Hermanos, en este silencio de Viernes y Madrugada de Sábado Santo, resuena interiormente en nuestro alma la voz virginal e inundada de gracia de nuestra Madre Santísima diciendo “Fiat”, al plan redentor de Dios, y que sostuvo martirialmente a los pies de la Cruz, aunque fuera inundado su Inmaculado Corazón de lágrimas, pero silenciosa, y serena, el dolor de la espada que le traspasa el alma, y que había anunciado el anciano Simeón, ya la había aceptado generosamente en el día de la Anunciación. La Madre ama la voluntad de Dios y de su Hijo, aunque fuera hasta el extremo de la Cruz. Su rostro sereno pero inundado de lágrimas no impiden reconocer el dolor por el sufrimiento y sacrificio de su Hijo, pero Ella sabiendo que es el plan de amor del Verbo Encarnado, para que los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la de la verdad, vuelve a repetir una vez más “sí”, “fiat”, tal como su Hijo al Cáliz del Sacrificio, en la voluntad Padre.
Estando la Madre al pie de la cruz y luego en el silencio de la sepultura, permanece en el silencio marcado por la muerte de quien es su “vida” y la vida misma, abrazando en la unión de voluntades el sacrificio de muerte, pero con la certeza de que la muerte ha sido aplastada en la Cruz y la vida abrirá la piedra del sepulcro.
En la Cruz es donde se ha manifestado de manera perfecta la compasión de Dios con nuestro mundo, contemplamos a María que fielmente abraza la compasión de su Hijo por los pecadores.
San Juan Crisóstomo nos explica la grandeza del sufrimiento de nuestra Madre: “Cristo venció al diablo valiéndose de aquello mismo con que el diablo había vencido antes, y lo derrotó con las mismas armas que él había antes utilizado. Escucha de qué modo. Una virgen, un madero y la muerte fueron el signo de nuestra derrota. Eva era virgen, porque aún no había conocido varón; el madero era un árbol; la muerte, el castigo de Adán. Mas he aquí que, de nuevo, una Virgen, un madero y la muerte, antes signo de derrota, se convierten ahora en signo de victoria. En lugar de Eva está María; en lugar del árbol de la ciencia del bien y del mal, el árbol de la cruz; en lugar de la muerte de Adán, la muerte de Cristo.”
Madre Santa, dice San Bernardo que en verdad, usa espada traspaso tu alma: “…Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, después que aquel Jesús —que es de todos, pero que es tuyo de un modo especialísimo— hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar. Por tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y, por esto, con toda razón, te llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal.
¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas?”
Dice la Reina de la Paz:
Mensaje del 2 de Octubre del 2009
“Queridos hijos, mientras los miro mi corazón se contrae del dolor. ¿Dónde están yendo, hijos míos? ¿Están tan inmersos en el pecado que no saben detenerse? Se justifican con el pecado viviendo en él. Arrodíllense ante la cruz y miren a mi Hijo. Él ha derrotado al pecado y murió, para que ustedes, hijos míos, puedan vivir. Permítanme ayudarlos, para que no mueran, sino que vivan con mi Hijo para siempre. Gracias. ”
Quedemos en esta noche se silencio, ausencia, examen y conversión a solas con María. Pidamos perdón por nuestros pecados mal confesados y mal reparados. Por las personas que con nuestras acciones, omisiones, juicios y comentarios hemos dañado. Todo eso ha herido el Corazón de nuestra Madre, traspasando con la lanza el Corazón de su Hijo y nuestro Señor. Permanezcamos con la Gospa, hasta el amanecer de la esperanza, para que en la escuela de santidad y amor materno de la Reina de la Paz, seamos testigos de la Pascua pero con nuestro corazón transformado y educado, en la humildad y pureza de María, para ser Apóstoles de su Amor y constructores del Reino de Cristo, en paz, gracia y vida en abundancia.
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Atentamente en Jesús, María y José…Padre Patricio Romero
REGNUM DEI
“Cuius regni non erit finis”
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