FUENTE: ZENIT https://es.zenit.org/articles/cuando-juan-pablo-ii-queria-ir-a-medjugorje/ 

El postulador Slawomir Oder describe la santidad de Wojtyla a partir de su relación í­ntima con Dios y la Virgen, de la unión con el Padre Pío y de su profundidad espiritual que lo hacía rezar noches enteras sin tocar la cama

El 27 de abril unos 5 millones de personas procedentes de todo el mundo se conmoverán viendo la tela de la Loggia de la Bendición bajarse y descubrir el rostro de Juan Pablo II. El deseo de numerosos fieles que a su muerte gritaban “¡Santo subito!” se ha cumplido: Wojtyla será canonizado junto a Juan XXIII. Como Roncalli, también el Pontífice polaco ha cambiado la historia, a través de un pontificado revolucionario que ha esparcido las semillas de tantos frutos que se viven hoy en la Iglesia y en el mundo. Pero el secreto de esta fuerza, de esta fe, de esta santidad, ¿de dónde nacía? De una relación íntima con Dios, que se realizaba en una oración incesante que, más de una vez, ha hecho que el beato dejara la cama intacta, porque prefería transcurrir la noche en el suelo, en oración. Lo confirma el postulador de la causa de canonización, monseñor Slawodir Oder, en la entrevista realizada a ZENIT que publicamos a continuación.

De Juan Pablo II se ha dicho todo, se ha escrito de todo. Pero ¿realmente se ha pronunciado la última palabra sobre este “gigante de la fe”?
–Mons. Oder: El mismo Juan Pablo II sugirió cuál era la clave para su conocimiento: “Muchos intentan conocerme mirando fuera, pero yo pueo ser conocido solo desde dentro, es decir, desde el corazón”. Seguramente el proceso de beatificación, antes, y de canonización, después, ha permitido acercarse más al corazón de esta persona. Cada experiencia y testimonio ha sido una pieza que ha compuesto el mosaico de la extraordinaria figura de este Pontífice. Si embargo, seguramente, llegar al corazón de una persona como Wojtyla permanece un misterio. Podemos decir que en el corazón de este Papa esté seguramente el amor por Dios y por los hermanos, un amor siempre cambiante, que no es nunca un hecho consumado en la vida.

¿Qué ha descubierto de nuevo o de poco conocido sobre Wojtyla durante sus investigaciones?
–Mons. Oder: Hay distintos aspectos históricos y de su vida que han surgido en el proceso y que son poco conocidos. Uno de estos es sin duda la relación con el Padre Pío, con el que se vio a menudo y con el que mantuvo una larga relación epistolar. Más allá de algunas cartas ya conocidas, como aquella en la que pedía oración por la profesora Poltawska, su amiga y colaboradora; surgió otra en la que el beato pedía al Santo de Pietrelcina oraciones de intercesión por la sanación de los fieles. O pedía oraciones para sí mismo, que, al mismo tiempo, desarrollaba el encargo de vicario capitular de la diócesis de Cracovia, en espera al nombramiento del nuevo arzobispo que después será él mismo.

¿Algo más?
–Mons. Oder: Hemos descubierto mucho sobre la espiritualidad de Juan Pablo II. Más que nada se ha tratado de una confirmación de cuanto ya era perceptible, visible de su relación con Dios. Una relación íntima con Cristo vivo, sobre todo en la Eucaristía donde surgía todo lo que nosotros fieles hemos visto en él como fruto de extraordinaria caridad, celo apostólico, pasión por la Iglesia, amor por el cuerpo místico. Y este es el secreto de santidad de Juan Pablo II.

Por tanto, más allá de los grandes viajes y los grandes discursos, ¿el aspecto espiritual es el corazón del pontificado de Juan Pablo II?
–Mons. Oder: Absolutamente. Y hay un episodio muy tocante que lo identifica muy bien. El Papa enfermo, al final de uno de sus últimos viajes apostólicos, sus colaboradores le llevan a la habitación. Los mismos, la mañana después, encuentran la cama intacta porque Juan Pablo II pasó toda la noche en oración, de rodillas, en el suelo. Para él, recogerse en oración era fundamental. Tanto que, en los últimos meses de vida, pidió tener en la habitación un espacio para el Santísimo. Su relación con el Señor era realmente extraordinaria.

El Papa era también muy devoto de María…
–Mons. Oder: Sí, y el proceso de canonización nos ha ayudado a acercarnos también a esto. Hemos profundizado la relación profundísima de Wojtyla con la Virgen. Una relación que la gente externa a veces no conseguía comprender y que parecía sorprendente. A veces el Papa durante la oración mariana aparecía en éxtasis, se alienaba del contexto, ya fuera un paseo o un encuentro. Vivía una relación personalísima con la Virgen.

Entonces, ¿también hay un aspecto místico en Juan Pablo II?
–Mons. Oder: Decididamente sí. No puedo confirmar visiones o elevaciones, con las que a menudo se identifica la vida mística; pero con Juan Pablo II el aspecto de un profundo y auténtico misticismo estaba presente y se manifestaba con su estar en la presencia de Dios. Un verdadero místico es, de hecho, aquel que tiene la conciencia de estar en presencia de Dios, y vive todo a partir de un profundo encuentro con el Señor.

Usted vive desde hace años con la figura de este hombre considerado ya Santo en vida. ¿Cómo se siente al verlo ahora elevado a los honores de los altares?
–Mons. Oder: El proceso de canonización ha sido una aventura extraordinaria. Seguramente marca mi vida sacerdotal. Agradezco mucho a Dios que me ha puesto delante este maestro de vida y de fe. Para mí estos 9 años del proceso han sido una aventura humana y un curso extraordinario de ejercicios espirituales predicados “indirectamente” con su vida, sus escritos, con todo lo que ha surgido de las investigaciones.

¿Tiene recuerdos personales?
–Mons. Oder: Nunca he sido uno de los más estrechos colaboradores de Wojtyla, pero conservo en el corazón distintas ocasiones en las que he podido respirar la santidad del Pontífice. Una de estas es del inicio de mi sacerdocio, el Jueves Santo de 1993, el año en el que el Papa quiso lavar los pies a los sacerdotes comprometidos en la formación de seminaristas. Yo estaba entre estos sacerdotes. Además del valor simbólico del ritual, para mí permanece el primer contacto con una persona que en ese gesto auténticamente humilde, lleno de amor, me ha comunicado su amor por Cristo y por el mismo sacerdocio. Otra ocasión se presentó en los últimos meses de vida del Papa: estaba ya enfermo, y al imprevisto tuve oportunidad de cenar con él, junto a los secretarios, a los colaboradores y a otros pocos sacerdotes. También allí recuerdo esta sencillez y el gran sentido de acogida, de humanidad, que transpiraba en la sencillez de sus gestos.

Benedicto XVI ha declarado recientemente en una entrevista que siempre supo que estaba viviendo junto a un Santo. Es famoso su “hacedlo rápido, pero hacedlo bien”, cuando autorizó el inicio del proceso de beatificación.
–Mons. Oder: Me ha gustado mucho leer el testimonio del papa emérito. Ha sido la confirmación de lo que él ha hecho transpirar a lo largo de su pontificado: siempre que era posible hablaba de su amado predecesor, en privado o en público durante las homilías y los discursos. Siempre ha dado gran testimonio del afecto hacia Juan Pablo II. Y, por mi parte, puede expresar una fuerte gratitud a Benedicto por la actitud que ha mostrado en estos años. Le he sentido siempre muy cerca y puedo afirmar que fue determinante en el abrir el proceso de beatificación poco después de la muerte. Mirando después a los últimos eventos históricos, debo decir que la Divina Providencia ha hecho una “dirección” magnífica de todo el proceso.

¿Ve una continuidad también con el papa Francisco?
–Mons. Oder: El Magisterio continúa, el carisma de Pedro continúa. Cada uno de los Papas da consistencia y forma histórica determinada de la vivencia personal y de la propia personalidad. No se puede no ver una continuidad. Más en detalle, hay distintos aspectos por los que Francisco recuerda a Juan Pablo II: el deseo profundo de estar cercano a las personas, la valentía de ir más allá de ciertos esquemas, la pasión por Cristo presente en su Cuerpo místico, el diálogo con el mundo y con otras religiones.

Uno de los deseos irrealizables de Wojtyla fue el de visitar China y Rusia. Parece que Francisco está abriendo camino en este sentido…
–Mons. Oder: Es extraordinario que los esfuerzos cumplidos por Juan Pablo II para una apertura hacia Oriente está proliferando con sus sucesores. El camino abierto por Wojtyla ha encontrado terreno fértil con el pensamiento de Benedicto XVI y, ahora, gracias a los eventos históricos que acompañan el pontificado de Francisco, se realizan concretamente. Es siempre esa dialéctica de la continuidad de la que hablaba antes, que es además la lógica de la Iglesia: ninguno comienza de cero, la piedra es Cristo que ha actuado en Pedro y en sus sucesores. Hoy vivimos la preparación de aquello que en la Iglesia sucederá mañana.

Se dice también que Juan Pablo II tenía el deseo de visitar Medjugorje. ¿Lo puede confirmar?
–Mons. Oder: Hablando privadamente con sus amigos, más de una vez el Papa dijo: “Si fuera posible quisiera ir”. Son palabras que no se deben interpretar con un carácter de reconocimiento u oficialidad a los eventos en el pueblo bosnio. El Papa siempre ha estado muy atento al moverse, consciente de la importancia de su encargo. No hay duda de que en Medjugorje suceden cosas que transforman los corazones de las personas, sobre todo en el confesionario. Por tanto, el deseo expreso del Papa se puede interpretar en la óptica de su pasión sacerdotal, es decir, del querer estar en un lugar donde un alma busca a Cristo y lo encuentra, gracias a un sacerdote, a través del sacramento de la reconciliación o de la eucaristía.

¿Y por qué no fue?
–Mons. Oder: Porque no todo es posible en la vida…

Traducido del italiano por Rocío Lancho García

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