En Medjugorje, en repetidas ocasiones, la Reina de la Paz ha pedido novenarios. Novenas como tiempos especialmente propicios para ejercitar la virtud de la penitencia, especialmente la oración y el ayuno. Como un kairós de gracia y conversión. Una posibilidad única para abrir nuestros corazones al amor de Dios, al don del Espíritu Santo.
En la práctica de la Iglesia, una novena es una forma de devoción privada o pública que se realiza durante nueve días y cuya intención es obtener gracias particulares o por una intención especial. Algunas novenas tienen una larga tradición normalmente asociada con la devoción a un santo, la preparación de una festividad (como la Navidad) o a una promesa recibida en revelación privada, y, aunque no forman parte de la liturgia oficial de la Iglesia, ésta siempre las recomienda.
Los judíos no tenían celebraciones religiosas de nueve días, pero la novena hora en la Sinagoga era una de las horas especiales de oración. También en la Iglesia, desde el principio, la hora nona es una de las horas especiales de oración en la Liturgia de las Horas que se reza a diario a las 3 de la tarde: es la hora en que murió Jesús. La hora de la misericordia.
Aunque, a veces, el número puede aludir a nueve días específicos de la semana o del mes (como los nueve primeros viernes de mes consecutivos en las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita Alacoque) se refiere, por lo general, a días consecutivos. Rezar durante nueve días seguidos tiene una base bíblica. Jesús resucitado, antes de Su Ascensión al cielo, pidió a los apóstoles que permanecieran en Jerusalén y se prepararan para la venida del Espíritu Santo (cfr. Hch 2,1-41). Hay, exactamente, nueve días entre el jueves de la Ascensión (cuarenta días después de la Resurrección) y el domingo de Pentecostés (cincuenta días después de Pascua). Aquella fue, pues, la primera novena de la historia: la novena de Pentecostés. ¿Qué hicieron los apóstoles durante este tiempo? En esos nueve días los apóstoles perseveraron en oración con María, la Madre de Jesús y algunas mujeres (cfr. Hch 1,14) anhelando y esperando una gracia muy especial: la venida del Espíritu Santo. Desde entonces, una de las funciones propias (no exclusiva) de la novena es esta: de anticipación y preparación a una fiesta.
Sea como fuere, las novenas requieren humildad, confianza y perseverancia, tres importantes cualidades que ha de reunir la oración. Como hemos recordado, en Medjugorje, a lo largo de estos años, la Santísima Virgen María ha pedido también novenarios de oración y ayuno en distintas ocasiones y se ha referido, en otras, a diferentes novenas que se celebran comunitariamente, precisamente, para preparar distintas solemnidades como la Asunción y, sobre todo, Pentecostés.
En verano de 1984, la Reina de la Paz pidió a los parroquianos que preparasen con un novenario de ayuno y oración el bimilenario de Su Nacimiento que iba a cumplirse aquel 5 de agosto. Cumpleaños que prepararon y celebraron todos con Ella en la cima del Krizevac.
En otras ocasiones, ha pedido con insistencia que ofrezcamos novenarios por Sus intenciones. Ella desea, por nuestro bien, que durante las novenas unamos la oración con el sacrificio y la penitencia. Y que lo ofrezcamos por Sus planes de paz, favoreciendo, de este modo, el triunfo de Su Corazón Inmaculado:
“Yo los invito a todos ustedes, queridos hijos, a orar y a ayunar con una firmeza aún mayor. Yo los invito a una renunciación por nueve días, a fin de que, con la ayuda de ustedes, todo lo que Yo quería que se realizara por medio de los secretos que comenzaron en Fátima pueda cumplirse. Yo los invito, queridos hijos, a comprender la importancia de mi venida y la seriedad de la situación” (25.09.1991).
“¡Queridos hijos! Les agradezco sus oraciones y el amor que me muestran. Yo los invito a decidirse a orar por mis intenciones. Queridos hijos, ofrezcan novenas, haciendo sacrificios a los cuales ustedes se sientan de lo más dispuestos. Yo quiero que sus vidas estén ligadas a Mí” (25.07.1993).
“Hagan novenas de ayuno y de renuncia” (25.07.2005).
Hoy, jueves de la sexta semana de Pascua, se cumplen cuarenta días de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Uno de los tres jueves que relucían (junto al Jueves Santo y al del Corpus) “más que el sol”. Aunque la secularización haya eclipsado aquella luz de antaño y la fiesta litúrgica se haya trasladado al domingo siguiente, hoy comienza la novena de Pentecostés. A ella se ha referido, también, nuestra Mamá del cielo, en distintas ocasiones:
“¡Queridos hijos! Hoy los invito a decidirse a vivir con seriedad esta Novena. Consagren tiempo a la oración y al sacrificio!” (25.05.1990).
“¡Queridos hijos! Esta tarde les quiero pedir que durante esta Novena oren por la efusión del Espíritu Santo sobre sus familias y sobre su parroquia. Oren y no se arrepentirán!” (2.06.1984).
“¡Queridos hijos! En estos días [Novena de Pentecostés], los invito en particular a abrir sus corazones al Espíritu Santo. El Espíritu Santo está actuando de manera especial a través de ustedes. Abran sus corazones y entreguen sus vidas a Jesús” (23.05.1985).
Como los apóstoles durante la primera novena de la historia celebrada en el cenáculo de Jerusalén en mayo del año 30, permanezcamos junto a la Madre perseverando con Ella en oración en la espera pentecostal del Espíritu. Celebremos y vivamos esta Novena como desea y nos pide Nuestra Señora: comunitariamente, si se celebra en nuestra parroquia; o, si no, personalmente (en familia o de forma individual). Abramos nuestros corazones al Espíritu Santo y dejemos que Él guíe y conduzca nuestras vidas.
Francisco José Cortes Blasco