“Queridos hijos, para mi Corazón materno es una gran alegría venir y manifestarme a vosotros. Esto es un regalo de mi Hijo para vosotros y para los que vendrán. Como Madre os invito: amad a mi Hijo por encima de todo. Para que podáis amarlo con todo el corazón debéis conocerlo, y lo conoceréis por medio de la oración. Orad con el corazón y con sentimiento. Orar significa pensar en Su amor y en Su sacrificio. Orar significa amar, dar, sufrir y ofrecer. Hijos míos, os invito a ser apóstoles del amor y de la oración. Hijos míos, este es un tiempo de vigilia. En esta vigilia os invito al amor, a la oración y a la confianza. Mi Corazón materno desea que cuando mi Hijo mire en vuestros corazones, vea en ellos confianza y amor incondicionales. El amor unido de mis apóstoles vivirá, vencerá y desenmascarará el mal. Hijos míos, yo fui el cáliz del Hombre-Dios, fui instrumento de Dios, y por eso, apóstoles míos, os invito a que seáis cáliz del amor puro y sincero de mi Hijo. Os invito a ser un instrumento para que quienes no han conocido el amor de Dios, y nunca han amado, comprendan, acepten y se salven. Os doy las gracias”.
La Virgen ha bendecido a todos los presentes y todos los objetos religiosos. Después, como desea la Reina de la Paz, los sacerdotes han bendecido a todos los presentes y todos los objetos religiosos. Y mientras la Virgen se marchaba Mirjana dice que ha visto un cáliz.
Mensaje de la Gospa a Mirjana, el 2 de noviembre de 2016
El dos de noviembre del año pasado, la Gospa ponía en nuestros corazones una palabra de bendición materna sobre la oración, el sacrificio y el amor. Nos invitaba a ser “el cáliz del amor puro y sincero de Jesús, nuestro Señor, su Hijo. NUESTRA VIDA SE CUMPLE EN UNA VOCACIÓN: “SER VERDADERO CÁLIZ”. Esto entraña pureza y sinceridad de corazón. Para ser cáliz tenemos primero que dejarnos ser bendecidos y, a continuación, dejarnos ser consagrados. No en el continente, sino en el contenido. Nuestra vida tiene que ponerse bajo el poder sanador y transformador de la Palabra de Jesús, pronunciada por la Iglesia. Sólo así se consagrará el vino de nuestro corazón en oración, la oración en amor y sacrificio, el sacrificio en alegría, la alegría en paz. Ser cáliz significa dejarse transformar, en primer lugar. No hay conversión sin una decisión continua y diaria de querer ser abrazado por el amor que tiene forma de cruz. No hay otro modo y manera. Es la lógica de Dios. La que Él ha abrazado para dejarnos abrazar.
“Ser cáliz” significa también participar del sufrimiento como amor que va redimiendo; como amor que va reconociendo; como amor que va eligiendo un Amor mayor. El cáliz no asiste a una entrega hasta la sangre. Recoge la sangre. Se mancha con la sangre. No permite que la sangre se pierda. Distribuye la sangre. No permite que la sangre se banalice. Cuánto más el Cáliz que recoge la Sangre del Señor. El Cáliz permite unir el cielo con la tierra. Refleja el amor de Dios, Padre de todas las criaturas; nos une con El y nos une entre nosotros. La ideología desune. Cristo une. El amor hasta la sangre hace del amor, verdad verdadera. Cáliz es unión, es sacrificio, es reconocimiento, purificación, cancelación de deuda, declaración de una Misericordia que rescata a la miseria en el último segundo.
Encuentro en la Gospa, en nuestra bendita Madre, una verdadera vocación de corredentora. El cáliz es misión de corredención. La Sangre de Cristo es la que redime pero si no se recoge, se pierde. ¿Qué es más importante la Sangre o el Cáliz? Sabemos y vivimos que es la Sangre. Pero la Sangre sin el Cáliz nos hace perder a Dios, convertirlo en ideología, difuminarlo en filosofía, en una ética elevada para unos y humillante para otros. Si no hay Cáliz que recoja la Sangre de nuestro Señor, sólo podemos albergar la memoria de un recuerdo de amor por todos, pero no de un amor salvífico que se actualiza en mi vida actual, personal y comunitaria. María es “Caliz” que le hace ser “DIACONISA” DE SU HIJO. Ella se encarga de que la Liturgia de la Pasión llegue a la fiesta del Sepulcro vacío, donde contemplamos a todo un Dios sin mortaja; que vive donde hay un corazón que ama y trabaja por amor. Todo esto se deduce de todo su ser Inmaculado en orden a su maternidad y a los méritos de su Hijo. Se deduce de la intercesión en su estado de gloriosa Asunción. Se deduce de su dolor a los pies de la Cruz. No es mera espectadora de la Pasión de su Hijo. No es mera espectadora de los dolores de sus hijos. Es Instrumento de custodia, instrumento de “fabricación” del amor salvador, instrumento que pule la obra final, instrumento que co-crea asegurando, en la humanidad, el orden de la recreación amorosa.
Tengo en mis manos una CRUZ DE LA UNIDAD, símbolo del Universo del Movimiento apostólico Internacional de Schoenstatt. Es una Cruz completa. Está Jesús, el Padre, María. María está al pie de la Cruz y sostiene en sus manos un cáliz. Ambos se miran expresando así su íntima unidad en una misma y única ofrenda a Dios Padre. Cristo está vinculado con su Madre y con su Padre.
Viendo esta Cruz y orando las palabras de la Gospa, llego a esta conclusión: la entrega de todo mi ser es lo que forma en mí a la “pequeña María”, es lo que permite que en mí se refleje a Dios y custodie a Dios como un Cáliz de amor crucificado, de amor sacrificado, de amor orado. “Ser Cáliz” no habla de superioridad espiritual sino de profundidad espiritual. “Ser Cáliz” es el milagro más grande incluso que el de la creación del mundo. “Ser Cáliz” habla de una vocación a ser autoridad en el amor con el mínimo poder humano. El corazón no es de quien lo rompe sino de quien lo repara. Tiene sentido vivir siendo “Cáliz”. Precioso anuncio de misericordia ante un mundo herido.
Bendita vocación que la Gospa pone en nuestras manos. Debemos servir a un Señor que nunca se nos pueda morir. Es Jesucristo. El Amor de los amores. El Señor de los Señores. Después de seguirlo en la conversión diaria, nos entregará un Cáliz en las manos. Sin ponernos en el lugar del otro jamás podremos tender un puente en su corazón. La Gospa, en Medjugorje, ha comenzado la Liturgia hacia el Sepulcro vacío. Con Cristo, con El y en El… Bendita “Diaconisa”…
FOTO: Icono de la Virgen Eucarística o Madre del Cáliz inagotable de Dios, que se encuentra en el Monasterio de Vysotsky, en Serpukhov.