadas a causa de la falta de trabajo y ahogadas por las deudas que sin cesar se van sumando; también están quienes se quejan de que sus caminos parecen estar obstruidos y han perdido de vista una meta en la que se perciba un futuro mejor; Hay quienes por más que trabajan parece que nunca pueden salir adelante; hay quienes la inseguridad por el día de mañana no les deja descansar; también están quienes los problemas de la familia le impiden tener paz, o están muy angustiados por una enfermedad… y podríamos seguir con una lista larguísima de problemas a resolver.
A esas personas, especialmente a los miembros de nuestras familias y comunidades, nosotros podemos darles un gran regalo: orar con el poder del Espíritu Santo por Bendición para sus vidas. Nosotros podemos ser canal para que las Promesas que Dios ha hecho a todos sus hijos sean una realidad en la vida de esas personas.
Por otro lado, a menudo encontramos personas que aun teniendo todo lo necesario para vivir serenamente, sin embargo viven tensionados, con miedo, siendo esclavos de las emociones negativas.
También ellos necesitan ser bendecidos para que puedan así tener una sana relación con todo lo que Dios ha creado y llegar a experimentar la verdadera paz.
En mi tarea pastoral veo a diario la importancia de la oración en todas sus formas, pero especialmente en la faceta de Bendición y la necesidad que tenemos todos los cristianos de ir creando una actitud y una mentalidad, que tenga la virtud de bendecir a todos, en todo momento y en todo lugar. Como nos enseñan las mismas Sagradas Escrituras al pedir: “Bendice, oh Dios, lo que hagan y recibe con agrado la obra de sus manos” (Deuteronomio 33,11).
La oración, en sus diversas formas y tal como la revelan las Sagradas Escrituras, los diversos mensajes de la Reina de la Paz a lo largo de los años, y el Catecismo de la Iglesia, puede ser comparada con un poliedro[1], el cual tiene muchas caras o facetas y todas son parte esencial del mismo cuerpo.
Lo mismo que sucede con la oración, la cual tiene diversas facetas:
- La Adoración,
- La Petición,
- La Intercesión,
- La Acción de gracias,
- La Alabanza,
- La Bendición.[2]
Sin embargo, al confluir todas las formas de oración en un mismo punto, que proviene de la unión con Dios y que a la vez tiende a acrecentarla, no se pueden separar dichas formas de oración en compartimentos estancos, pues si así lo quisiéramos hacer las transformaríamos en algo mecánico y frenaríamos el impulso del Espíritu.
Visto de este modo, uno de los objetivos fundamentales de los Mensajes que nos invitan a las diversas formas de oración, así como un año dedicado a reactivar este don, es que por medio de la oración, podamos encontrar a Jesús vivo y acrecentar nuestro encuentro personal con Dios, por medio de la oración de Bendición, llegando a descubrir que es Dios mismo, habitando en nosotros, el que quiere derramar un sin fin de bendiciones a nuestro mundo.
Por medio de la práctica de la oración de Bendición, podremos descubrir y poner en acción el amor y el poder de Dios, que habitan en nuestro interior, experimentando así un crecimiento de paz, amor, alegría y salud integral y siendo testigo de cómo Dios puede hacernos prosperar fácilmente, si se eliminan los bloqueos que han estado frenando el obrar de Dios.
Que Nuestro Señor que con su bendición obraba milagros, nos permita ser también a nosotros canal de sus bendiciones, de manera que podamos ser testigo de los milagros que aún hoy, Dios quiere seguir realizando en medio de su pueblo.
Padre Gustavo E. Jamut, omv
“ ¡Que Yahvé bendiga tu tierra con el rocío del cielo!”.
Deuteronomio 33:13
[1] Poliedro. 1. m. Geom. El formado por varios planos que concurren en un punto. “Diccionario de la Real Academia Española”
[2] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, Cuarta parte, art. 3