En el evangelio según Lucas, Jesús, ya cerca de la aldea adonde iban, Él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos se apremiaron diciendo: “quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída”, y entró para quedarse con ellos.
Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él desapareció y ellos comentaban: ¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las lecturas?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros que estaban diciendo: “era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”, y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido.
Te adoramos Santísimo Señor Jesucristo. Señor Jesús, te necesitamos, necesitamos Tu cercanía y Tu Presencia. Nosotros también esta noche te invitamos como los discípulos del Evangelio: ¡quédate con nosotros! Queremos que seas nuestro compañero de la vida, de nuestros caminos; queremos pedirte que estés con nosotros en todos los momentos de nuestra vida.
Señor, queremos caminar Contigo en nuestro camino de la vida como esos dos discípulos, y por eso, esta noche te clamamos: ¡quédate con nosotros, Señor!
Oh Señor Jesucristo, siempre estás presente con nosotros; estás con nosotros en todos los momentos en nuestra vida, en las alegrías y tristezas.
Sí, tantas veces nos preguntamos ¿y, donde está Dios? ¿Nos ha abandonado? Te rogamos Señor Jesús que abras los ojos de nuestro corazón, que podamos reconocerte como esos dos discípulos.
Que te veamos en todos aquellos momentos en los que pensamos que nos has abandonado.
Señor Jesús, que nuestros corazones también ardan por Tu Presencia, tal como ardían los corazones de esos discípulos, mientras iban contigo a Emaús.
Señor Jesús, quédate con nosotros para siempre.
Oh Dios, que en este admirable Sacramento nos dejaste el Memorial de Tu Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre , que experimentemos constantemente el fruto de Tu Redención Tú que vives y reinas , por los siglos de los siglos. Amén
FR. RENATO GALIĆ