Es el comienzo del mes de mayo, mes especialmente dedicado a la Santísima Virgen María. Miles de peregrinos de más de 20 países del mundo están estos días en Medjugorje. Peregrinos de Ucrania, Polonia, Italia, Inglaterra, Irlanda, Sri Lanka, Malta, Alemania, Austria, Argentina, India, República Checa, Eslovenia, Estados Unidos, Serbia, España, Francia, Letonia, Corea del Sur, Croacia están presentes en Medjugorje, en Bosnia y Herzegovina. El primer día del mes de la Virgen, en mayo, es también el día en que la Iglesia celebra la fiesta de San José Obrero. La santa misa vespertina a las 18 horas frente a miles de peregrinos en el altar exterior de la iglesia de Santiago Apóstol fue presidida por fray Franjo Ćorić, vicario parroquial en la parroquia de la Asunción de la Santísima Virgen María en Široki Brijeg, hubo otros 75 sacerdotes en la concelebración con él.
“A través de su obra, el hombre continúa la obra de la creación de Dios. Cada vez que hacemos algo bueno, continuamos la obra de la creación de Dios. Por lo tanto, el hombre es colaborador de Dios en la creación del mundo, y lo hace a través de su obra. Al final de la creación, Dios descansó el séptimo día. El día de descanso, es una señal de que el hombre necesita descansar. Así es como Dios diseñó al hombre. Por lo tanto, no es posible que una persona trabaje continuamente tanto de día como de noche, porque se necesita un ritmo de trabajo y descanso. Precisamente para que el trabajador tenga éxito y su trabajo rinda mejores frutos. Sabemos que durante la Revolución Francesa la semana constaba de 10 días, 9 días de trabajo y el 10 día de descanso. Después de un tiempo, se dieron cuenta de que las personas no podían funcionar así, por lo que recuperaron enseguida el antiguo sistema de trabajo y descanso. El hombre no puede prescindir del día del Señor, así fue concebido. En el séptimo día debe dedicarse a su alma, al encuentro con Dios. Por eso es importante respetar el domingo y saber que sin una dimensión espiritual nuestro trabajo no puede tener éxito”, dijo fray Franjo y continuó su sermón hablando de San José Obrero a quien celebramos ayer.
“Es un santo del que no sabemos mucho. Se menciona sólo 12 veces en el Nuevo Testamento. No sabemos exactamente qué aspecto tenía, ni qué edad tenía. Ni una sola palabra suya está registrada en las Sagradas Escrituras. Sabemos que venía del linaje de David y que su oficio estaba relacionado con la elaboración de mesas y sillas. Vivía en el pequeño e insignificante pueblo de Nazaret. Su vida y acciones están ligadas al secreto en su trabajo, familia y comunidad. En general lo que encontramos en los Evangelios, especialmente en Mateo y Lucas, podemos ver qué de san José es un hombre de buen corazón y mucha confianza en Dios. Mateo lo describe como un justo, es decir, un santo cuya característica es la fe y la obediencia. Se mostró comprometido y como esposo de corazón puro, como guardián cariñoso y padre de la Sagrada Familia. Cuando Dios elige a personas para grandes obras y grandes cosas, entonces elige a personas ordinarias, modestas y discretas. Tal era san José. Nos enseña con su vida, sin mucho hablar ni filosofar, cómo debemos ser en nuestra vida cotidiana”, dijo fray Franjo, destacando varias virtudes que adornaron a san José.
“En primer lugar, José era humilde. La humildad se opone a la arrogancia, ese desordenado anhelo de destacarse y ponerse en primer lugar. José, aunque no entiende cómo María quedó embarazada del Espíritu Santo, se mantiene humilde y no crea drama, no comenta por el pueblo lo que sucedió, sino que acepta la nueva situación en la humildad de su corazón. Está dispuesto a sacrificarse por el otro sin mirar su propio beneficio. Otra cosa, José era un hombre de fe. Cree en Dios a través de los sueños. Le es fiel a pesar de que las circunstancias no son buenas para él. Cree cuándo debe tomar a María como su esposa. Él cree que ella lleva consigo al Mesías prometido. Cree cuando huye a Egipto. En tercer lugar, José fue obediente. Escuchó la palabra del Ángel. Cada vez que tenía un anuncio, decía: “Levántate, José, y haz lo que se te dijo”. La obediencia es una virtud rara. Todos queremos ser más nosotros mismos, escucha tu ego, pero José es diferente, es devoto de la voz de Dios. Además, José era un trabajador, José es un hombre de orden y de trabajo. Conocemos el dicho de que la cabeza perezosa es taller del diablo”, decía fray Franjo, añadiendo que con su trabajo, José sigue siendo un modelo a seguir para todos nosotros en nuestra vida cotidiana, y que cualquier trabajo que hagamos, incluso si lo hacemos honestamente, no debemos avergonzarnos de él y que nuestro trabajo debe ser fuente de alegría.
“El trabajo y la alegría van juntos como el encuentro y la felicidad van juntos. Una persona no puede experimentar la felicidad sola, sino solamente en el encuentro con Dios y el prójimo. Pedimos la intercesión de san José por todos los trabajadores, por las madres y padres que llevan el pan a sus hijos, por todos los que trabajan en las fábricas, en los hospitales, en las escuelas, en la policía, en las pequeñas y grandes empresas. Oramos también por los que trabajan en condiciones infrahumanas, por los que están oprimidos en su trabajo, por los que no cobran a tiempo su merecido salario y por los que pueden no haber recibido su salario durante tres o cuatro meses. Oramos por nuevos puestos de trabajo y por los empresarios, que sepan apreciar a sus trabajadores”, concluyó fray Franjo Ćorić al final de su sermón, y después de la Santa Misa, el programa vespertino continuó con la oración por la salud del alma y del cuerpo, y el rezo de los misterios gloriosos del Rosario de la Virgen.