Queridos amigos reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María.
Con gran asombro y estupor nos enteramos el lunes de la octava de Pascua de que el Señor había llamado a su presencia a nuestro querido Papa Francisco.
Debo confesar que en lo personal recién ahora comienzo a tomar mayor conciencia de lo que significa para mí que ya no esté visiblemente entre nosotros.
Hoy caigo en la cuenta de que mi primer duelo fue cuando el Padre Jorge fue llamado por Dios a ser el obispo de Roma y sucesor de Pedro, y entonces dejó Buenos Aires para siempre.
Tuve la gracia de conocer por primera vez al padre Jorge cuando él era provincial de los jesuitas en la Argentina y yo era postulante de la congregación de los Oblatos de la Virgen María. En esa ocasión hice con él por primera vez y por ocho días los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola; esta fue una experiencia que marcó mi vida espiritual y religiosa. Y ya en esa ocasión me contagió su gran amor a la Virgen María y a San José.
Luego en Buenos Aires tuve la enorme dicha de compartir con él cuando era obispo auxiliar en una de las vicarías y posteriormente arzobispo de Buenos Aires. En varias ocasiones vino a visitarnos a la parroquia San Roque, comió con nosotros, conversó, rio y nos animó en la formación de la comunidad de Consagrados.
En las ocasiones que pude visitarlo en la casa Santa Marta en el Vaticano, concelebrar con él y conversar, pude ver como el amor de Dios seguía manifestándose en él con el poder Espíritu Santo.
El me solía llamar “turco” por mi apellido (ya que los sobrenombres son algo muy común en argentina y manifestación de afecto); y al visitarlo dos meses después de que asumiese la pesada carga del Pontificado, al verme me dijo con mucho humor y una amplia sonrisa: “turco, ¿qué haces por acá?”. A lo que yo le respondí también en tono de broma: “como nos quedamos en Buenos Aires sin nuestro padre espiritual quiero preguntarte como vamos a seguir”.
Entonces pude entregarle unos alfajores y dulce de leche, unos libros de mi autoría, y le dije: “aquí en Roma tienes teología de alto vuelo, por eso te traje unos libros sencillos de mi autoría”. Es que años atrás, cuando comencé con la misión de escribir literatura religiosa, le pedí que mirara uno de mis libros; dos meses después él me respondió: “continúa escribiendo sencillo, de manera que pueda entender el amor de Dios tanto el intelectual como el campesino”.
También en varias ocasiones al visitarlo camino a Medjugorje, tuve la oportunidad de hablarle de mi experiencia en Medjugorje; y si bien el no comentaba nada, me escuchaba con gran interés.
En lo personal pienso que la Reina de la Paz lo iba guiando y sosteniendo, al punto de que tuviésemos la gracia de recibir el documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe aprobado por Francisco en el cual se reconoce los abundantes frutos espirituales vinculados a la parroquia-santuario de la Reina de la Paz.
El magisterio que nos lega Francisco es impresionantemente actual y puede dar gran fecundidad a la Iglesia, comenzando por la experiencia de la Misericordia de Dios que debemos recibir de lo alto y compartir con nuestros hermanos; y de manera particular con quienes aun no han tenido la experiencia del amor de Dios. También el cuidado de nuestra casa común, la tierra y el cuidado de todas las criaturas. El llamado a la santidad, animados por el amor que nos manifiesta Dios a través de la Virgen Santísima.
Debo compartirles que hoy siento al Padre Jorge más cerca que nunca, y pienso que en el futuro cercano seremos testigos de muchas bendiciones.
Pidamos entonces por su alegría eterna, y también para que él interceda por nosotros; y nosotros oremos para que el Espíritu Santo guie a los Cardenales que participaran del Conclave, a fin de que sepan discernir y elegir al hombre que Dios ya ha designado para ser el próximo sucesor del apóstol Pedro.
Te envío un fuerte abrazo, y te pido de rezar por mis intenciones. Que Dios te bendiga.
Padre Gustavo E. Jamut, omv