Oremos hoy para que todos seamos las manos extendidas de la Virgen
“Queridos hijos, mi Corazón materno sufre inmensamente mientras observo a mis hijos que obstinadamente ponen lo que es humano por encima de lo que es Divino, a mis hijos que, no obstante todo lo que los circunda y a pesar de todos los signos que les son enviados, piensan que pueden caminar sin Mi Hijo. ¡No pueden! Caminan hacia la perdición eterna. Por eso los reúno a ustedes que están dispuestos a abrirme su corazón, que están dispuestos a ser apóstoles de mi amor, para que me ayuden, para que viviendo el amor de Dios sean un ejemplo para aquellos que no lo conocen. Que el ayuno y la oración les den fuerza en esto; y yo los bendigo con mi bendición materna en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Gracias!”
(Mensaje del 2 de marzo de 2011)
Recemos el Magnificat
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.