Homilía Festival de la Juventud Medjugorje.

Agosto 3, 2024

HOMILIA: Mons. Evelio Menjívar-Ayala, obispo auxiliar de Washington

Amadísimos jóvenes y amigos,

Hace apenas dos semanas tuve la oportunidad de asistir al Congreso Eucarístico Nacional en Indianápolis, Indiana, junto a más de cincuenta mil católicos provenientes de todas las diócesis de los Estados Unidos. Fue una jornada llena de mucha alegría, devoción, fraternidad y renovación espiritual. Durante los tres arduos años de preparación para el Congreso, se hizo muy evidente la necesidad de propiciar un avivamiento Eucarístico en la Iglesia reconociendo que nuestro mundo está herido, que todos necesitamos curación, pero tristemente, muchos de nosotros estamos separados de la misma fuente de donde proviene nuestra vida, nuestra fuerza, y nuestra paz. Jesucristo nos invita a volver a la fuente y cumbre de nuestra fe y de nuestro bienestar: su Presencia Real en la Eucaristía, Presencia que se hace concreta y real cuando nosotros mismos nos volvemos pueblo Eucarístico, presencia de Dios en el mundo.

Queridos jóvenes, ustedes también han venido desde tierras lejanas a Medugorje, a este santuario de María Reina de la Paz en busca de la fuente de la verdadera paz y de todo bien, de esa paz que es fruto del encuentro personal con Jesús y del encuentro fraternal con los demás. El Espíritu Santo que habita en los corazones de los fieles es quien ha llamado a cado uno de ustedes a salir de nuevo al encuentro de Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida. Es evidente que nosotros llevamos muchas heridas interiores, nuestras familias están heridas, nuestras comunidades estan heridas, el mundo está herido. Las guerras, la inseguridad, la marginación, la migración forzada, la pérdida del valor de la vida y de la dignidad humana son heridas profundas que hacen sangrar el mundo, a la humanidad; hemos perdido la paz y pareciera que la humanidad ha perdido el rumbotrazado por Dios.

Muchas veces los seres humanos nos comportamos como Herodes que le mandó cortar la cabeza a Juan el Bautista, aunque sentía una cierta atracción por su figura y mensaje, según hemos escuchado en el evangelio. Al faltarnos una fe fuerte y profunda en Jesucristo y al olvidarnos de la centralidad del ser humano y de las situaciones concretas de la vida, fácilmente nos dejamos llevar y manipular por personas o ideologías que polarizan, que dividen, que denigran al otro, a quien no comparte nuestras ideas. Y cuando alguien ya no es nos útil, lo hacemos nuestro enemigo, hablamos mal de él o de ella, lo eliminamos de nuestra lista de contacto y de nuestras redes sociales. Esta es la manera más común de como hoy en día nos deshacemos de las personas que consideramos fastidiosas y desagradables. Pero aun después de eliminarlos quedamos marcados por las malas experiencias, inseguros de nosotros mismos, nos volvemos desconfiados y así fácilmente nos aislamos y terminamos, tristes, sin amigos y sin aportar significativamente al bien de los demás.

¿Y saben por qué? Porque nuestros odres están vacíos. Hay un vacío en nosotros que siempre estamos buscando de llenar, pero no necesariamente con lo que verdaderamente satisface. Y como señal deese vacío es nuestra necesidad, nuestro deseo de poseer cada vez más bienes materiales, de tener acceso a la última tecnología, de comprar el celular salido al mercado más recientemente, de controlar y manipular a los demás a nuestro antojo. Así nos convertimos eninsaciables consumistas, en manipuladores y en manipulados porquenuestros odres, nuestro corazón están vacíos.

¡Pero estamos aquí! Esa es la buena noticia. Estas aquí. ¡Qué bueno que estas aquí! (Dile a la persona que está a tu lado, ¡qué bueno estas aquí!) Algunos, como yo están aquí, por primera vez, otros han venido quizás muchas veces. Estamos a los pies de Jesús y de su madre María Reina de la Paz. Ella, María es la gran Maestra de la verdadera paz y de la verdadera alegría. “Mi alma se alegra en Dios mi salvador” dijo María en su cántico. Hoy somos invitado a entrar en su escuela; escuela de atenta escucha de la palabra de Dios; escuela de oración; escuela de caridad; escuela de entrega radical; escuela de santidad. Ella nos pregunta hoy: “Hijo, hija, ¿que buscas, que anhelas, que te hace falta para encontrar la paz y la verdadera felicidad? Quieres que haya paz y armonía en tu corazón, en tu familia, en tu escuela, en tu pueblo? ¿Quieres ser artífice de paz en el mundo? Haced lo que mi Hijo Jesús te diga. Haced su voluntad. Así de simple es la lección de nuestra Madre y Maestra María: “Haced lo que el les diga.”

El papa Francisco nos dice en Fratelli Tutii que la paz de Jesús,la paz que tanto anhelamos, shalom, es ante todo su don, fruto de la caridad, nunca es una conquista humana; y, a partir de este don, es el conjunto armónico de las relaciones con Dios, con uno mismo, con los demás y con la creación. La paz es también la experiencia de la misericordia, el perdón y la benevolencia de Dios, que nos hace capaces a su vez de ejercer la misericordia, el perdón, rechazando toda forma de violencia y opresión. Por eso, la paz de Dios como don es inseparable de ser constructores y testigos de la paz; “artesanos de la paz dispuestos a iniciar procesos de sanación y de encuentro renovado con ingenio y audacia” (nº 225).

Desde hace muchos años, Medugorje ha sido una verdadera escuela de paz y de fraternidad para todo el mundo. María Reina de la Paz ha congregado en este santuario por medio de iniciativas pastorales, como lo es el “Festival Internacional de la Juventud” a millones de sus hijos, especialmente a jóvenes como ustedes, y les ha enseñado donde encontrar la fuente de la verdeara paz y del sentido de la vida. Usualmente, este encuentro con Jesús por medio de Maríacomienza con un marcado impulso del corazón al silencio, al recogimiento, a la oración y a recibir el sacramento de la reconciliación. ¿Cuántas personas, han vuelto a la fe y a recibir los sacramentos en este Santuario de María Reina de la Paz? El sacramento de la confesión propicia la paz interior, ya que somos reconciliados con Dios, con nosotros mismos y con los hermanos. ¿Cuántas personas han vuelto a sus casas con el firme propósito de mejorar su relación con sus seres queridos, de reconectar una amiga, un amigo del cual se había distanciado, de luchar contra una adicción o de liberarse de un mal apego? Queridos jóvenes y amigos, cuando regresen a su casa, que se note en sus rostros la alegría y la paz de saberse amados y reconciliados. Redescubran el inmenso valor que ustedes tienen como seres humanos y como hijos de Dios. Cuando se sientan vacíos o solo, vayan a Jesús. Él puede llenará ese vacío con su presencia.  

Otro de los preciosos frutos de Medugorje y de estos encuentros son las muchas vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y al santo matrimonio. Muchos jóvenes, y espero que muchos de ustedes presentes aquí también lo hagan, se sienten impulsados durante su estadía o después del viaje a cuestionarse seriamente: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Qué camino de santidad ha trazado Dios para mi? Amigos, vale la pena entregarse a Dios en una vocación que dasentido a la vida. Una vida con propósito es lo que nos hace felices,aunque no siempre sea una vida fácil y perfecta. Lo que importa es tener una meta clara, tener fija la mirada y firme el corazón en la fuente de nuestra paz y de nuestra alegría, Jesucristo. ¡No tengas miedo de decirle si al Señor como lo hizo María! ¡No tengas miedo de entregar tu vida al Señor!

Que esta peregrinación a Medugorje, que este encuentro con otros jóvenes provenientes de diversos países y continentes, de diversas lenguas y culturas contribuya a crear en nosotros la cultura del encuentro que promueve la paz, la amistad, la hermandad, la solidaridad. Que este encuentro sea un nuevo Pentecostés para nosotros. Que el Espíritu Santo reavive en nosotros el fuego de su amor; que suscite en nuestro corazón un nuevo fuego misionero, que el Señor nos una y nos envié como mensajeros de la paz, de la fraternidad, de la misericordia. No nos olvidemos de rezar por la paz y de ser artesanos de la paz en todo momento.

Que Dios y la Virgen María Reina de la Paz les bendiga.

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