Fecha: 16.04.2019.
El Domingo de Ramos -Domingo de Pasión del Señor- nos introduce en la Semana Santa como preparación para la principal solemnidad cristiana: la Pascua.
Es un día especialmente solemne en muchas parroquias, al igual que en Medjugorje – donde la bendición de los ramos de olivo y las palmas, así como la procesión desde la antigua a la actual Iglesia parroquial – estuvieron presididas por el Nuncio Apostólico en Bosnia-Herzegovina, Mons. Luigi Pezzuto. Presidió también la Santa Misa de 11, tras la cual el P. Marinko Sakota, párroco, le dio las gracias por haber venido.
“Queridos hermanos, queridos peregrinos:
Siento una especial alegría porque hoy, en nuestra gran festividad de Domingo de Ramos, está con nosotros el Arzobispo Mons. Luigi Pezzuto, Nuncio Apostólico en Bosnia-Herzegovina. Nos alegra muchísimo tenerle aquí en Medjugorje y tengo la impresión de que usted también está feliz de estar hoy con nosotros.
Queridos hermanos, que esta Solemnidad sea un día santo para todos, que sea una invitación para imitar al Cristo que sufre… Que sea para todos nosotros una invitación a la Semana Santa, un verdadero tiempo de ayuno y oración que nos acerque más a Dios”, declaró el P. Marinko Sakota.
Al finalizar la Santa Misa, Mons. Pezzuto mostró su agradecimiento tanto al P. Marinko como a Mons. Hoser, Visitador Apostólico para la parroquia de Medjugorje, por haberle invitado y destacó que tenía muchas ganas de venir a Medjugorje.
“Como Nuncio Apostólico os quiero transmitir el saludo y la bendición del Santo Padre Francisco. También en su nombre, quisiera dar las gracias a todos los sacerdotes y a cuantos colaboran con esta parroquia. Gracias a todos por vuestra presencia tan numerosa. Una vez más, me gustaría animaros a que el viaje que aquí hemos comenzado a petición del Santo Padre pueda dar muchos frutos y tenga un gran éxito, con el esfuerzo de todos”, declaró el Nuncio al finalizar la Santa Misa.
Reproducimos aquí su homilía:
“Queridos hermanos,
La solemne proclamación de la Pasión del Señor del Evangelio de Lucas ha generado con toda probabilidad en cada uno de nosotros, personas de fe, profundas emociones y reflexiones que nos pueden llevar a dar un cambio radical a nuestras vidas.
Es, en realidad, ahí donde nos debería llevar el camino de oración y penitencia en el tiempo de Cuaresma.
- Jesús hace su entrada triunfal en Jerusalén, lo que constituye un acontecimiento de especial relevancia para Él, para sus discípulos y para nosotros, hoy, Pueblo de la Nueva Alianza en Su muerte y Resurrección.
Jesús, apenas hubo entrado en Jerusalén, lo primero que hace es dirigirse al templo, como atestigua el evangelista Marcos al principio del undécimo capítulo de su evangelio. El dirigirse al templo obedece a una lógica típicamente mesiánica: como el corazón del anuncio de Jesús reside en el mensaje del Reino de Dios, era necesario que la Proclamación del Reino de Dios tuviese lugar en el templo, corazón de la vida del pueblo de Israel.
Todos y cada uno de nosotros posee dentro de sí cosas buenas, aunque también cosas malas, como los que estaban en contra de Jesús. Si queremos entrar en el Reino de Dios necesitamos deshacernos de todo el mal que nos hace daño no sólo a nosotros, sino también a toda la comunidad cristiana. No cabe duda de que al hablar de la “comunión de los santos”, de la comunión íntima entre todos los que hacen uso del don del Bautismo y permanecen cercanos a él en sus vidas, podremos hablar de la unión íntima que se establece entre aquellos que ejercen el mal como tal y viven en disonancia con los preceptos que recibieron el día del bautismo.
Soy consciente, queridos hermanos, de que todos vosotros, todos nosotros deseamos vivir en la comunión de los santos y deseamos, por consiguiente, renunciar a todo lo que va en contra de la Ley de Dios.
Este es el primer paso que hemos de dar.
- No obstante, hay otro acontecimiento que sigue inmediatamente a la entrada solemne de Jesús en Jerusalén: cuando Jesús expulsa a los mercaderes del templo, como nos relata Marcos 11, 15-18.
De una manera muy concreta, expulsando a los mercaderes, Jesús quiere que entendamos que esas prácticas externas de culto y todo lo relacionado con ello -a veces percibido erróneamente como una fuerza salvífica- en realidad carece de valor alguno y no puede garantizarnos la salvación a cada uno de nosotros si no se hace con auténtica devoción. Estas formas tendrían un valor real si fueran la expresión de un corazón completamente unido al Señor, un corazón capaz de satisfacer los deseos de Dios, un corazón que obedezca a la Iglesia, incluso cuando ésta, en nombre de Dios, nos ofrece verdades contrarias a nuestro modo de pensar y de actuar demasiado humano, ya que los caminos del Señor no coinciden con nuestros caminos egoístas y materialistas.
Este es el segundo paso en nuestro camino de conversión: permanecer siempre en comunión con el Señor y obedecer al proyecto que nos ha trazado en Su Providencia.
La Virgen María, a la que en este lugar veneramos de manera especial, es nuestra maestra en este camino, no siempre fácil, de cumplir la voluntad de Dios. Pidámosle Su intercesión y ayuda para que esta devoción cuaresmal, junto con nuestra participación en el Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, durante la próxima Semana Santa, nos abra las puertas del Reino de Dios, mientras esperamos Su segunda venida gloriosa, en la fidelidad de Su Evangelio.”