Hola, queridos hermanos, reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María.
¡Qué hermoso es poder celebrar una vez más el nacimiento de Nuestro Salvador, a la vez que esperamos la visita de la Virgen María como Reina de la Paz y el mensaje de vida que viene a traernos!
Hoy te invito a reflexionar sobre la Palabra de Dios que nos presenta la liturgia en la fiesta de Navidad.
La liturgia Eucarística de Navidad tiene algo muy particular, ya que hay cuatro misas diversas: 1.- Misa de Vísperas de Navidad; 2.- Misa de Nochebuena de Navidad; 3.- Misa de la Aurora de Navidad; 4.- Misa del día de Navidad.
En todas ellas se presenta el Misterio de la Navidad desde ángulos diferentes, a la vez que se presentan distintos textos bíblicos.
Cierto que es siempre la misma Misa, la misma Eucaristía, pero hay diversas lecturas y diversas oraciones.
Tal vez tú has ido (o irás… depende de cuando leas esta reflexión) a la Misa del 24 a la noche en la que se proclamó el Evangelio de Lucas 2:1-14; o tal vez participaste de la Misa de la Aurora, que presenta la continuidad del evangelio Lucas 2:15-20. O quizás asististe a la misa del 25, qué se proclamó el Evangelio de Juan 15:1-18.
Nosotros vamos a reflexionar el evangelio de la misa de la Noche y de la Aurora, que es el relato de Lucas 2.
Este evangelio nos presenta el decreto del emperador Cesar Augusto, el camino de la José y María desde Nazareth a Belén, las puertas que se les cerraban, el nacimiento en la Gruta, la manifestación de los ángeles a los pastores, y como ellos se ponen en camino para adorar al Niño Dios.
Estos son hermosas escenas que podemos contemplar en nuestra oración personal durante todo el tiempo de la octava de Navidad.
Otra lectura que también aparece en la liturgia de la misa de la noche, y que me parece puede ayudarnos a reflexionar en estos días, es del profeta Isaías 9:1, que dice: “El pueblo que caminaba en las tinieblas
ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz”.
Para los argentinos que hemos celebrado (y seguramente seguiremos celebrando por mucho tiempo) el triunfo del seleccionado argentino de fútbol en el mundial, esto es un motivo de alegría para el pueblo. Sin embargo, la alegría de un mundial de fútbol ganado no tiene la capacidad para colmar lo más hondo del corazón humano. Ciertamente es un momento de satisfacción y de regocijo. Pero debemos preguntarnos ¿cuál es la verdadera luz que colma de alegría el corazón humano?
Solo Dios puede colmar esa necesidad de felicidad profunda.
María y José lo sabían. Y ella como Reina de la Paz nos lo sigue recordando a través de sus mensajes.
En relación con la oscuridad y la luz, son imágenes frecuentes en la liturgia Navideña. Te comparto un testimonio de cuando tenía tres o cuatro años de ordenado sacerdote. En ese entonces iba a misionar todos los veranos a diversas regiones de la provincia de Corrientes (para los hermanos de otros países que no conoces les cuento que Corrientes es una hermosa provincia del noreste Argentino) y teníamos un autobús o colectivo Mercedes 1114, bastante viejo; y yo iba manejando en la noche, lo cual me producía una tensión muy grande porque a veces los caminos no están bien trazados, no tienen espacio suficiente en los costados (lo que en la Argentina llamamos banquina), las luces del autobús no eran muy buenas y además conmigo viajaban 25 jóvenes, la mayoría de los cuales iba durmiendo.
Conducir en la noche en la oscuridad de esos caminos que atravesaban las amplias llanuras de producía una tensión muy grande. Pero cuando a lo lejos pude divisar un área de luminosidad, entonces me dije “estamos llegando a la ciudad; estamos llegando a la luz”.
Recién allí pude sentir una sensación de alivio y relajarme; diciendo en una oración, algo así como: “Gracias Señor, Gracias Virgen María por ayudarme a traer a todos estos jóvenes sanos y salvos”.
Esta experiencia me llevó a reflexionar, como Jesús y María nos llevan en su corazón, a veces en esos momentos de oscuridad del año que se va terminando; y nos llevan de la oscuridad hacia la luz que nos permitirá vernos a nosotros mismos, a los demás y todo lo que nos rodea, en la perspectiva correcta.
En este tiempo podemos meditar que posiblemente hemos pasado por muchos peligros, aun sin enterarnos; ¡y de cuantos peligros nos habrán librado el Señor y la Virgen a lo largo de este año…!
Tal vez también hemos experimentado tinieblas sociales que se reflejan en las situaciones que salen a la luz a causa de las guerras, las injusticias que se viven, la falta de trabajo, la mentalidad perezosa que a veces se va gestando en las nuevas generaciones por ciertas políticas asistencialistas, la falta de educación la falta de salud, la falta de infraestructura en caminos, etcétera.
Son áreas de oscuridad por las cuales debemos orar; y aunque no podamos cambiar todas estas situaciones, si podemos comenzar desde nuestros pequeños cambios. Con nuestro cambio de mentalidad vamos iluminando la sociedad.
A veces hay tinieblas que pueden ser familiares. Me decía una señora: “mi hijo se está separando de su esposa después de diez años de matrimonio, y llegamos a estas fiestas con esta tristeza en el corazón, también por los nietos que están sufriendo por esta separación de los padres”.
Debemos aprender a poner en el pesebre estas tinieblas, estas oscuridades familiares que a veces están agazapadas y que tanto nos duelen.
Cuantas personas están sumergidas en tinieblas laborales, porque a veces no se llega a fin de mes, porque hay una situación de inestabilidad o de maltrato laboral. Tal vez no es nuestro el problema, pero sí lo tienen otros hermanos, por lo cual no podemos ser indiferentes.
Pienso en algo que nos sucedió en estos días: habíamos ido a una heladería a comprar helado… A los seminaristas les gusta mucho el helado y a mí también; pero se había producido un corte de electricidad que había durado 6 horas; y el dueño de esta heladería muy sencilla nos decía: “se me ha derretido toda la mercadería; he perdido todo porque no se activó el grupo electrógeno; y entonces todo se ha echado a perder y lo he tenido que tirar”. Y cuántas veces también nosotros sentimos que a lo largo del año se nos ha cortado “la electricidad”, nos hemos quedado sin la energía, hemos perdido esa luz…
Dios quiere ser nuestro “grupo electrógeno”; Dios quiere ser esa luz para ayudarnos a reactivarnos cuando vemos que empieza a disminuir su luz en nosotros.
Por eso también este es un buen tiempo para pedirle a la Reina de la Paz que interceda por nosotros, para que Dios también ilumine las tinieblas personales.
Hay personas que a veces cargan durante años esas tinieblas personales; y es como que le dan espacio a esa oscuridad.
Lo hacen con sus enojos, sus amarguras, con resentimientos. Por eso la Palabra de Dios en Isaías nos dice: “tú has multiplicado la alegría”. Es lo que le queremos pedir a Jesús a través de la oración; pero también nosotros debemos hacernos receptivos a esa alegría, produciendo los cambios que el Espíritu de Dios nos va sugiriendo.
El texto de Isaías también agrega: “ellos se regocijan en tu presencia”. Lo cual me llevaba a pensar en la tristeza que tuvieron muchos fanáticos del fútbol, porque cuando la selección argentina de futbol llegó al país con la copa del triunfo, los jugadores comenzaron a hacer el recorrido en un autobús abierto, para saludar a la gente. Pero eran millones de personas que desbordaron las calles, y penosamente a veces está la imprudencia de algunas personas que llevó a que tuvieran que suspender el recorrido. Entonces un hombre decía en la televisión: “yo estaba feliz por el triunfo del seleccionado argentino, fui al obelisco en el centro para ver a los jugadores, pero no los pude ver y me quedé muy triste”.
Mira hermano, nuestra alegría debe estar en el Señor, por eso dice la Palabra de Dios “se regocijan en tu presencia Señor”. No puedes estar siempre en la presencia de las personas que admiras, o que amas. Pero Dios sí que quiere estar en tu presencia; él quiere estar a tu lado en cada momento, y que seas cada vez más consciente de que Él no se va de vacaciones.
El evangelio de Navidad que nos presenta el evangelista san Lucas nos muestra a José y a María que viven en la presencia de Dios, que se ponen en camino hacia Belén, porque buscan hacer en todo, su voluntad.
Ahora, cuando uno lee el versículo que narra como a María le llegó el tiempo de dar a luz a su hijo en Belén, uno podría decir: “que desorganización hay en el cielo… este Jesús es un desorganizado, se le ocurre nacer justo en Belén… porque no nació en Nazaret donde tenía la casita propia y todo acomodado”.
El dar a luz en Belén, es un signo profético de parte del Señor, quien nos quiere desacomodar de nuestras estructuras mentales, sacándonos de las zonas de confort espiritual y pastoral.
El Señor nos quiere liberar de esas cadenas invisibles que ni siquiera nos damos cuenta de que tenemos, porque somos personas buenas; pero a veces la sola bondad puede ser enemiga de la santidad y de las virtudes heroicas porque nos vamos acomodando y en lugar de buscar la paz de Dios y de María, buscamos nuestra tranquilidad.
Por lo tanto, en Dios no hubo desorganización al nacer en Belén, sino que es un llamado, un mensaje profético de dejar que Dios sea Dios.
Cuántas cosas habremos querido hacer en este año y no logramos hacer; otras habremos querido hacerlas bien y en cambio nos salieron mal; y otras cosas que ni nos propusimos realizar salieron excelentes. Es necesario aprender a dejar que Dios sea Dios.
A veces hay personalidades controladoras que, por formación, por historia, por heridas o por lo que sea, se han acostumbrado a querer manejar todo… incluso el obrar de Dios.
El hecho de que Jesús haya nacido en Belén…; que a María le haya llegado el tiempo de dar a luz en esa pequeña aldea, es un llamado y un mensaje de poder entregar a Dios el control de todas las áreas de la vida.
Asimismo podemos meditar como allí estaban los pastores qué se turnaban para cuidar al rebaño de ovejas. Eso da una idea de lo importante que es ser familia, ser comunidad. No puede estar todo el peso y la responsabilidad sobre una misma persona; sobre la espalda de la mamá o del papá o de un solo hermano, o del coordinador de la coordinadora del grupo, de la comunidad. Así como los pastores se turnaban para cuidar las ovejas, también hay que saber alternar en las diversas responsabilidades.
A esos hombres fieles a su tarea: “la Gloria del señor los envolvió con su luz”. Cuando yo meditaba en estas palabras, me decía a mí mismo: “que hermoso que es ser envuelto por la luz de Dios”. Así estaba María. Así la veían los videntes en Medjugorje, como vestida de luz, irradiando la luminosidad que procede del cielo.
Tal vez después de leer esta enseñanza, puedes tomar un momento para que tu corazón vuele y te sientas envuelto y vestido por la luz de Dios; y que esa luz vaya irradiándose desde afuera y entrando a tu interior.
Me decía una obstetra que cuando la mamá embarazada se pone bajo los rayos del sol, el niño percibe a través de las paredes del vientre de la madre como la luminosidad va entrando.
También nosotros dejemos que esa luz de Dios nos envuelva y que eche fuera cualquier oscuridad que todavía estemos arrastrando a través de pensamientos tenebrosos, negativos o con emociones de oscuridad; porque hemos sido elegidos para recibir la Buena Noticia y transmitir buenas noticias.
Esto no quiere decir ser ingenuo; no quiere decir ver sólo lo bueno y obviar lo negativo. Pero si tenemos los cristales de los lentes sucios, entonces veremos todo sucio y oscuro. Por eso Jesús dice que primero tenemos que limpiar el ojo; sacar la viga del propio ojo para poder sacar la paja del ojo del hermano.
A veces vemos sobredimensionados los defectos de los demás porque nuestros lentes se han ensuciado, porque necesitamos limpiar el corazón desde adentro, dejarnos iluminar…
También dice la Palabra que el Ángel les dijo a los pastores: “les traigo una buena noticia, una gran alegría”. Puedes preguntarte: a lo largo del año que está terminando ¿soy de los que han llevado la buena noticia? ¿a cuántas personas les has hablado de Nuestro Salvador?; ¿con cuantas personas he compartido los mensajes de Nuestra Madre?
Este es un tiempo hermoso. Un tiempo propicio para que la luz de Dios nos ayude a ser luz en todos los ambientes. Por eso intercedamos confiadamente unos por otros, para que los planes de Dios y de la Reina de la Paz puedan cumplirse y así el año 2023 podamos ser testigos de nuevas y grandes milagros de parte del Señor. Que así sea.
Aprovecho para desearte una Feliz Navidad para ti, para tu familia y tu comunidad. Me encomiendo a tus oraciones. Dios te bendiga.
Padre Gustavo E. Jamut, omv.