- “Lo importante es creer en Dios y nada más”
Esta es una frase que no pocos bautizados –y no bautizados- usan indiscriminadamente y como argumento ‘poderoso’ para contentarse con una fe teórica, con una fe que no les mueve a convertirse verdaderamente a Dios. Aquí la pregunta que podemos hacer a esos creyentes es ésta: ¿Es suficiente decir “Yo creo en Dios” para salvarse? ¿Es suficiente decir “Yo creo que Dios existe” para con eso creer ser perdonado y salvado eternamente? No es suficiente decir que uno cree en Dios para salvarse, sino que debe obrar conforme a esa fe que dice tener. Y lo primero que debe hacer el que se dice creyente es obrar lo que a Dios le agrada: cumplir sus mandamientos, recibir los sacramentos, tener caridad con el prójimo. Definitivamente, la Biblia –la Sagrada Escritura- tiene una palabra firme que decirnos: La sola fe no es suficiente si no va acompañada con las obras (Ver: Carta de Santiago capítulo 2, versículos del 14 al 17).
- “Jesús es vida, no es religión”
Esta frase la hemos visto como slogan de adhesivos y letreros de cristianos evangélicos. La frase está ‘teledirigida’ a los católicos, puesto que la palabra “religión” se asocia instintivamente a la fe católica. En el caso de que la afirmación sea verdadera, entonces podríamos concluir que Jesús no fundó ninguna religión. Pero queda una pregunta latente: Si Jesús no es religión, ¿qué es? La frase afirma que es “vida”. Y eso, ¿cómo se entiende? Suponemos que ‘vida’ alude a un estilo de vivir, de actuar… Entonces estamos ante la afirmación de que Jesús es una ética, es ser bueno. Si Jesús es “eso”, entonces cae al piso y ya no vale, o a lo sumo vale lo mismo que otras ‘éticas’. Jesús acaba siendo nada. Frente a esta absurda afirmación debemos decir que la fe cristiana no la inventó un ser humano sino que es la respuesta a la Revelación del mismo Dios por medio del Verbo Eterno que se encarnó. Y Jesucristo, el Verbo encarnado, es quien manifestó expresamente Su Voluntad de fundar la Iglesia, la que subsiste en la Iglesia Católica (Ver: Evangelio de San Mateo capítulo 16, versículos del 15 al 19). ¿Jesucristo es más que una religión? Sí, definitivamente mucho más: es el Camino, la Verdad y la Vida (Ver: Evangelio de San Juan capítulo 14, versículo 6), y Él mismo es quien instituye la Iglesia Católica (a la que algunos llaman “religión”) para continuar su misión.
- “Jesús no fundó ninguna Iglesia”
Sobre todo a partir de fines del siglo XIX y a comienzos del siglo XX se comenzó a difundir a gran escala esta idea que está a la base de la herejía modernista, asumida hoy incluso por algunos teólogos (¡!) y religiosos (¡¡¡!!!) católicos. Pero en el supuesto –absolutamente negado- de que aceptemos esta afirmación y la llevamos hasta sus últimas consecuencias, tendremos que concluir que Jesús tampoco nos salvó de nada, que fue un profeta más, un revolucionario especial y punto. Si la misión de Jesús acabó con su muerte, entonces nosotros (los que vivimos en el 2019) no nos hemos beneficiado con su obra, a lo sumo Él será para nosotros un bonito y romántico recuerdo, pero nada más. Y es evidente que decir o concluir aquello es asemejarnos a un hombre que cuando se trepa a un árbol y se sienta sobre una gran rama saca de pronto una sierra y comienza a cortar para separar la rama del tronco… Si Jesús no fundó ninguna Iglesia, no vino a salvarnos de nada, por tanto: Jesús no es Dios, no es el Salvador de nada. Por ello el modernismo se convierte en una nueva manifestación del viejo arrianismo. Absolutamente inaceptable.
- “Dios no puede permitir que alguien se condene”. O también: “El infierno no existe”, “Dios es misericordioso. Si el infierno existe, está vacío”.
Es verdad que Dios es misericordioso y que quiere que todos se salven. Pero, ¿qué pasa cuando hay personas que no quieren dejar sus pecados y que no manifiestan ningún arrepentimiento por ellos? La respuesta es sencilla: O se ama a Dios de verdad y por eso uno decide dejar sus pecados, o se ama los propios pecados y se decide dejar de lado la ley de Dios (los Mandamientos). Evidentemente, cuando uno decide dejar de lado los mandamientos de la ley de Dios, está rechazando a Dios mismo –pues Dios tiene su ley- y está comenzando a fabricar su infierno, que se desplegará totalmente cuando muera ese pecador impenitente. Desde luego, Dios no quiere el infierno para nadie, pero respeta a quien le rechaza y por ese mismo respeto no puede salvar a quien no le importa ser salvado. Jesús habló de este tema muchas veces en el Evangelio, podemos leer por ejemplo: Evangelio según San Mateo capítulo 7, versículos 13 y 14. Allí el mismo Señor se encarga de aclarar que son muchos los que entran por el camino de la perdición y que son pocos los que dan con el camino que lleva a la vida.
- “En esta vida todo se paga”. O también: “Aquí en esta tierra está el cielo y el infierno”
¿De dónde se ha sacado esta afirmación del todo anti bíblica y anti cristiana? La repiten y la manejan como dogma aprendido de memoria muchos, incluso católicos practicantes. Esta pseudo verdad religiosa –totalmente infundada- se ha difundido muy probablemente debido al generalizado desconocimiento de la Biblia por parte de los propios católicos. Podríamos aquí citar varios textos de los Evangelios en los que Jesús prácticamente lo contrario, pero nos quedamos con un texto: Evangelio según San Mateo capítulo 13, versículos del 47 al 50. Jesús habla del Reino de los Cielos y lo compara con una red que coge peces buenos y malos. Los pescadores sacan la red a la playa y recogen los peces buenos y los echan en canastos, mientras que tiran los peces malos. Jesús completa la enseñanza diciendo que así sucederá al final de los tiempos: “Saldrán los ángeles, separarán a los malos de los justos y los echarán al horno de fuego, allí será el llanto y el rechinar de dientes” (vv. 49 y 50). Dios hará justicia sólo al final de los tiempos, y sólo entonces se desplegará el cielo para los justos y el infierno para los obradores del mal. Serán los ángeles quienes realizarán el discernimiento entre buenos y malos. El premio para unos y el castigo para otros se dará recién entonces. Por más que la vida le sonría mucho y constantemente a unas personas, eso que actualmente goza es nada comparado con el cielo que Dios reserva a los justos. Y por más que a una persona le toque sufrir y padecer lo más triste y duro que puede pasar un ser humano, eso es nada y menos que nada comparado con el infierno que un obrador del mal se gana con sus pecados y con su vida impenitente.
Que podamos librarnos de estos engaños para ser coherentes con el Evangelio de Jesucristo.
Fr. Israel.