Valerio Caprino fue miembro de la Guardia Suiza durante el Pontificado del Santo Padre Benedicto XVI, de 2006 al 2011. Ha venido estos días por primera vez a Medjugorje con su esposa: “Vengo de Suiza y tengo 31 años. Mi esposa y yo habíamos hablado con unos amigos que ya habían estado y todos coincidían en que teníamos que venir a este lugar tan maravilloso. Hace un par de meses decidimos coger vacaciones por la Festividad de Pentecostés para venir en coche a Medjugorje. Tardamos unas 13 o 14 horas, dispuestos a dejarnos sorprender por todo lo que nos contaban. He sentido una gran paz en Medjugorje. Es un lugar donde te encuentras con peregrinos de todo  el mundo que se entienden entre sí a pesar de hablar distinto idioma. Aquí se vive la universalidad de la Iglesia. Está lleno de peregrinos y se viven experiencias maravillosas, como por ejemplo los testimonios de la Comunidad del Cenáculo. En este lugar se palpa que la oración hace milagros; como muchos afirman, la oración del Rosario es el arma más fuerte que debemos usar – sólo tenemos que estar convencidos de ello. Me encantaría volver a Medjugorje en un futuro.”

También nos contó cómo se hizo miembro de la Guardia Suiza: “De joven solía seguir las misas del Papa Juan Pablo II y fue entonces cuando pensé que sería estupendo formar parte de la Guardia Suiza, pues así estaría cerca del Santo Padre. Me inscribí, envié todos los documentos y mi sueño se hizo realidad: me convertí en miembro de la Guardia Suiza. Este es un gran privilegio que tenemos los suizos, pues somos los únicos que podemos formar parte de este Cuerpo. Así lo estableció el Santo Padre Julius II en el año 1500. Como él era suizo, quiso que la Guardia estuviera formada por miembros exclusivamente de nacionalidad suiza, además de otros requisitos como ser católicos y solteros. Durante un mes se recibe instrucción sobre el Vaticano y otros detalles de nuestro servicio, además de aprender la lengua italiana. Tras ese mes tan intenso, el joven en cuestión decide si desea quedarse o no. Hay personas que se dan cuenta de que no pueden vivir así, pues en realidad es más una vocación que un servicio. Se consideran requisitos fundamentales el ser fiel a la Iglesia y a la fe. La Guardia Suiza es como una familia.”

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