“Hijitos, decídanse nuevamente por Dios y busquen sólo Su voluntad, y entonces encontrarán en Él alegría y paz”.
Del Mensaje del 25 de octubre de 2013
En el número anterior, comenzamos a reflexionar sobre el discernimiento de la Virgen María, y en como la Reina de la Paz -a través de sus Mensajes- continúa invitándonos a buscar la voluntad de Dios en todo momento, y en todas las cosas.
Hoy concluiremos esta reflexión, pidiéndole a Nuestra Madre que interceda por cada uno de nosotros, a fin de que este tiempo de Adviento y el próximo tiempo de Navidad, sean un tiempo privilegiado para crecer en el espíritu de discernimiento, que nos lleve a ejercitar -aun en las pequeñas cosa cotidianas- el buscar lo que más agrada y glorifica a Dios.
Las preguntas en el discernimiento
“María dijo al Angel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?»”. (Versículo 30).
María en la Anunciación, ante la presencia de Dios (que a través del arcángel Gabriel irrumpe en su vida con una intervención fulgurante y misteriosa), reflexiona y pregunta, quiere saber el “cómo” de la acción divina, y que es lo que ella tiene que hacer para ser un instrumento útil en las manos de Dios.
El peligro no está en hacer preguntas sobre el cómo y el cuándo, sino más bien en hacerse el sordo y no escuchar, o el no aceptar las respuestas y de las propuestas que nos vienen de Dios, como fue el caso del joven rico, a quien Jesús lo invita dejar todo para seguirle, pero el joven se dio vuelta y se alejó, llevando consigo la tristeza a cuestas (Mt. 19:16 y ss).
El preguntarle a Dios, y luego hacer silencio para esperar pacientemente su respuesta, es un paso esencial del proceso de discernimiento.
Tal vez te preguntarás, ¿pero cómo responde Dios?
La respuesta no es tan sencilla. Gran parte de la capacidad para escuchar los susurros del espíritu Santo consiste en, como María:
- Bajar el nivel de ruido mental o emocional, que es provocado por la ansiedad.
- Ejercitar la escucha interior, intentando distinguir aquellos pensamientos que vienen de Dios a otros que proceden de nuestra propia humanidad.
- Pedir la gracia de la santa indiferencia, la cual no quiere decir que a uno no le importa nada, sino más bien, que se está dispuesto para hacer aquello que Dios pide, aún cuando esto signifique una gran renuncia.
- Ser conscientes de que Dios nos habla a través de las necesidades de la humanidad y de la Iglesia, y que provee a algunos de capacidades y talentos adecuados, para responder a esas necesidades.
- Aprender a leer los signos de los tiempos, que forman parte del lenguaje de Dios. En el caso de la Virgen María, ella sabía que el pueblo estaba la espera del Mesías y que tenía necesidad del Salvador.
- También Dios puede hablarte por medio de las sagradas escrituras, a través de un acompañante espiritual, e incluso en medio de la noche en sueños, como fue el caso de José, esposo de María.
El discernimiento y la concreción
“María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho»”. (Versículo 38).
El discernimiento sirve de poco si no se concreta, haciendo la voluntad de Dios en el momento oportuno.
María es modelo pleno de concreción valiente. Ella no se queda dando vuelta en cavilaciones mentales, sino que se entrega totalmente al proyecto de Dios. Ya es consciente de todas las dificultades que va a encontrar en el camino, pero vive la conocida frase: “no le hables a Dios de tus problemas, a los problemas háblales del poder de Dios, y estos se desvanecerán”.
Hay muchos cristianos que oran muy lindo, y que hacen muchas cosas buenas, pero que le tienen terror a lo que Dios les pueda pedir, ignorando de este modo que Dios es “buen pagador”, pues de todo aquello que le damos el nos devolverá el ciento por uno. Por eso les prometió a los discípulos: “el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna…” (Mt. 19:29).
Ponerse en camino, fuente de alegría
San Juan Bosco solía decir: “debemos hacer consistir la santidad en estar siempre alegres, haciendo bien aquello que nos toca hacer, como Jesús lo quiere”. Cuando el cristiano comienza ejercitarse en el cumplimiento de la voluntad de Dios, experimenta una libertad interior y una nueva alegría, adquiere un discernimiento que no sólo es virtud -fruto de la práctica repetitiva-, sino que es también carisma, es decir: don del Espíritu Santo.
De esta manera el creyente, es movido por un impulso interior que le hace percibir y reconocer cuando algo tiene “olor de Dios”, impulsándolo a hacer todo lo posible para concretar esa moción interior, que le manifiesta lo que el Señor le está pidiendo.
Uno de los ejemplos más claros al respecto, es la Visitación. María, al saber que su pariente Isabel está esperando un niño, vence los temores de enfrentar un duro viaje, domina la aprensión a lo desconocido, pasa por encima de lo que los que pueden pensar o decir de ella los demás, y se pone en camino decididamente, para servir a Dios en su pariente que la necesita: “En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá”. (Lucas 1:39)
La Virgen María (y también nosotros), al hacer la voluntad de Dios se llena de alegría. Y esta paz y alegría no es sólo para ella, sino que la irradia y transmite, a las personas que encuentra a lo largo del camino de la vida: “Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno…” (Lucas 1:40-41).
Mucho más podríamos reflexionar y escribir sobre el discernimiento de María, como por ejemplo en las bodas de Cana, cuando mueve a Jesús a realizar el primer milagro transformando el agua en vino; o también a los pies de la Cruz; o pastoreando a los apóstoles y discípulos en el cenáculo de Jerusalén hasta la venida del Espíritu Santo. Pero pienso que con el texto de la Encarnación y el discernimiento de María ya tenemos -como se suele decir-, “tela para varios vestidos”.
Por lo tanto tomemos un tiempo para meditar y preguntarnos: si somos hombres y mujeres que anhelan y buscan el discernimiento para conocer la voluntad de Dios y si ponemos todos los medios para concretar con alegría lo que Jesús nos pide.
Te envío un fuerte abrazo, me encomiendo tus oraciones, y les pido a nuestro buen Dios y a María Santísima que te bendigan.
Padre Gustavo Edgardo Jamut, omv
Para jóvenes de 17 a 30 años, que necesitan ayuda de discernimiento vocacional y proyecto de vida:
Puedes comunicarte con el Diácono Diego González Rivera: