Novena de Navidad con la Reina de la Paz.

Mensaje de la Virgen

“Por eso, hijitos, nuevamente los invito: oren, oren, oren; no con palabras sino con el corazón”. (25-12-2002)

Meditación

Las palabras en la oración son importantes y necesarias en nuestro desarrollo espiritual, pero la oración con palabras no es suficiente. Las palabras deben estar profundamente conectadas con el corazón. Si no existe este vínculo, las palabras son vacías: “Como bronce que resuena o campana que retiñe”. (1 Co 13,1). Y Jesús nos advierte de esto: “Cuando oren, no usen muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho se les oirá. No hagan como ellos, pues antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo que necesitan”. (Mateo 6,7-8)

Por esta razón, Dios dirige al pueblo la crítica a través del profeta Isaías, que Jesús también utiliza: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. (Mateo 15,8)

En la oración se aplica la regla: la palabra y el corazón. Pablo comprendió esto: “Porque te salvarás si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos”. (Romanos 10,9)

Si uno tuviera que evaluar que tiene la preferencia, esta pertenecería al corazón. John Bunyan concluyó: “En la oración, es mejor tener un corazón sin palabras que una palabra sin corazón”. Por lo cual, mientras oras, que los labios y el corazón, es decir, que las palabras y el corazón, actúen al mismo tiempo en tu oración, que sean uno.

La víspera de la muerte de Santa Teresita del Niño Jesús, mientras estaba acostada en su cama, gravemente enferma, la madre Inés, su propia hermana, entró en la habitación y preguntó: “¿Qué piensas?” Teresita dijo: “No pienso en nada, no puedo, tengo demasiado dolor, así que oro”. —¿Y qué le dices a Jesús? Teresita dijo: “No le digo nada, simplemente lo amo”.

Cuanto más cerca estamos de Dios, más escasas se vuelven nuestras palabras. Cuando usamos muchas palabras, en vez de adorar, en vez de honrar, en vez de caer de rodillas llenos de asombro, permanecemos todavía lejos de Dios. Cuanto más cerca estamos de Dios, todo se va volviendo más silencioso. Y comienza el silencio. Entonces se terminan las preguntas, entonces estamos con Dios. (Dionisio el Areopagita)

Oración

Aprende a orar con el corazón para que las palabras y el corazón sean uno.

Mientras haces la señal de la cruz, haz los movimientos lentamente con la mano y di las palabras: En el nombre del Padre… y del Hijo… y del Espíritu Santo. Pronuncia estas palabras sin prisa, conscientemente, con el corazón.

Cuando rezas el Padre Nuestro, di estas palabras lenta y conscientemente, con el corazón.

Pronuncia cada palabra con mucha confianza y abandono al Padre celestial.

Del mismo modo, el Ave María y el Gloria.

Mientras pronuncias las palabras en oración, siente que salen de tu corazón.

Siente que no solo estás orando con tus labios, que no solo estás diciendo palabras, sino que tu corazón también está participando en ello.

Al repetir en tu corazón las palabras “Jesús, en ti confío”, siente que tu corazón se abandona a Jesús.

Haz lo mismo el nombre de Jesús… Con abandono, confianza y gratitud en tu corazón, repite el nombre de Jesús.

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