Con la procesión de las banderas de los 80 países desde donde han venido los participantes del Festival de Jovenes, dio comienzo el 35° Mladifest, a saber: Angola, Argentina, Australia, Austria, Bielorrusia, Bélgica, Benin, Bosnia y Hercegovina, Brasil, Cabo Verde, Camerún, Canadá, China, Colombia, Congo, Costa de Marfil, Croacia, República Checa, República Dominicana, El Salvador, Inglaterra, Eritrea, Etiopía, Francia, Finlandia, Gabón, Alemania, Gran Bretaña, Guadalupe, Guatemala, Haití, Tierra Santa, Hong Kong, Hungría, India, Irak, Irlanda, Italia, Kenia, Kirguistán, Reunión, Letonia, Lituania, Líbano, Macao, Madagascar, Martinica, México, Moldavia, Países Bajos, Nicaragua, Nigeria, Noruega, Panamá, Paraguay, Perú, Filipinas, Polonia, Portugal, Puerto Rico, Rumania, Rusia, Escocia, Senegal, Serbia, Eslovaquia, Eslovenia, Corea del Sur, España, Sri Lanka, Suecia, Suiza, Ucrania, Emiratos Árabes Unidos, Gran Bretaña, Estados Unidos, Vaticano, Vietnam, Gales y Zimbabwe.

Antes de la santa misa, Mons. Aldo Cavalli, el visitador apostólico con carácter especial para la parroquia de Medjugorje, leyó el mensaje que el Papá Francisco envió a los jóvenes participantes del festival.

Mensaje del Papa Francisco a los participantes del Festival de Jovenes en Medjugorje

La Eucaristía estuvo presidida por el Nuncio Apostólico en Bosnia y Hercegovina, Mons. Assisi Chullikatt, con quien estuvieron otros 9 obispos, y 640 sacerdotes concelebrantes.

A continuación la homilía completa del nuncio apóstolico y el video del inicio del Mladifest.

¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo!

¡Queridos jóvenes amigos!

Cuando la vida nos pone en una situación de elección -y esto sucede todos los días- elegimos una cosa y no la otra. Regularmente lo hacemos de forma consciente o espontánea, y a veces incluso de forma subconsciente o inconsciente. Así, por ejemplo, cada latido de nuestro corazón es una elección que nuestro corazón hace espontáneamente a cada momento para mantenernos vivos: cuando el corazón no late, la vida se detiene. Sin embargo, el corazón no late sin estímulos cerebrales directos. Del mismo modo, no hacemos ninguna elección sin que Dios, que es el creador de nuestra vida y de nuestro destino, lo sepa y lo permita (cf. Jn 13,27b; Sab 12,19b).

Todo esto apunta a la importancia de las decisiones que tomamos cada día, entre las que destaca la decisión de ser bueno o malo (cf. Mt 7,11). Es una de esas decisiones que es el resultado de nuestras elecciones personales. En términos generales, no nos gusta que otra persona nos imponga o nos obligue a ser buenos o malos. Si alguien logra obligarnos a hacerlo, sufrimos por un tiempo y luego lo rechazamos. Lo que sea que decidamos o elijamos en nuestra vida, siempre es el resultado de una elección personal. Como dijo una vez el filósofo: “En esencia, la vida es una elección hecha en cada momento de la vida”.

Esto es precisamente lo que dice el Evangelio elegido para la memoria litúrgica de san Alfonso María de Ligorio. Es la parábola de la gran red que se echa en el mar y recoge toda clase de peces: «buenos y malos» (cf. Mt 13,47). Cada uno de nosotros ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,27) y dotado con el don de la libre decisión y elección sobre si llegar a ser buenos o malos. Esta decisión, advierte Jesús, será el criterio decisivo al final de los tiempos para determinar si seremos o no dignos de la vida eterna. Por eso, queridos jóvenes, la elección que hacemos cada día, especialmente en la vida de fe, es de gran importancia. Igualmente, importante es la invitación y la advertencia a cada uno de nosotros de elegir siempre la “mejor parte”, como María, hermana de Lázaro y Marta (cf. Lc 10, 42), como escribe el Papa Francisco en el maravilloso mensaje dirigido a vosotros, queridos jóvenes, que os encontraréis con él en Roma el año próximo para el Jubileo de los jóvenes, del 28 de julio al 3 de agosto de 2025.

Queridos hermanos y hermanas:

Elegir la mejor parte de la propia vida – según el Papa Francisco – significa “elegir al Señor Jesús” como el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14, 6), como nuestro único bien y el tesoro precioso de la vida (cf. Mc 8, 34-38; 9,1; Mateo 13,44-46). Porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón (cf. Mt 6,19-23). En otras palabras, solo aquel que elija al Señor encontrará el camino de salvación que conduce a la verdadera vida, a la verdadera paz y a la verdadera alegría. Solo aquel que elija al Señor por encima de todas las cosas (cf. Mt 22, 35-40) puede encarnar su Palabra, como María, madre de Jesús e imagen de la discípula perfecta: con su sí a la voluntad de Dios (cf. Lc 1, 38), María hizo una elección buena y perfecta (cf. Rm 12, 2b) y así aceptó participar en la nueva creación a través del nuevo Adán, Jesucristo (cf. Rm 5,12-21; 1Cor 15, 22-45).

¡Queridos jóvenes!

A ejemplo de María Santísima, los primeros discípulos y san Alfonso, seguid a Jesús. «No tengáis miedo de acercaros a él, de cruzar el umbral de su casa, de hablarle cara a cara, como se habla a un amigo (cf. Éxodo 33,11). No tengáis miedo de la vida nueva que os ofrece” (Juan Pablo II, Mensaje con ocasión de la XII Jornada Mundial de la Juventud, 1997, n. 3). Él mismo os da la oportunidad de que esa vida nueva, con la ayuda de su gracia y del don del Espíritu Santo, la aceptéis y la apliquéis en vuestra vida.

Aunque todo a vuestro alrededor, en un momento dado, puede cambiar, la Palabra de Dios, Jesús, permanece fiel, no cambia, trasciende la historia, está siempre dispuesto a encontraros, a animaros, a ayudaros, a conduciros al puerto seguro de la salvación. Solo Él, el único timonel de la barca de Pedro (cf. Mc 4,38-40), sabe cómo llevaros a una elección segura en la vida en los momentos oscuros y tormentosos. De hecho, Él os busca y os acompaña constantemente, incluso en este momento en que os hablo en su nombre, porque no dejará de amaros nunca (cf. 2Tm 2, 13). No olvidéis nunca que Él os amó primero (cf. 1Jn 4,10). Él osha amado desde siempre, por eso os busca y os habla al corazón, porque la fe nace y crece desde la escucha atenta de la Palabra de Dios (cf. Rm 10).

¡Queridos jóvenes!

Al convertiros en discípulos de Cristo, habéis elegido lo mejor de vuestra vida. Al aceptar la fe en Jesús, podéis escuchar su voz en la experiencia de cada encuentro personal con Él (cf. 1Jn 1,1-4). A este respecto, recordad que el mismo Jesús fue el primero en tomar la iniciativa de encontrarse con sus discípulos, como en el caso de los dos discípulos de Emaús (Lc 24,13-53). El encuentro con Jesús os ilumina, os llena de su gracia y os ayuda a crecer en la fe, especialmente en el momento de la fracción del pan eucarístico. Al encontraros con Jesús durante esta Eucaristía, renovad vuestra confianza en él y sólo en él.

En este sentido, san Juan Pablo II decía que «Jesús es un amigo exigente que nos señala metas altas, nos pide que salgamos de nosotros mismos, que nos encontremos con él y que le confiemos toda nuestra vida» (ibíd.), rompiendo así las barreras de la superficialidad y del miedo, rechazando al hombre viejo con sus obras —como invita san Pablo— y revistiéndose del hombre nuevo, renovado a imagen de su Creador (cf. Col 3,9; Ef 4, 21-24). Se trata, por lo tanto, de una elección y decisión radical para aquello y Aquel que es la mejor parte de nuestra vida. Después de esta elección, la fuerza redentora de la fe en Jesús, que venció a la muerte y nos trajo una vida nueva, nos renueva por dentro y por fuera (ibíd.).

¡Queridos jóvenes!

La fe de la Iglesia, como sabemos, se funda en Jesucristo, único Salvador del mundo, que es ayer, hoy y siempre (cf. Hb 13,8). Solo de Cristo, en el silencio de la oración y en la escucha de su Palabra, podéis obtener respuestas que no engañen ni decepcionen, sino que os fortalezcan en la esperanza (cf. Rm 5,5), que ya está en vosotros. Él os cura de la ansiedad, de las pesadillas, de todo desaliento que os quita la paz, la serenidad y la armonía de la vida. Jesús es el “Verbo del Padre” (cf. Jn 1, 1); nos ha revelado el verdadero rostro de Dios (cf. Hb 1, 1-2) y da sentido y propósito a nuestros pasos inciertos o vacilantes.

En las incertidumbres, en las distracciones y en las confusiones de la vida cotidiana, cuando vuestra fe sea puesta a prueba, imitad a los discípulos de Jesús en el camino de Emaús (cf. Lc 24,29) y, como ellos, pedidle a Jesús que “se quede con vosotros” mientras esperáis la luz de un nuevo día y un futuro, a veces incierto. Pedidle a Jesús para que “se quede con vosotros” cada vez que tengáis que recorrer los caminos de los muchos Emaús de nuestro tiempo. Que él sea vuestra fuerza, vuestro baluarte, vuestro amigo fiel, vuestra brújula segura y la esperanza eterna. Deja que Él, antes que nada, sea vuestra mejor opción a lo largo de toda vuestra vida. Llevadlo en vuestra alma, proclamadlo y vividlo con todo vuestro corazón, con todas vuestras fuerzas y con toda vuestra mente (cf. Mt 22,35-40; Mc 12,28-31), y testimoniad así al mundo entero vuestra fe en que Jesús es el único Salvador y Redentor de la humanidad.

¡Queridos jóvenes!

Instruidos por la Palabra de Dios y alimentados por el pan eucarístico, estáis llamados a elegir la mejor parte para ser testigos fieles y auténticos del Evangelio de Cristo en el mundo de hoy. Convertíos en verdaderos constructores del Reino de Dios, verdaderos misioneros de Cristo, para que la antorcha de la civilización del amor, de la paz, de la alegría, de la armonía y de la fraternidad humana brille en todo el mundo.

El santo cuya memoria celebramos hoy, Alfonso María de Ligorio, es un excelente ejemplo de un joven que eligió la mejor parte de su vida. Se consagró por completo al Señor, dejando tras de sí el futuro seductor que el mundo le ofrecía. A pesar de haber nacido en el seno de una familia noble, se decidió con valor y firmeza por su mejor elección, que fue compartir todo lo que tenía para servir a los más pobres de los barrios de su ciudad, para desempeñar el ministerio de predicador, confesor, misionero y finalmente obispo, sirviendo incansablemente a su diócesis, hasta su muerte, ocurrida el día de hoy, hace más de dos siglos, el 1 de agosto de 1787.

El ejemplo de este Santo, que eligió la mejor parte, debería animarnos a nosotros también a llegar a ser mejores personas y a vivir una vida santa y agradable a Dios. La figura y el ejemplo de San Alfonso siguen siendo contemporáneos hoy en día. Ya de joven estaba lleno de entusiasmo y amor por el Señor, y rechazó con audacia los grandes, engañosos y decepcionantes sueños de este mundo. La asombrosa vida de este santo nos confirma que Dios concede abundancia de bendiciones, sabiduría, bondad y la plenitud de su gracia a todos los que eligen la mejor parte de la vida. Dios los colma de la fuerza del Espíritu para que, en la escuela del Evangelio, aprendan a seguir el camino santo y sencillo de la madurez cristiana y vivan de modo coherente y ejemplar su opción de vida por Cristo, en el corazón de la Iglesia y como “peregrinos de esperanza”.

Que María Santísima, icono de la Iglesia e imagen de los discípulos de Cristo, nos obtenga de Dios la gracia para que también nosotros lleguemos a ser y seamos siempre fieles discípulos de Jesucristo, mensajeros incansables de paz, de amor, de esperanza y de la alegría de Cristo en el mundo.

Queridos jóvenes, ¡feliz fiesta!

¡Que Dios los bendiga a todos, hoy y siempre! Amén.

Transmisión del programa de la tarde del 1er día del 35. Mladifest

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