En el libro del Éxodo 15:26, Dios nos dice: “¡Yo soy el Señor, el que te sana!”.

 

Este versículo es una promesa de sanación que Dios le hace al pueblo de Israel. Pero esta promesa también está ligada a la confianza que los israelitas pusiesen en el Señor, al obedecer todo aquello que Él les mandase.

En la medida que obedeciesen a Dios, los habitantes del pueblo se mantendrían bajo la sombra protectora de Dios, quien los libraría de todas las enfermedades y plagas de Egipto.

Dios deseaba que ellos experimentaran una sanidad integral; no solo física, sino también espiritual, psicológica, emocional y relacional.

Dios -como Creador del ser humano y de todo lo que existe- sabe lo que más conviene para nuestra salud integral, por eso nos ha dejado los Mandamientos y su Palabra como camino de vida, pues ellos son el GPS espiritual que nos ayuda a mantenernos dentro del círculo protector de su gracia.

Los Israelitas que se dejaban guiar por el Espíritu Santo, que vivían en la caridad fraterna y seguían los mandamientos de Dios, lo conocían como “Yahvé – Rafa”, que precisamente significa: “Yo Soy tu Sanador”.

La palabra “Sanador” (del hebreo: “rapha”) puede ser traducida como curar, reparar, enmendar, restaurar la salud.  De aquí que Dios le recuerda al pueblo de Israel que él sería su médico; el que les daría restauración física, emocional, relacional y espiritual.

Esta misma promesa de Dios sigue en pie; pues Él sigue siendo un Dios que sana y restaura nuestras vidas, lo cual nos lo recuerda a través de la Reina de la Paz, quien nos dice: ¡Queridos hijos, los amo a todos!… Oro al Espíritu Santo para que los renueve y fortalezca. Oro al Espíritu Santo para que, mientras ayudan a los demás, también ustedes sean sanados. Le pido que mediante El, sean hijos de Dios y apóstoles míos”. (Del Mensaje de la Reina de la Paz, 2 de septiembre de 2013)

La Virgen María durante su vida terrena tenía bien claro lo que hemos visto anteriormente; por lo cual Ella vivía de manera natural y continua el mandamiento del amor, al igual que todo lo que Dios nos ha enseñado.

Los seres humanos tenemos la tendencia de que mientras tenemos salud y en tanto que no experimentamos ningún dolor ni limitaciones físicas, muy pocas veces agradecemos al Señor por el don del cuerpo que nos ha concedido.  Pero si un médico nos diagnostica una fea enfermedad, o si nos lesionamos y sentimos dolores intensos, entonces comenzamos a tomar conciencia que nuestros cuerpos no son inmortales, y que tal vez no hemos valorado y cuidado adecuadamente el templo del cuerpo que el Señor nos concedió.

La Virgen María nos enseña a vivir cada día en clave de gratitud y alabanza, lo cual queda maravillosamente representado a través del cantico del cántico del Magníficat, así como en cada instante de su vida.

En la actualidad Ella continúa recordándonos la importancia de la gratitud como un camino de revalorización de los dones de Dios y de salud integral: “¡Queridos hijos! Deseo invitarlos a que agradezcan a Dios todas las gracias que El les ha dado. Denle gracias a Dios por todos Sus dones y glorifíquenlo. Queridos hijos, aprendan a ser agradecidos en las cosas pequeñas y así sabrán dar gracias también por las cosas grandes. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!” (Mensaje, 3 de octubre de 1985)

Es importante tomar conciencia que Quien te ha creado, ama todo tu ser; incluso cada célula y órgano de tu cuerpo. Y su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, ha tomado también él un cuerpo, cuando se encarnó en el vientre purísimo de la Virgen María…

Por lo tanto, en este camino hacia un nuevo aniversario de la primera aparición de Nuestra Madre, ofrécele a la Virgen María y a Dios, cada parte de tu ser, poniéndote en presencia del Señor, tomando un tiempo para orar con todo tu ser, y adquiriendo una mayor conciencia de cada parte de tu cuerpo.

  • Puedes mover tus manos y agradecer a Dios por ellas. Puedes decirle una oración espontanea; como, por ejemplo: “Señor, que mis manos te alaben a lo largo de este día, recibiendo de ti la salud y siendo canal de amor y de servicio para todos mis hermanos”. O tal vez: “Jesús, que mis manos sean cada día más parecidas a las de tu Madre, la Virgen María”.
  • También puedes levantar tus brazos diciéndole a tu Creador algo así como: “Te entrego mis brazos para que, libre de la debilidad y del cansancio, pueda con ellos ayudar a llevar sus cargas a quienes me necesiten”.
  • Ahora puedes mover tu cuello y tu cabeza, dándole gracias a Dios y alabándolo espontáneamente, con tus palabras, por los ojos, los oídos, los labios, etc. Y pidiéndole que te muestre el origen de las contracturas musculares que te aquejan.
  • En caso de que tengas alguna enfermedad, puedes poner tu mano sobre la parte enferma o dolorida de tu cuerpo y meditar cómo el Señor entra en contacto contigo igual que lo hizo con el hombre enfermo de lepra: “Jesús extendió la mano y le tocó” (Mateo 8,3). Pídele que extienda su mano y te toque y que su amor se haga cargo y se ocupe de lo que enferma tu cuerpo y de aquello que provoca algún dolor.
  • Puedes utilizar tu Rosario, y por cada cuenta orar con el corazón repitiendo, por ejemplo: “Por intercesión de Nuestra Señora, Reina de la Paz, sáname Señor”.
  • Cuéntale a la Virgen Madre, aquello que te preocupa y angustia, y déjate consolar por ella y por el Santo Espíritu. Permite que todo tu cuerpo se inunde de oración y que tu plegaria sea una fuente de luz que se renueve a lo largo de toda la jornada.
  • Si tú estás sano, pero tu preocupación es por alguien a quien tú amas y que está enfermo, entonces -intercediendo por él o por ella- pídele a Jesús que obre a la distancia como lo hizo con el servidor del Centurión. Este le dijo a Jesús: “No soy digno de que entres en mi casa, pero di tan sólo una palabra y mi sirviente sanará” (Lucas 7, 6 y 7) y el Señor le concedió al servidor de este hombre que se sanara, pues su humildad y su fe fue la luz por medio de la cual el Señor iluminó y sanó la vida del enfermo.  Que del mismo modo Él llegue con su amor a esa casa -por medio de tu oración intercesora- y que su poder sane a los enfermos por quienes sientes en tu corazón que debes interceder.

Finalmente te dejo un par de oración que pueden serte de utilidad, a la vez que te pido de orar por el Congreso de la Reina de la Paz que tendremos en Argentina del 26 al 28 de julio, si deseas informarte como participar puedes comunicarte con los organizadores.

https://centromedjugorje.org/tag/encuentro-nacional-argentina-2024/

Me encomiendo a tus oraciones. Un fuerte abrazo en el Señor y en su Madre, y que Dios te bendiga abundantemente.

 

Padre Gustavo E. Jamut, omv

padregustavojamut@gmail.com

 

Oración 1

“Ven Espíritu Santo, ven por medio de la intercesión de la Virgen María, ven a todo mi ser.

Ven a cada parte de mi cuerpo e inúndalo con tu luz.

Que durante este tiempo de oración, cada célula de mi organismo te alabe y te bendiga como a su Señor y Creador; que cada uno de mis músculos, por ti creados, proclame las maravillas que Tú has obrado y obras en mi vida.

Que estos huesos que me has dado no dejen de alabar y bendecir tu santo Nombre.  Amén”.

 

Oración 2

“Jesús: Yo creo que Tú eres el Médico Divino que quieres mi salud porque me amas y me llamas a trabajar en la construcción de tu Reino.  Señor, confío en Ti y en tu poder sanador para mi vida y para la vida de aquellas personas por quienes me pides orar.

Jesús: Yo creo que -así como en tu vida terrena caminaste por esta tierra haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal-, también hoy caminas entre nosotros, y como buen samaritano te acercas a mí y también a cada hombre y mujer que sufre en su cuerpo y en su alma, con el deseo de curar nuestras dolencias.

Por eso te pido Jesús, por intercesión de tu Madre, y por el poder infinito de tu Preciosísima Sangre, que entres con tu luz en mi alma y en mi cuerpo y que fortalezcas todo mi organismo, especialmente en aquellos puntos donde experimento mayor debilidad y que me sanes a mi o a ese hermano(a)… (Di el nombre completo) por quien hoy te quiero pedir.

Gracias Señor, porque amas no sólo nuestras almas sino también nuestros cuerpos, gracias por lo que estás haciendo en nuestras vidas y gracias por lo que aun quieres hacer. Amén”.

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