Hoy celebramos el aniversario de la muerte de uno de los apóstoles más destacados de la Reina de la Paz, fray Slavko Barbarić. Tejió toda su vida en Medjugorje, fue enterrado en Medjugorje y permanecerá aquí para siempre. Amó a la Virgen con amor de niño. Siguió las apariciones en Medjugorje desde el principio. Supo encarnar la espiritualidad de los mensajes de la Virgen a través de la oración y la acción. Viajó por todo el mundo difundiendo el mensaje de paz y reconciliación de la Gospa. Estaba adornado con cualidades extraordinarias: conocimiento de idiomas, facilidad de comunicación con las personas, educación, sencillez, cuidado y preocupación por las personas necesitadas, una energía inagotable, diligencia y, sobre todo, piedad, humildad y amor. El centro de su vida fue acercar las almas a Dios a través de María, la Reina de la Paz, mediante la oración y el ayuno. En sus oraciones diarias en la Colina de las Apariciones y en el Križevac, innumerables postraciones ante el Santísimo Sacramento del Altar y la Cruz de Cristo, reflexiones sobre la palabra de Dios y los mensajes de la Virgen, adquirió la sabiduría divina para su incansable labor sacerdotal, espiritual, caritativa…
A continuación se comparte el sermón* que fray Slavko pronunció el día de su muerte, el 24 de noviembre de 2000, a las 9 a.m., para los peregrinos alemanes con la intención de agradecer especialmente al gran benefactor de Medjugorje, el Sr. Franz Gollowitsch y que se publicó en el nuevo número de Glasnik Mira.
SERMÓN
Una vez más me gustaría dar las gracias junto con la Virgen a todos los que respondieron a sus mensajes. Es bueno saber que la Virgen siempre enfatiza lo importantes que somos para ella y que ella no podría hacer nada sin nosotros. Cuando escuchamos la palabra ‘gracias’ por primera vez, nos sorprendimos un poco, porque aprendimos que somos nosotros los que le pedimos algo a Dios y luego le agradecemos. Es bueno esperarlo todo de Dios y adorar su Omnipotencia. Pero recordamos las palabras pronunciadas por la Virgen: los necesito, son importantes para mí, no puedo hacer nada sin ustedes. Muchas veces no lo podemos creer, pero es verdad. Dios quiso a cada uno de nosotros en el tiempo y espacio en el que se encuentra…
Él nos quiso y nos proporcionó aquellos dones que quería desarrollar en nosotros con su gracia y su espíritu, para que pudiéramos cumplir nuestro servicio a través de esas gracias y ese espíritu. El que ofrece su servicio con dones, ama, piensa, espera y ayuda a los demás y piensa en los demás. Esto es necesario en el momento y lugar en que Dios lo pide. Muchas veces supe responder a quienes critican mucho a los demás, y a quienes dicen que si estuvieran en el lugar de Dios, harían muchas cosas de manera diferente. Si Dios pensara que podrías vivir y servir mejor en otro lugar o tiempo, no te habría puesto aquí sino allí. No digas: ‘Yo, en lugar de Dios…’ sino que mejor abre tus ojos y oídos para el tiempo que vives y para las personas que te rodean. Ésa es su primera tarea y allí son insustituibles, son importantes para Dios, allí Dios no puede hacer nada sin ustedes. Por un lado, vivimos el amor de Dios, y ese mismo amor llega a los demás gracias a nosotros. Cuando Dios nos consuela, debemos dar ese consuelo a los demás.
Sólo en el lugar y tiempo en que estemos podemos hacer lo que Dios quiere, porque allí Él no puede hacer nada sin nosotros. Una cosa que la Virgen ha logrado completamente en estos 19 años y 5 meses: muchos que no pensaban que harían más que ir a misa el domingo, se convirtieron en cristianos activos gracias a sus mensajes. Es por eso que hoy debemos decir ‘gracias’, porque hay personas en todo el mundo que están trabajando conscientemente junto con la Virgen María para difundir sus mensajes. Creemos que necesitamos cambiar mucho más y empezar a mirarnos a nosotros mismos, a la Iglesia y a nuestras familias a través de los ojos de la Gospa. Muchas veces nos sentimos tentados, al mirar el mundo, a quejarnos de las personas y las situaciones y juzgarlas. Seguramente hay muchos problemas. La Madre ve el mundo con otros ojos. Ella ve el bien, aunque sea poco e insuficiente. Ella lo ve y le agradece.
La gratitud es la primera regla de una buena educación. Si quieres criar a una persona, primero debes ver si hay algo bueno en esa persona, incluso lo más pequeño. Luego hay que ver en qué podría llegar a ser esa persona y luego trabajar en eso junto con ella. Si somos ciegos, veremos sólo lo que no es bueno, no es perfecto, lo que no nos satisface y entonces comenzamos a criticar, condenar y expresar nuestro rechazo. La Virgen María también ve el bien que hay en el mundo. Ella también ve lo que se puede mejorar y trabaja en ello…
¡Lee los mensajes! Los mensajes son positivos, dan esperanza, alientan! La Virgen despertó en nosotros la positividad y por eso se lo agradecemos. Quienes siguen a la Gospa no tienen tiempo para críticas. La Gospa nos anima a hacer algo incluso cuando pensamos que no sirve para nada, que es en vano o que requiere demasiada fuerza. Sólo así se podrá entrar en el tercer milenio con la Virgen María y Jesús. Gracias a todos los que siguen a nuestra Madre en todo el mundo, que incansablemente vienen aquí y organizan peregrinaciones. Una vez más agradezco a Franz Gollowitsch por su trabajo. Vino a Medjugorje en todo momento, incluso en los momentos más feos de la guerra. Incluso hoy, Franz es quien ayuda incansablemente a nuestros enfermos, refugiados y huérfanos. Sus autobuses siempre están llenos de ayuda. Le damos las gracias y queremos acompañarlo con la oración, a él y a todos los que vinieron con él. De esta manera, como dice la Virgen, puede comenzar un nuevo tiempo, una nueva primavera. Este momento no está de acuerdo con el tiempo del calendario, pero es el momento de una nueva elección. Donde pensamos que todo está viejo, podrido y destruido, allí puede comenzar una nueva vida: si decides amar a Dios y al prójimo como a ti mismo; y si muchos de ellos lo hacen, realmente llegará un nuevo tiempo. Amén.
* Fuente: Revista ‘MEDJUGORJE’ nº 47-III Trim. 2001. Tocco da Casauria (Pe) Italia, p. 22-24. Traducido por: Paula Tomić